La filiación al método psicoanalítico
Por Jorge Luis Chávez Valdés
La revolución incitada por los desarrollos teóricos de Sigmund Freud a finales del siglo XIX ha significado la creación y evolución de un paradigma complejo que aporta un conocimiento profundo acerca de la mente y que generó un cambio de perspectiva en el humano respecto de sí mismo.
La teoría de Freud ponía de manifiesto una idea muy perturbadora para la Europa ilustrada de la época: el hombre no era dueño de sus motivaciones y contenía en sí mismo una alteridad, una fuerza con empuje inconsciente e irracional que guiaba su vida de manera invisible. Esta idea, escandalosa por sí sola, se apoyaba sobre la base de una supuesta sexualidad infantil reprimida que amenazaba con retornar y, de hecho, lo hacía a través de los síntomas neuróticos, los sueños, los olvidos, el chiste, etc. La incomprensión y los malentendidos del corpus teórico freudiano han llevado a mucha gente a desestimar el valor del psicoanálisis como poco científico e incluso perverso. Sin embargo, el psicoanálisis no solo amplió el conocimiento de cómo opera y está estructurada la mente humana, sino que ha estado permanentemente preocupado por sofisticar sus técnicas para hacerlo y funciona como un método terapéutico para el tratamiento del malestar psíquico.
A pesar del gran valor cultural, científico y terapéutico de la disciplina psicoanalítica, se debe admitir que no es una panacea. No es posible ni deseable aplicarlo en todos los casos, principalmente cuando se trata de una cuestión práctica como los servicios de salud pública o de situaciones externas que imposibilitan el establecimiento de un encuadre más tradicional y de extensión indefinida. Es por esto que el psicoanálisis ha gestado diversos modelos terapéuticos que hacen adecuaciones técnicas, pero que conservan lo esencial de la labor clínica; esto es, la comprensión de las motivaciones y conflictos inconscientes que subyacen a todo padecimiento.
El mérito de dichas adecuaciones pertenece a un incontable número de analistas que valoraron los hallazgos de la teoría psicoanalítica y que juzgaron pertinente ampliar sus beneficios para dar atención a una mayor cantidad de pacientes. Analistas de diversas escuelas atendieron, por ejemplo, a pacientes graves en estancias hospitalarias y a niños pequeños, llegando incluso a diseñar técnicas psicoterapéuticas para tratar la diada madre-bebé. Hay que subrayar también la notable labor que se hizo con soldados después de la Primera y de la Segunda Guerra Mundial.
Todo el bagaje teórico que se originó en el tratamiento de estos pacientes contribuyó al diseño modelos terapéuticos de alta efectividad que debían modular los objetivos del tratamiento, su duración y las herramientas que se usaban en ellos. Si bien estas “desviaciones” de la técnica clásica implicaban un análisis poco ortodoxo, los resultados terapéuticos que se alcanzaban en estas psicoterapias bastaron para justificar su existencia.
Una de las distinciones que caracterizan a las psicoterapias de orientación psicodinámica (es decir, las técnicas que utilizan la comprensión psicoanalítica con variaciones en el encuadre y la técnica) es que el analista opera de manera mucho más “activa” en el proceso terapéutico. Ahora bien, cabe aclarar que en un psicoanálisis el analista nunca tiene un rol pasivo; la actividad en una psicoterapia de orientación psicodinámica hace referencia a participar más allá del concepto técnico de neutralidad. El analista clásico interpreta el material que aporta el paciente en determinada sesión desde una “distancia”, sin proponer, sugerir ni aconsejar. El psicoterapeuta que esté empleando otro modelo, como una psicoterapia de apoyo, entenderá que, si su objetivo es restablecer el equilibrio psíquico del paciente y no cambiar estructuralmente su personalidad, no es conveniente interpretar de manera profunda; quizá en ese momento funcionaría mejor una intervención sugestiva, por ejemplo, una confrontación o incluso un consejo.
Freud entendía la diferencia del psicoanálisis en contraste con otras psicoterapias utilizando una analogía tomada de las artes plásticas. Sentenciaba que el psicoanálisis funcionaba per vía di levare, mientras la psicoterapia per vía del porre. Es decir, el psicoanálisis, para él, descubría lo que se encontraba ahí, oculto en el inconsciente, venciendo resistencias a través de la interpretación, quitando elementos que encubrían la verdad del deseo. En su opinión, una psicoterapia que se encargara de agregar elementos a la estructura psíquica solo podría contribuir a reforzar la represión y, por tanto, la formación de síntomas.
Hoy en día entendemos que el psicoanálisis, hasta el más ortodoxo, usa técnicas sugestivas, no solo interpretativas. Esto no quiere decir que la interpretación no siga siendo el eje de la labor clínica, pero se entiende que las demás técnicas son coadyuvantes. Lo que en buena medida caracteriza a las psicoterapias de orientación psicodinámica es que utilizan estas técnicas “activas” en una proporción mayor, ya que tienen objetivos diferentes.
En el Diplomado “Psicoterapia de apoyo, esclarecimiento y tiempo limitado, psicoterapia psicoanalítica y psicoanálisis” se revisarán a profundidad los conceptos fundamentales de la teoría psicoanalítica, así como su relevancia en las distintas modalidades de psicoterapia.
Referencias
Etchegoyen, H. R. (2009). Los fundamentos de la técnica psicoanalítica. Amorrortu.