Por Víctor Ruiz, docente Centro Eleia.
El pasado 23 de mayo de 2024, la clase 14 del curso de Neurosis II contó con la destacada participación de Javier García como maestro invitado. En esta ocasión, los estudiantes tuvieron la oportunidad de adentrarse en el tema de “La conflictiva edípica en la actualidad” y explorar la vigencia del pensamiento freudiano a partir de la perspectiva que nos compartió Javier. Desde el inicio, capturó la atención de los alumnos con una exposición clara que permitió estudiar conceptos fundamentales de la teoría freudiana, y luego enfatizó su relevancia en la actualidad.
Resaltó que Freud fue un observador sagaz. Principalmente, descubrió la sexualidad infantil. Asimismo, detectó la importancia de lo que Javier llamó “zonas corporales de pasajes y bordes”, como los ojos, la boca, el pezón, las manos, el ano, los genitales y la misma piel. Estas zonas del cuerpo son pasajes entre el adentro y el afuera; son lugares de intercambio, de recibir y dar objetos. El cuerpo es una banda con bordes, mismos que movilizan la sexualidad. Además, Freud descubrió que la sexualidad no comienza con la genitalidad adulta y observó que la excitación, los deseos, los objetos y los vínculos se movilizan en torno a estas zonas. Estas interacciones causan fijaciones y Freud lo articuló conceptualmente en su teoría del desarrollo psicosexual de lo oral, lo anal y lo fálico.
Particularmente, en la etapa que Freud llamó fálica, los niños y las niñas viven la excitación fálica. La niña experimenta la excitación del clítoris y también de la vagina. Sin embargo, el clítoris, por el problema de la visibilidad, se vive como un falo. El falo no es lo mismo que el pene orgánico. Por esta razón, Javier propuso que entre el falo masculino y el falo femenino hay un problema de visibilidad. A la mujer no le falta un pene, tiene su propio órgano, pero eso aún no lo ha representado la niña. Además, Javier mencionó que el pene no es el falo y, por tanto, el niño también está en falta. Una imagen del falo es el pene erecto. Los niños y los hombres no tienen el pene erecto todo el tiempo. El pene que no es el pene erecto es sinónimo de castración. Entonces, no se trata de una oposición hombre-mujer, sino más bien una oposición de fálico-castrado. Esta oposición pone en marcha la mente: tengo, no tengo. Si no hubiera oposiciones, no se daría el desarrollo. Así pues, hombres y mujeres estamos en falta.
En este sentido, resulta relevante mencionar que el Edipo es “complejo”; hay cruces emocionales y las relaciones están muy cargadas y son intensas. La idea de Edipo positivo y Edipo negativo deja ver toda esta complejidad en el campo de la bisexualidad, del deseo y lo que éste mueve. Para pensar en la importancia del Edipo negativo en el niño, Javier explicó que hay padres que son incapaces, por razones psíquicas, de establecer una relación amorosa con su hijo, y enfatizó que es importante que el padre se permita el contacto corporal y emocional. El hijo debe poder investir al padre, amar y sentirse amado. Cuando el niño experimenta el conflicto edípico negativo, es decir, el deseo homoerótico por el padre, lo inviste, lo ama y lo desea. El padre se lo debe permitir, porque esto mismo sostendrá la identificación con este padre, es decir, la identificación masculina en la resolución edípica. No sólo la niña recibe el pene como regalo del padre, también el niño. La diferencia es que, para la niña es el bebé, y en el niño es el pene propio. Si el niño no recibe ese regalo del padre, puede impulsarse a buscarlo en los hombres a lo largo de su vida.
Siguiendo a Freud en la idea de series complementarias, Javier señaló que la concepción de los cuerpos va cambiando con el paso del tiempo. Esta concepción incide en la crianza de los niños, pues los padres representan la cultura y, por tanto, un discurso del cuerpo. Los padres tienen incidencia e influencia en la conflictiva edípica. No hay nada que esté fuera de contexto. Por esta razón, no podemos separar la noción de la sexualidad del contexto histórico-cultural. Lo que persiste ligado a lo edípico es un juego fálico, en algún lugar hay prohibiciones y en algún lugar cae el límite. Por otro lado, un límite excesivo provoca la neurosis. Debe haber castración, pero una que permita el juego, que posibilite el movimiento. El “no” tiene que estar colocado en algún lugar, no en todos los lugares. Si eso pasa, no hay vida, no hay posibilidad.
En conclusión, la sesión con Javier no sólo fue una clase, sino una experiencia de aprendizaje. Agradecemos su generosa participación y reconocemos su capacidad para enlazar la teoría freudiana con la realidad contemporánea. Esta clase ejemplifica el compromiso de nuestra institución con la excelencia académica y la actualización constante de nuestros contenidos. La participación de expertos como Javier García enriquece nuestro programa y ofrece a nuestros alumnos una formación de primer nivel, conectada con los debates y desarrollos vigentes en el campo psicoanalítico.