Sexualidad femenina
Por Beatriz Elías Dorantes
No cabe duda que desde los inicios del psicoanálisis el interés por lo femenino ha sido central y el tema se ha tratado más que en ninguna otra disciplina. Sin embargo, la teoría psicoanalítica sobre lo femenino ha sido criticada, en parte, porque el enfoque freudiano ha sido considerado machista por los movimientos feministas de todos los tiempos por haber propuesto la envidia al pene como condicionante de lo femenino. Muchos autores después de Freud abordaron el tema de la sexualidad femenina desde diferentes posiciones teóricas tratando de dar respuesta a la pregunta de cómo se constituye lo femenino, que para el padre del psicoanálisis fue tan problemático resolver.
Es interesante reflexionar acerca del tema de lo femenino desde el ángulo psicoanalítico; para ello se pretende hacer un recorrido por las obras de Sigmund Freud (1856-1939) para intentar comprender algunos de sus planteamientos.
Iniciemos con un poco de historia. En la época victoriana, durante los siglos XVIII y XIX, las conductas sexuales no sólo eran inapropiadas, sino cuasi demoníacas. Existían reglas rígidas respecto a la conducta de las mujeres, quienes estaban condenadas a una vida de castidad y virtuosismo. Consideradas frágiles y delicadas a la sombra de los hombres, lamentaban la falta de aquello que les fue negado: el pene.
A pesar del discurso del siglo XIX sobre la frigidez de la mujer, Freud siempre dio por sentado que la mujer es un ser sensual igual que el hombre, e igualmente sensible a los estímulos eróticos (1890). Sin embargo, en sus escritos anteriores a la Primera Guerra Mundial, sugiere una superioridad masculina. Sostenía, por ejemplo, que el impulso sexual del hombre era más fuerte que el de la mujer.
En su libro Tres ensayos de una teoría sexual (1905), Freud elabora el mito de Edipo y el complejo de castración. Pensaba que la energía sexual era de naturaleza masculina y que las actividades masturbatorias de las niñas eran igualmente de carácter masculino. Describirlo como masculino sólo significaba que era activa.
En estos años pensaba la evolución sexual en niños y niñas como fenómenos paralelos, creía que, como seres sexuales, hombres y mujeres eran similares y que la diferenciación resultaba de las presiones sociales.
En la década de los veinte, Freud hace cambios importantes a sus teorías, y la teoría de la sexualidad infantil y la feminidad no quedaron exentas. Por esas fechas ya no estaba tan seguro de que la historia psíquica de los hombres y las mujeres fuera tan similar. Propuso una polémica concepción de que la niña es un niño frustrado y la mujer un hombre castrado.
En 1923, en el texto “La organización genital infantil” describe la fase fálica, en la que para los niños no hay otra representación de la diferencia de los sexos que el órgano genital masculino. En esta fase la percepción del órgano del varón hace a la niña sentirse acomplejada y castrada. Para Freud la niña no nace mujer, sino que se hace.
En 1925 escribe “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos”, aquí plantea que la diferencia entre los genitales de niños y niñas provoca que el desarrollo psíquico de cada uno sea distinto, especialmente en el caso del complejo de Edipo, la ansiedad de castración y la formación del superyó.
En cierto sentido esta divergencia equivale a la diferencia entre una castración realizada y una amenaza de castración. Propone que el complejo de Edipo en la niña, que se refiere al deseo de tener un hijo del padre, surge como resultado del descubrimiento de su falta de pene.
El complejo de castración adquiere un lugar central, ya que se vuelve el pivote a partir del cual cada una accede a su propio sexo. Ejemplos de complejo de castración en las mujeres pueden ser: cuando usamos tacones para sentirnos a la altura, cuando exigimos que nos paguen la cuenta, cuando vemos la injusticia de género en toda situación, etc. Gracias a él podemos tomar nuestro lugar en la relación sexual y en la vida social. Desde este momento para Freud “anatomía es destino”.
En sus últimos escritos sobre la feminidad, Freud (1931 y 1932) se replantea la incógnita sobre lo que lleva a la mujer a desear a los hombres y abandonar su primer objeto de amor. En estos dos textos Freud señala mucho más puntualmente las tareas que considera debe hacer la niña para devenir mujer y las consecuencias que puede sufrir en el camino. Al final para Freud la mujer comienza y termina siendo “un continente negro”.
La mujer como enigma, la pregunta sobre qué quiere una mujer o qué es ser mujer, en tanto algo que no puede ser comprendido, interesa tanto a hombres como a mujeres y vale la pena estudiarlo y pensarlo. Diversas e interesantes son las cuestiones abordadas por Freud y retomadas por otros autores contemporáneos sobre la constitución de la identidad sexual del ser humano en general y de la mujer en particular.
Referencias
Freud, S. (2013a). Tratamiento psíquico (tratamiento del alma). En Obras completas, 1: Publicaciones prepsicoanalíticas y manuscritos inéditos en vida de Freud (1886-1899) (pp. 111-132). Buenos Aires: Amorrortu. (Obra original publicada en 1890.)
───── (2013b). Tres ensayos de teoría sexual. En Obras completas, 7: Fragmento de análisis de un caso de histeria (caso “Dora”), Tres ensayos de teoría sexual, y otras obras (1901-1905) (pp. 109-224). Buenos Aires: Amorrortu. (Obra original publicada en 1905.)
───── (2014a). La organización genital infantil. En Obras completas, 19: El yo y el ello, y otras obras (1923-1925) (pp. 141-150). Buenos Aires: Amorrortu. (Obra original publicada en 1923.)
───── (2014b). Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos. En Obras completas, 19 El yo y el ello, y otras obras (1923-1925) (pp. 259). Buenos Aires: Amorrortu. (Obra original publicada en 1925.)
───── (2017). Conferencia 33: La feminidad. En Obras completas, 22: Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, y otras obras (1932-1936) (pp. 104-125). Buenos Aires: Amorrortu. (Obra original publicada en 1932.)
Gay, P. (1988). Freud: una vida de nuestro tiempo. Barcelona: Paidós.