Relación paciente-analista: fenómenos mentales y emocionales

Por Magaly Vázquez

Una paciente acude conmigo a su última sesión de la semana, la veo cabizbaja y la escucho con un nudo en la garganta, está ansiosa y tiene dificultad para hablar: “Esta semana ha sido súper difícil de atravesar, estoy harta, siento que ya no puedo con la escuela, ni con el trabajo. No sé por qué”. Permanece callada por un largo rato. Me comienza a inundar una sensación de angustia y de desesperanza con la necesidad de calmarla y hacerla sentir mejor.

¿Cómo se explica uno las emociones que surgen ante las de su paciente? ¿Tiene alguna utilidad tener conciencia o registro de estas emociones? Freud dejó en claro que, desde el primer momento, se establece una relación bilateral y recíproca entre paciente y analista, siendo imposible que este no participe o reaccione frente al paciente. Llamó a estos fenómenos transferencia y contratransferencia. En 1910, la contratransferencia fue descrita por él como la respuesta emocional del analista frente a la transferencia del paciente. Sin embargo, no teorizó mucho acerca del fenómeno contratransferencial y, de hecho, lo consideró como un obstáculo que debía ser removido mediante el propio análisis.

Más adelante, Theodor Reik y otros autores incorporaron ideas sobre la importancia de la intuición y de tener una actitud siempre receptiva, sin embargo, coincidían con el pensamiento de Freud. Es en la década de los años 50 que Heinrich Racker y Paula Heimann redefinen la contratransferencia como un instrumento útil para la comprensión del paciente y del desarrollo del proceso analítico. Sin embargo, Racker advierte que puede operar como un obstáculo si no se le pone la atención necesaria. Por lo tanto, realizó una clasificación de dos tipos: contratransferencia concordante y contratransferencia complementaria: cuando el analista coincida con la apreciación del paciente acerca de algo, lo comprenda y empatice con esto, estaríamos hablando de una contratransferencia concordante. En cambio, cuando el analista experimente una contratransferencia complementaria, esta lo llevará a identificarse con los objetos internos del paciente y a funcionar como estos.

En el ejemplo citado, podrían armarse distintos escenarios desde el sentir del analista. Por ejemplo, como en mi caso, podría invadirlo una sensación de la misma angustia que a la paciente y eso lo imposibilitaría a decirle algo con el intento de calmarla, en lugar de comprender por qué puede estar experimentando esas emociones. O bien, podría definir a la angustia como una reacción exagerada de la paciente frente a lo que le sucede, por lo que, entonces, censuraría o devaluaría su sentir. En ambos casos se incurriría en un error, pues no habría forma de entender lo que en realidad sucede con el paciente.

Ahora bien, ¿empatía es lo mismo que la contratransferencia? No, no son fenómenos iguales. Definiríamos a la empatía como la capacidad para ponerse en el lugar del otro y, de esta forma, comprender sus estados emocionales. Es un concepto que ha estado presente en el psicoanálisis, en la psicología en general y en las humanidades. Además, distintos autores coinciden en que es fundamental que un analista o terapeuta sea empático para comprender lo que le sucede al paciente y para ayudar al desarrollo del tratamiento terapéutico, y a la relación entre ambos participantes.

Sin embargo, al igual que la contratransferencia, la empatía está sujeta a procesos de proyección, introyección y, sobre todo, de identificación proyectiva, por lo que pueden representar un peligro si nos dejamos envolver por estas y las tomamos como eje del proceso. Quizás en este punto pueden ligarse empatía y contratransferencia, tomando el mecanismo de la identificación proyectiva como punto de partida.

Melanie Klein postuló que la empatía surge del desarrollo normal y sano de la identificación proyectiva y, tiempo después, Wilfred Bion afirmó que es un mecanismo en el que ambas mentes se ven involucradas y afectadas, por lo que es una forma de comunicación. Por otro lado, con base en un postulado de Bion, en el que menciona que, dentro de la relación de la madre con su bebé, esta funge como medio que metaboliza las emociones del bebé y le ayuda a darle significado a las experiencias del infante, vemos que así sucede con la contratransferencia, pues es resultado de lo que el paciente no puede tolerar ni metabolizar por sí mismo y necesita que el terapeuta realice esa función.

En el ejemplo mencionado, el registro de haberme sentido sumamente abrumada me permitió, después de un rato, explicarle que hay momentos en los que se siente rebasada por una sensación angustiante e indescriptible que quizá necesita que yo alivie.

En conclusión, dejarse llevar por la empatía o la contratransferencia nos coloca en riesgo de actuar en lugar de interpretar, de gratificar al paciente inmediatamente, de no poder tolerar momentáneamente lo que este necesita que toleremos, así como de repetir una y otra vez la misma respuesta que ha obtenido, hasta ahora, de sus objetos. Es por estas razones que es importante estar en constante auto observación, pues así seremos capaces de comprender desde dónde estamos actuando o interpretando.

Referencias

Bleichmar, N. y Leiberman, C. (2012). Los postkleinianos. Ampliación en la metapsicología. Progresos en la técnica. Presentación. El psicoanálisis después de Freud: teoría y técnica. México: Paidos.

Etchgoyen, H. (2014). Contratransferencia: descubrimiento y redescubrimiento. Los fundamentos de la técnica psicoanalítica. Buenos Aires: Amorrortu.

Kohut, H. (1990). Papel de la empatía en la cura psicoanalítica. ¿Cómo cura el análisis? Buenos Aires: Paidos.

Compartir: