Separaciones en el tratamiento psicoanalítico: ¿qué provocan en los pacientes?
Por Magaly Vázquez Velázquez
La relación entre paciente y terapeuta va más allá de una relación exclusivamente profesional, ya que, al igual que todo vínculo humano y cercano, implica el despliegue de fenómenos variados.
Las condiciones en las que se desarrolla el proceso analítico, sobre todo aquellas relacionadas con la estabilidad y el ritmo constante de las sesiones, además de la actitud tanto de neutralidad como de abstinencia por parte del analista, permiten que en la figura de este último se depositen emociones, fantasías y aspectos tanto amorosos como agresivos de la relación del paciente con sus primeros objetos. Es lo que llamamos transferencia y, aunque es un fenómeno presente en todas las relaciones humanas, en psicoanálisis se utiliza como una de las herramientas fundamentales para conocer el mundo interno del paciente y la forma en la que se vincula con otros.
Gracias a los psicoanalistas que teorizaron sobre el desarrollo temprano tenemos conocimiento de que la relación del bebé con su madre atraviesa por distintos momentos. Primero, este no tiene noción de ella como un individuo, sino como parte de sí mismo. Sin embargo, conforme va creciendo se da cuenta de que necesita y depende de ella para cubrir sus necesidades tanto físicas como afectivas, por lo que su ausencia despierta una sensación de angustia, abandono y desvalimiento. Asimismo, el bebé o el niño pequeño fantasean que la madre puede estar ocupándose de otros en su ausencia, por lo que también se siente celoso y enojado con la imagen de un tercero que interfiere en su relación exclusiva. El niño progresivamente tendrá que ir tolerando la separación con la madre al incorporarla en su mente como una función de contención y cuidado que vienen desde dentro, lo cual es muy importante tanto para el desarrollo psíquico como emocional. Sin embargo, es un proceso que conlleva dolor y pone en marcha distintos mecanismos de defensa. Al igual que otros fenómenos psíquicos, las ansiedades de separación se reactivan durante toda la vida frente a la ausencia del objeto amado.
En el contexto del tratamiento psicoanalítico, las separaciones que ocurren entre sesiones, fines de semana y vacaciones reactivan este tipo de ansiedades junto con fantasías y emociones diversas que dependen de factores como la estructura mental del paciente y el momento del tratamiento. A su vez, ya sea que se trate de un niño o un adulto, este pondrá en marcha mecanismos de defensa que lo ayuden a lidiar con la ausencia del analista, pues como seres humanos luchamos para protegernos del dolor, la soledad y la dependencia hacia otros. Frente al anuncio de las vacaciones, por ejemplo, el paciente puede hacer uso de la identificación proyectiva para deshacerse de la sensación de abandono, celos, exclusión o rivalidad y depositarlas en el analista, por lo que falta a la última sesión antes de interrumpir las sesiones. Otros pacientes pueden utilizar defensas maniacas, como mi pequeña paciente de seis años, la cual siempre, en la última sesión de la semana, me ignoraba, brincaba, bailaba y contaba en voz alta los maravillosos planes para el fin de semana que incluían comer mucho helado y paletas con sus papás; esto la ayudaba a evitar contactar con la curiosidad y los celos de pensarme atendiendo y alimentando a otros niños. Existen también pacientes que pueden mostrarse voraces al contarnos varios sueños con infinidad de asociaciones, con la intención inconsciente de quedarse con el “alimento” analítico solo para ellos; o bien, niños que tratan de postergar la separación y producen muchos juegos o dibujos para que los interpretemos.
Por otro lado, debemos prestar atención a las fantasías que se despiertan al reunirnos con los pacientes de nuevo, ya que muchos pueden tener la sensación de habernos lastimado con sus impulsos hostiles. Recuerdo un paciente que durante las vacaciones pensó que quizás yo me había enfermado porque me escuchó un poco “ronca” en nuestro último encuentro.
Conforme el tratamiento avanza y los pacientes progresan, podrán ir contactando con sentimientos más depresivos frente a la ausencia del analista para después tolerar en mayor medida la separación al internalizar nuestras funciones como parte de sí mismos, lo cual implica un crecimiento psíquico y emocional. Sobre las separaciones y las emociones y fantasías que generan a lo largo del proceso psicoanalítico hablaremos en el diplomado “Duelos, pérdidas, separaciones”
Referencias
Klein, M. (1975), El Psicoanálisis de niños, Buenos Aires, Paidós, vol. 2.
Etchegoyen, H. (2014), “Angustia de separación y proceso psicoanalítico”, Los fundamentos de la técnica psicoanalítica. Buenos Aires, Amorrortu, pp. 528-530.
Meltzer, D. (1970), El proceso psicoanalítico. México, Paradiso.
Segal, H. y O’Shaughnessy, E. (1993), “La transferencia en psicoanálisis de niños”, Psicoanálisis, vol. 15(1), pp. 181-201.