Soledad, tristeza y vacío: problemas de la clínica psicoanalítica contemporánea

Por Nadezda Berjón

Estos tres conceptos se entrelazan al hablar de depresión, pero también están presentes en las adicciones, los trastornos de alimentación, la crisis adolescente, los trastornos narcisista y borderline, etc. Asimismo, podemos detectarlos en la vida cotidiana, ya que todos nos sentimos solos, tristes y vacíos cuando se presenta una ruptura, pérdida, cambio o quizá en un día cualquiera, sin motivo aparente. Entonces, ¿cuál es el eje sobre el que comprendemos la naturaleza de dichas emociones subjetivas? ¿Qué proporciona una pista para distinguir entre una respuesta natural y un estado mental de conflicto?

Los tres, como estados emocionales subjetivos expresados en un “me siento triste” (aunque otros no lo noten), “estoy tan solo” (aun rodeado de gente cercana) o “siento un hueco, algo me falta” (a pesar de una vida plena en vínculos y proyectos), que muestran una trama imperceptible e intangible a ojos de otros, e incluso para uno mismo.

Desde la perspectiva psicoanalítica, hay varios conceptos que ayudan a pensar en lo clínico. Una muestra es el eje “construcción de objetos internos o su ausencia” como punto de partida.

 

Presencia del objeto/representación

Como resultado de las pulsiones respecto a la presencia del objeto (ejemplo: quedarse solo por no tolerar la envidia, celos y rivalidad respecto a la escena primaria; tristeza por separarse de objetos de amor y anhelar su presencia o sentir desamparo; vacío por destrucción interna). Proviene de teorías que toman en cuenta el conflicto psíquico. El objeto está presente, gratifica, hay representación objetal; por lo tanto, se puede pelear con él, luchar por él, batallar, negar las separaciones, fantasear en su ausencia, usar la simbolización (Segal, 1957; Reed, 2009).

La presencia de los objetos internos proviene de un modelo de la mente centrado en el conflicto psíquico, ya sea entre instancias (Freud) o emociones (Klein, Meltzer), entre otros. Implica la existencia de representaciones mentales mediante la identificación o introyección, así como de pulsiones que desde el interior guían fantasías para expresarse. Una vez que los objetos se encuentran dentro de la mente, inicia el abanico de posibles interacciones con ellos.

Entonces, podemos observar la dinámica entre las pulsiones amorosas versus las agresivas, destacando qué es lo que predomina y cómo es tratado el objeto; cuál es la respuesta ante las separaciones y las pérdidas, si se insiste en retener al objeto, identificarse con él o si acaso el enojo es tan grande que el objeto es destruido, entre otros.

Por ejemplo, Klein (1952) señala que, en el duelo normal, el objeto y el vínculo con éste se conserva en el mundo interno, por lo cual la soledad y el vacío no están presentes. Sin embargo, las separaciones producen enojo y frustración, por lo que es difícil mantener al objeto dentro si se está molesto con él. La persona sentirá tristeza y vacío si cree haber dañado a sus objetos internos. Se sentirá sola si sus objetos internos no le proveen compañía. El objeto bueno se pierde por los propios ataques y se sostiene cuando se le cuida, conserva, cuando se tolera la separación sin enloquecer de odio. Entonces se puede tener un objeto interno que brinda amor, acompaña, aporta seguridad.

 

Ausencia del objeto/falta de representación

Se refiere a teorías que estudian la ausencia de representaciones de objetos primarios por fallas en el ambiente. Por ejemplo: Green y la madre muerta; Winnicott y las inconsistencias en el cuidado materno. Este constructo parte de la idea de un déficit esencial. No se puede atacar a quien no está, quien no se logró construir (Reed, 2009).

Green (1972, p. 99) retoma a Winnicott sobre la imposibilidad del niño de usar el espacio potencial para reunirse de otra forma con el objeto. El espacio transicional, también llamado virtual o potencial, es el espacio entre la madre y el bebé. Será llenado por los deseos, pensamientos y palabras del niño. Volcará en éste la representación de la madre. Si el vínculo fracasa, el espacio queda sin ocuparse, llevando al vacío simbólico o agujero psíquico. Winnicott las llamó “patologías del espacio transicional”. Acá se refiere al vacío estructural producto de una interrupción en el desarrollo mental (Bautista Navarro, 2016, pp. 386-387).

Reed (2009) retoma a Winnicott y a Green respecto a cómo las ausencias prolongadas de la madre llevan a la imposibilidad de crear representaciones internas de ella, llevando a la decatectización del objeto.[1] Cuando la madre falla, no se logra mantener el nexo objeto-satisfacción. Se retiran las catexias, se disuelven las conexiones y se quita el sentido. Cuando se presenta una tensión interna, sumada a la falta de satisfacción desde el exterior, la mente lo niega, queda en blanco, desconectando todo sistema. Blanco como vacío, ausencia de representación.

Conclusión

La técnica psicoanalítica se enriquece si considera estas diferencias estructurales: cuando el paciente comenta que se siente solo, ¿es por ausencia de objetos internos o porque se les ha atacado y se vive como pérdida? ¿Pudo el analizando usar el espacio potencial y usarlo para simbolizar, crear, producir?, ¿o el espacio es sinónimo de vacío, hueco infértil en tanto no conecta con el otro? Al interpretar, ¿podemos ir al contenido en el que el conflicto es protagonista o debemos ir a la forma, a observar y posteriormente relatar una mente en fragmentos que evacua y pierde sus contenidos o se adhiere a otro que los produzca? Muchas son las líneas de trabajo que pueden llevarse a cabo considerando éstas y otras variables, en tanto cada paciente y en cada sesión implican un enigma nuevo por abordar.

Referencias

Bautista Navarro, J. (2016). Diccionario conceptual André Green. Buenos Aires: Lugar.

Green, A. (1972). De locuras privadas. Buenos Aires: Amorrortu, 1990.

Klein, M. (1952). Algunas conclusiones teóricas sobre la vida emocional del bebé. En Obras completas de Melanie Klein, 3. Buenos Aires: Paidós, 1975.

Laplanche, J., y Pontalis, J. (1996). Diccionario de Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.

Reed, G. (2009). An Empty Mirror: Reflections on Nonrepresentation. The Psychoanalytic Quarterly, 78(1): 1-26.

Segal, H. (1957). Notes on Symbol Formation. Int. J. Psychoanal., 38: 391-397.

Winnicott, D. W. (1971). Realidad y juego. Buenos Aires: Gedisa, 2012.

[1] Según Laplanche y Pontalis (1996), “la catexis hace que cierta energía psíquica se halle unida a una representación o grupo de representaciones, una parte del cuerpo, un objeto, etcétera” (p. 49).

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