Relatos salvajes de control, triunfo y desprecio

Por Regina Derbez

 

Relatos salvajes es una película argentina de 2014, dirigida por Damián Szifron, que presenta seis cortos, seis relatos, en donde los personajes experimentan las más violentas pasiones humanas. Está disponible en distintas plataformas de streaming. Al verla, no pude evitar pensar en que el hilo conductor de los relatos parece estar formado por los mecanismos maníacos descritos por Melanie Klein.

 

Algo que a todos nos ha pasado es sentir rabia al ir manejando cuando, por ejemplo, un conductor se mete en la fila para entrar al Periférico, e imaginar que uno le dice de todo a ese conductor. Es posible que hayamos fantaseado con tomar revancha digna de la impotencia sentida, por ejemplo, cuando nos ponen la araña en la llanta del automóvil para inmovilizarlo. Quizá, más de uno hemos perdido los estribos frente a un burócrata que “solo está haciendo su trabajo”. Tal vez, también hemos sido groseros en respuesta a una ofensa, o por lo menos, en nuestra cabeza respondimos de cierta manera que nos restituyó de la ofensa sentida. Más de una vez, hemos planeado venganzas atroces frente a la gente que nos ha dañado el narcisismo.

 

La vida es de tal forma que constantemente salimos heridos. Podríamos decir que no somos sino niños hipersensibles, con instintos primitivos, capaces de chocar al coche que se nos metió porque “a mí no me van a hacer eso”. Sin embargo, la mayoría de las veces, no lo hacemos. La venganza se queda en el plano mental, se desarrolla en nuestra cabeza y únicamente se lleva a cabo en nuestra fantasía. El filme argentino resulta interesante porque los personajes llevan a cabo sus reivindicaciones en la realidad externa. Dan ese otro paso: hacer en el afuera lo que la mayoría solo piensa y hace en el interior.

 

Melanie Klein explica que, al salir heridos, hay dos caminos: aceptar el dolor que sentimos y lidiar con él o recurrir a los mecanismos maníacos. Estos vienen en una triada: control, triunfo y desprecio. Por medio de ellos, atacamos al objeto que nos hizo sufrir. Al utilizar esas cartas, no sentimos valoración por el otro y negamos nuestro dolor. Es una manera primitiva de no tramitar el dolor, la pérdida, la humillación o la frustración. Cuando uno utiliza estos mecanismos, se transforma en un ser falsamente crecido, en un ego inflado con fantasías y con palabras vacías como “al fin que ni quería”, “yo soy mejor”, “a mí me hacen los mandados”.

 

En la cabeza, se le resta valor a quien nos hizo sufrir y ese valor lo agregamos a nosotros mismos. El control se ejerce imaginariamente al devaluar al otro. El triunfo se experimenta cuando el yo crece tras añadirse el valor que le restó al otro. El desprecio se establece por medio de esa condescendencia. Estas tres defensas tienen por objetivo negar el dolor y librarse de tener que lidiar con las complejas vicisitudes de la vida. Si pensamos que quien nos lastimó es tonto, nos “liberamos” de sentir el dolor de haber sido lastimados. Se niega también la dependencia, la necesidad de los otros para llevar una vida rica y plena. Si se rebaja a los demás a ser malos e inútiles, entonces no se les necesita.

 

Los personajes de los seis relatos, lejos de enfrentar y tolerar los distintos tormentos que la vida les presenta, recurren a esa salida salvaje. Son relatos salvajes en cuanto a los despliegues de la omnipotencia primitiva, infantil, que por momentos se apodera hasta de los más ecuánimes.

 

Melanie Klein nos muestra que, incluso en la salud, recurrimos a la defensa con la triada maníaca cuando las otras defensas, las más maduras, fallan. Sería algo así como el último recurso disponible. Pienso en el harakiri, el suicidio japonés al que recurrían los samuráis para morir con honor: clavarse una daga en el estómago e irse con dignidad de esta vida. Existe un símil porque, al utilizar las defensas maníacas, uno cree que está dañando al otro, y preservando, al mismo tiempo, la propia dignidad. Sin embargo, quien sale perdiendo, en realidad, es uno mismo. Es una forma de autoinfligirse el castigo que pensábamos iría a parar al que nos ofendió. Irónicamente, poseídos por la rabia queríamos matar, pero quien muere es uno.

 

Recomiendo ver esta película. Los personajes son capaces de morir antes que perder; de hacer lo último posible, lo impensable, con tal de sentirse superiores; y de devaluar al otro, sea ese otro la pareja o una institución, del pasado o del presente.

 

Referencias

 

Segal, H. (2010). Defensas maníacas. Introducción a la obra de Melanie Klein (pp. 85-94). Paidós. (Obra original publicada en 1964).

 

Segal H. (2010). La posición esquizoparanoide. Introducción a la obra de Melanie Klein (pp. 29-42). Paidós. (Obra original publicada en 1964).

 

Klein M. (2001). Notas sobre algunos mecanismos esquizoides. Obras Completas. Envidia, gratitud y otros trabajos. (Vol. 3, pp. 10-33). Paidós. (Obra original publicada en 1946).

 

 

 

 

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