¿Son diferentes los pacientes del siglo XX a los del siglo XXI?

Por Laura De La Torre

Un pequeño preocupado por cómo vienen los niños al mundo, con algunos problemas después del nacimiento de su hermana, sufre de pesadillas y algunos cambios de humor. Sus padres hacen un pedido terapéutico, ¿esto sonará a un paciente del siglo XX o XXI?

Antes de responder la anterior pregunta, hagamos un breve recorrido por la historia. Podemos identificar al siglo XX, también conocido como el “siglo de vanguardización”, como un periodo que se caracterizó por múltiples avances en Medicina, ciencia y tecnología. Basta recordar que fue en dicho siglo cuando la electricidad llegó a las ciudades, lo cual abrió paso a la invención del fax, el teléfono, la radio, la televisión, las videoconsolas, etcétera. En otros campos, las aerolíneas, las armas nucleares, los vuelos espaciales e incluso el primer alunizaje tuvieron un gran desarrollo. La ciencia y medicina, por su parte, legaron la teoría de la relatividad, los antibióticos, anticonceptivos y los trasplantes de órganos, así como avances a la clonación. Un lado amargo de este periodo histórico se reconoce en las crisis humanitarias originadas por los regímenes totalitarios de la Primera y Segunda Guerras Mundiales. Había grandes ilusiones y esperanzas en el nuevo siglo.

El siglo XX, en breves palabras, se ha caracterizado por ser la era de la digitalización, la globalización y la información. Por lo tanto, si hacemos una breve reflexión, lo que se ha transformado a gran velocidad son las herramientas del ser humano, es decir, se han desarrollado instrumentos más avanzados para que las personas puedan dedicarse a lo externo, pero ¿qué pasa con lo interno?, ¿qué sucede con la mente del ser humano?¿Realmente es tan diferente el paciente o el ser humano del siglo XX al del siglo XXI? La confusión se origina cuando se equiparan los avances externos a los internos.

Por ello es importante recordar que el método psicoanalítico está hecho para la exploración del mundo interno. El padre de este análisis legó la vía de investigación de los eventos traumáticos del paciente. La asociación libre y la vía regían al inconsciente ‑también conocidos como sueños‑, los cuales fueron parte de la técnica revolucionaria propuesta por Freud. Con ésta planteaba la exploración de la psicosexualidad humana, abriéndose paso al mundo inconsciente. Uno de sus casos más conocidos fue el del pequeño Hans, cuyas particularidades concuerdan con las mencionadas al inicio de este artículo. Da la impresión, entonces, de que las angustias que aquejaban al chico siguen conflictuando a padres e hijos actualmente. Por esta razón, no me parecería aventurado comentar que en el consultorio nos llegan muchas Ana o Hans y Lucy.

La cuestión no es negar el paso del tiempo o los grandes avances que han ocurrido, sin embargo, algunas veces se confunden los cambios internos con los externos. Las teorías y las herramientas han progresado, por lo que, ¿no será que es esto lo que nos permite observar o notar cosas que antes nuestra “lupa” nos impedía, por falta de nitidez? Gracias a que nuestro instrumento de trabajo y las teorías posteriores a Freud nos conceden explorar otras partes de la psique, ahora vemos que los pacientes de Freud no eran tan neuróticos como se pensaba. ¿O será que la rapidez de los cambios externos ha modificado la mente humana de manera radical? La respuesta no es sencilla, pero por ese motivo habrá que seguir puliendo la lupa.

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