Reducir las distancias mediante el contacto emocional de los docentes
Por Magaly Vázquez
Si bien los recursos tecnológicos han sido los grandes salvavidas durante la situación de confinamiento actual, en donde escuelas, empresas y otros espacios han tenido que cerrar sus puertas para evitar la propagación de contagios, también nos hemos encontrado con el surgimiento de otro tipo de conflictos resultantes del trabajo a distancia.
Todos hemos sido afectados emocionalmente en mayor o menor medida por vernos obligados a permanecer mucho tiempo en casa. Los índices de ansiedad y depresión se han disparado debido a la incertidumbre que nos provoca el panorama actual; no sabemos a ciencia cierta hasta cuándo podremos hacer nuestra vida de forma “normal” ni cuándo volveremos a convivir con nuestra familia y amigos en espacios públicos. Quienes son estudiantes no saben cuándo podrán regresar a las aulas. Aunado a esta incertidumbre, hay familias que se encuentran preocupadas por la situación económica, pues muchos han perdido sus trabajos y otros perciben la mitad de sus ingresos. Asimismo, existen casos en los cuales la salud es la principal inquietud, ya sea porque algún familiar se ha contagiado de COVID-19 o porque son personas mayores o con alguna condición médica delicada. En casos más desafortunados, muchos están atravesando por el duelo de haber perdido a algún familiar.
Es de esperar que a veces no estemos tan atentos y concentrados en el trabajo o en las clases cuando todas estas cuestiones ocupan nuestra cabeza. Por lo mismo, es difícil que nos preguntemos cómo se encuentran los demás a nuestro alrededor. Ha sido común encontrarse en redes sociales historias sobre altercados entre alumnos y maestros durante las clases virtuales: alumnos que no asisten a las clases, que no prenden sus cámaras, que no participan o que no cumplen con sus trabajos y tareas, o bien, maestros molestos o angustiados que tratan de adaptarse al formato de clases remotas, preocupados de que funcione la conexión, que la dinámica sea más interactiva, etc.
Todo esto puede generar una brecha en la cercanía que existía cuando las clases eran presenciales; por ejemplo, las conversaciones casuales y triviales entre los alumnos y profesores en donde ambos podían establecer una comunicación más cotidiana han desaparecido. Es por esta razón que desde hace unos meses Eleia implementó un comité de apoyo emocional en el cual cada profesor llama a cierto número de alumnos cada dos semanas para saber cómo se encuentran y si tanto ellos como la institución pueden apoyarlos en lo que requieran.
Tenemos la idea de que los profesores son únicamente aquellos que transmiten un conocimiento académico que permite el aprendizaje o de que ellos son los representantes de la autoridad; sin embargo, también son figuras con las que sus alumnos podrán identificarse en funciones y capacidades: contención, reflexión, análisis, esfuerzo, disciplina, creatividad, entre otras. Muchas veces detrás de una aparente indiferencia hay un adolescente o joven universitario que se encuentra triste, ansioso o preocupado por cuestiones personales, familiares o económicas. ¿Qué tanto conocemos de nuestros alumnos más allá de su desempeño académico? ¿Sabemos si alguno de sus familiares se encuentra enfermo? ¿Sabemos si disponen de los recursos o el espacio para atender las clases? ¿Sabemos si, además de estudiar, trabajan?
Muchas veces los alumnos confían más en sus profesores que en otras personas a su alrededor. El poder mantenerse en contacto con ellos genera un clima cálido, cercano y empático a pesar de la distancia. Asimismo, abre un espacio de escucha y contención al mostrarles que hay un adulto interesado en lo que les pasa y dispuesto a ayudarlos en la medida de lo posible. Esto funciona como el sostén, la comunidad y la red de apoyo que tanto necesitamos actualmente, pero con la que no todos cuentan.
Por otro lado, los profesores, junto con la institución, también se retroalimentan y se benefician de este contacto, pues escuchar los comentarios de sus alumnos les permitirá poder realizar los ajustes necesarios para mejorar las herramientas utilizadas en clase, así como continuar fomentando un trabajo de calidad a pesar de las circunstancias.