Tecnología-internet y emociones ¿Mundos opuestos o complementarios?
Por Laura De La Torre
“Divide et impera”
Cayo Julio César
Lo primero que viene a nuestra mente cuando pensamos en “tecnología” suele ser una serie de objetos, como si la tecnología fuera solo un ente que está ahí sin algún resultado. Es decir, solemos dejar fuera el proceso en el que se desarrolla la misma. La tecnología no es un objeto sino un proceso. El hombre la ha desarrollado a lo largo de su existencia. ¿Quién diría que en un momento de la historia los palos y las piedras unidos por un pedazo de cuerda fueron una vanguardia tecnológica? De hecho, las herramientas rudimentarias para cazar, las herramientas para poder dominar el fuego así como la rueda, la imprenta y el motor a vapor forman parte del proceso del desarrollo tecnológico que da entrada al Internet.
Por otra parte, curiosamente igual que con la tecnología, las emociones también se sobresimplifican. Si pensamos en felicidad, muchas personas pensarán en una carita feliz (happy face), en tanto que tristeza la representarán con una carita con lágrimas y con la comisura de los labios hacia abajo. Aunado a estas imágenes caricaturizadas de las emociones, se suman la aceptación y el repudio a ciertas emociones que culturalmente se han formado. En general, estas se han clasificado en negativas y positivas, perdiendo de vista su profundidad, complejidad e intensidad, y se han diluido en su cualidad inherente al ser humano.
El punto de unión entre estos dos mundos, la tecnología y las emociones, es el ser humano. Es decir, ambos se dan en el ser humano y gracias a él. No son mundos opuestos. Si bien la recomendación táctica del César es dividir para vencer, esto indudablemente conlleva la posterior integración y asimilación. Melanie Klein, psicoanalista inglesa, postula dos fases en las que el ser humano oscila constantemente: una en la que divide y la otra en la que integra. Para ella y otros teóricos, lo patológico es cuando se congela la oscilación y se queda dividiendo o se estaciona en la “integración” o síntesis.
Por lo anterior, pasar de las cosas, de los objetos y de las imágenes a observar todo el proceso y la complejidad que implican tanto la tecnología como las emociones, en un ir y venir, es la apuesta de este curso. Los objetivos son explorar cómo el ser humano se va adueñando de la virtualidad y de sus emociones, a ratos sintiéndose capaces y familiarizados con dichos fenómenos y a ratos como extranjeros en tierra de nadie; echar un vistazo a las convergencias y divergencias de las realidades virtuales, internas y externas; y observar cómo el ciberespacio brinda una sensación de control omnipotente, induce a la seducción de manipular la realidad y despierta pasiones y emociones en la realidad (interna, externa y virtual).