Recomendación literaria «El libro vacío» (1958) de Josefina Vicens
Por Blanca Herrmann
“…soy lo que he sido y seré siempre: un hombre que necesita escribir y vivir encerrado en su cárcel natural e intransferible”. (Vicens, 1958/1986, p. 87)
José García, un oficinista con una vida común de la clase trabajadora, decide escribir un libro. El libro que los lectores tenemos en nuestras manos es el borrador, un primer bosquejo, un vertedero de sus experiencias que será la preparación para escribir un segundo gran libro, el que le dará la fama que sobrevivirá después de la muerte de su autor, el legado para sus hijos. Sin embargo, ese segundo libro no llega a materializarse, sólo existe como un deseo diferido.
A partir del borrador conocemos la monotonía de la vida diaria de García en un entorno mexicano de los años cincuenta (pero que bien podría aplicarse a la segunda década del siglo XXI), a los hijos, a la esposa ama de casa, la aventura amorosa que alimenta la culpa, pero también la ambición de vivir algo nuevo. A todo esto se suma la búsqueda de la trascendencia más allá de la pesada rutina, la introspección humana y el cuestionamiento de cómo se vive la masculinidad. En efecto, García mira a su hijo mayor y se pregunta: “El hombre es… pero, ¿lo sé yo acaso? … yo, José García, tu padre, que a pesar de mis años sigo tan inseguro y asombrado e interrogante” (p. 25). José quiere ser un modelo para su familia, por lo que se compara con sus jóvenes hijos: uno enamoradizo y hambriento por comerse el mundo y el otro enfermizo y débil; ambos llenos de sueños todavía inalterados. Sin embargo, a José se lo han comido ya sus años, por lo que su borrador se convierte en una reflexión que cuestiona cómo funciona él mismo como pieza de la sociedad en el engranaje imperialista que lo oprime día con día.
Josefina Vicens (México, 1911-1988) escribe con maestría acerca de dos enfrentamientos del hombre durante su vida: la hoja vacía y la inevitabilidad de la muerte sin trascendencia. La textualidad funciona como un monólogo interior en el que García da a conocer su día a día y sus sueños truncos, los cuales comienzan con la negativa de sus padres de que se convirtiera en marino, lejos de la indomabilidad del mar abierto y más cercano a la seguridad de la tradición patriarcal. Como único hijo varón, tenía que escoger una profesión estable que pudiera procurar tanto a su familia futura como a sus padres en la vejez, por lo que García se convierte en un contador invadido por “una especie de asfixia” (p. 29) y que sentía el “horror de estar encarcelado, condenado sin remedio” (p. 29).
Sin embargo, la relectura de su propio borrador hace que García caiga en cuenta de que, efectivamente, se ha pasado esperando durante 56 años que su existencia mejore, que la pobreza se acabe, que su hijo menor se recupere. Todo ha sido esperar sin detenerse a vivir su propio presente. La relectura del bosquejo, es decir, de su propio pasado y de su vida automatizada, supone tanto una dura crítica a la imposibilidad de la libertad en un entorno heteropatriarcal como la pregunta final sobre si alguna vez el “hombre medio”, como él lo llama, llegará a la paz íntima o si se pasará lo que resta de sus días esperando que nazca ese segundo libro tan irreal, idealizado y engañoso.
Referencias:
Vicens, J. (1986). El Libro vacío: Los años falsos. SEP/Lecturas Mexicanas. (Obra original publicada en 1958).