Visión psicoanalítica de las adicciones

Por Ana Livier Govea Leal

 

Etimológicamente, la palabra “adicción” significa ‘aquello que no puede ser puesto en palabras’. Por lo general, al hablar de adicciones hacemos referencia al consumo de una droga, es decir, cualquier sustancia que altera una o más de las funciones del organismo y que no es necesaria para la sobrevivencia.

A lo largo de la historia de la humanidad, estas sustancias, cuyos primeros efectos son placenteros, han sido utilizadas con fines recreativos. Y es que, en la mayoría de los casos, quien experimenta con una sustancia desea volver a consumirla por el placer que esta le provoca.  

No todas las personas que alguna vez consumieron drogas se vuelven adictas a ellas; sin embargo, todas las personas que padecen una adicción consumieron alguna sustancia de forma inicial. Ahora bien, al hablar de consumo de sustancias, debemos distinguir tres niveles de consumo, los cuales tienen características distintas:

– El primer nivel es el uso de la sustancia y hace referencia a una condición “experimental”, social o recreativa.

 

– El segundo nivel es el abuso, donde la persona comienza a sufrir problemas en cualquier ámbito de la vida, ya sea laboral, escolar, familiar, de pareja, de salud, económico, etcétera. El sujeto que abusa de una sustancia aún no es dependiente de ella; sin embargo, es un indicador de riesgo importante que aumenta las posibilidades de padecer una adicción o dependencia propiamente dicha.

 

– El tercer nivel es la dependencia. La persona dependiente de la droga requiere más sustancia para tener los mismos efectos que antes conseguía y padece del síndrome de abstinencia: un conjunto de signos y síntomas significativos a nivel clínico, que aparecen cada vez que se disminuye o se interrumpe la dosis, junto con un patrón de uso compulsivo, es decir, la necesidad inaplazable de consumir continuamente la droga.

 

Ahora bien, pese a que la adicción es un tema que debe ser abordado de forma plural y entendido en su carácter multifactorial, veamos cuáles son algunas de las aportaciones del psicoanálisis al terreno de la comprensión de las adicciones. ¿La adicción es un síntoma que abarca una pequeña parte de la personalidad o se puede entender como una estructura que engloba la totalidad de la personalidad del sujeto? ¿La adicción encubre algo de lo no dicho o es lo que predomina en la mente del sujeto?

Sigmund Freud pensó el desarrollo mental del individuo en función de sus etapas: la mente se desarrolla en tareas o logros por cumplir y, en cada etapa, tenemos un impacto o evento “traumático” que enfrentar. Pensemos que, en un primer momento, es el destete: todos los niños y bebés tienen que enfrentar el nacimiento y el destete; sin embargo, hay algo constitucional que depende de cada individuo, es decir, algo con lo que cada uno nace, que va a permitir (o no) que ese evento impactante sea más llevadero o menos terrorífico.

Con el destete se “pierde” parte de la protección, atención y cuidados maternales de un momento muy primitivo en la vida. Esta etapa oral conlleva el evento traumático de la separación. Es muy importante definir estas situaciones porque las adicciones están relacionadas con la oralidad. Freud piensa que en ellas se produce la ansiedad ante la separación. Lo importante radica en distinguir el tipo de angustia del cual se trata.

Posteriormente, en la etapa anal, alrededor del segundo año de vida, hay diversos conflictos que se deben resolver cuando el niño tiene que controlar sus esfínteres para retener o evacuar sus desechos. Si el niño retiene las heces, mamá se preocupa y va a estar al pendiente; entonces, el niño se da cuenta de que, con ese control de esfínteres, logra tener también a la madre controlada y, de esta manera, captura su atención. Retener o evacuar se vuelve un conflicto, porque lo que imagina el niño es que él controla al adulto y que él hace lo que quiere. En esta etapa, el conflicto viene cuando el niño se da cuenta de que no controla a mamá en realidad y acontece la rivalidad: “No tolero que las cosas se tengan que hacer como tú digas; tienen que ser como yo digo”.

Aparece, después, la etapa fálica, el momento del conflicto edípico: el niño ya pasó por los momentos previos y llegó la hora de enfrentar que papá sí puede y él no: papá es potente y capaz, mientras que él es incapaz e impotente; papá logra conquistar a mamá y él no. Algunos conflictos de esta etapa se centran en la diferenciación entre los sexos, la competencia y comparación con el padre del mismo sexo y la ansiedad de castración, es decir, de incapacidad.

Estos tres tipos de emociones y ansiedades frente a la separación, la humillación por no controlar a nadie y la castración, son algo que todos experimentamos, pero que toleramos y elaboramos de distintas maneras. En las adicciones, la sustancia sirve al sujeto para evitar contactar con estas ansiedades y anestesiar, de algún modo, el cúmulo de emociones relacionadas con dichos conflictos. Esto dependerá de la estructura de la personalidad del sujeto y del ambiente circundante. Por ejemplo, puede ser que un adolescente consuma sustancias por rivalidad o rebeldía. Otro puede consumir debido a intensas ansiedades de separación con la madre, por lo que la droga será ese sustituto materno y, a su vez, la condición flagrante de asegurar la mirada y preocupación constante de una madre que no lo dejará nunca.

Por eso, el psicoanálisis piensa que la adicción puede ser, en ocasiones, entendida como un síntoma, lo cual nos lleva a preguntarnos qué situación emocional vital condujo al sujeto a consumir cierta sustancia y cuáles son los conflictos no resueltos que tiene. Las drogas o el alcohol pueden generar sensaciones con las que el sujeto se siente francamente bien, con sensaciones magníficas y todopoderosas, que lo hacen creer que los problemas “desaparecen”. Pero, cuando la dependencia a una sustancia se instala, tendríamos que preguntarnos cuáles son las motivaciones que encubre el consumo y cuáles son aquellas ansiedades y emociones dolorosas que son tan difíciles de contactar que prefiere anestesiarse.

Cabe resaltar que la farmacodependencia tiene una explicación interdisciplinar, por su origen multifactorial, ya que en ella intervienen aspectos biológicos, sociales, familiares y psíquicos que dan cuenta del problema. Por tal motivo, los casos más graves requieren de un tratamiento integral y multidisciplinario. 

 

Referencias:

Freud, S. (1992). Tres ensayos de teoría sexual. Obras completas (vol. 7). Amorrortu editores. (Obra original publicada en 1905).

Domínguez, M. (2012). El adicto tiene la palabra. El fundamento metapsicológico de las adicciones. Noveduc.

Píngaro, N. (Ed.). (2014). Adicciones. Una mirada psicoanalítica actual. Ricardo Vergara.

 

 

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