¿Qué es la transferencia?
Por Karina Velasco Cota
La transferencia es una de las nociones fundamentales que sostienen y caracterizan la teoría y la clínica psicoanalítica. Si bien, apareció en la historia del psicoanálisis, en primera instancia, como un obstáculo para la cura, no tardó en ser considerada por Sigmund Freud como la más contundente aliada del tratamiento, pues, como él mismo dijo: “nadie puede ser ajusticiado in absentia o in effigie” (Freud, 1912/1991, p. 105). Gracias al fenómeno transferencial, los terapeutas somos capaces de advertir los deseos y emociones que nuestros pacientes han procurado olvidar. Es en el vínculo que entablamos con ellos donde se franquea el conflicto inconsciente que, si bien, pertenece al pasado infantil y temprano, se materializa en el aquí y en el ahora de nuestros consultorios.
Pero ¿qué es y cómo podemos definirla? Heredero de un modelo positivista, Freud tomó prestado el concepto de transferencia de la termodinámica porque se interesó en describir un fenómeno en el cual el paciente es susceptible de trasladar a un nuevo sitio los sentimientos, tiernos y hostiles, que experimentó en la infancia hacia sus figuras significativas; este lugar sería la relación actual con su analista. Así, detrás de la paciente que colabora apacible con su terapeuta, con el deseo de agradarle, posiblemente se esconde la niña enamorada del padre; o detrás del paciente que se opone con tenacidad a las interpretaciones del analista, quizá se atrinchera el niño que contiende con su máximo rival, ya sea un hermano o el padre.
No obstante, gracias al florecimiento de la teoría de las relaciones de objeto y del desarrollo temprano, la noción de transferencia adquirió una relevancia inédita en el psicoanálisis, a tal grado que, hoy en día, ya no es considerada sólo como una reedición del pasado del paciente, sino como la expresión máxima de su situación interna, de su realidad psíquica y sus relaciones de objeto; situación que incluye, de manera inevitable, el pasado, pero que es comprendida en el presente y en la inmediatez del vínculo con el analista.
Entonces, ¿qué utilidad puede tener que el paciente reviva dichos conflictos con su terapeuta? ¿No es acaso nocivo para el tratamiento? Freud, como el gran clínico que era, advirtió que el desenvolvimiento de la transferencia es una situación por la que se atraviesa en todo tratamiento y que, cuando es llevada a buen puerto, es decir, reorientada a sus orígenes inconscientes, el paciente toma consciencia de su vida emocional, de tal forma que puede lograr no sólo el alivio de los síntomas, sino la modificación de su estructura de carácter.
Partiendo de esta óptica, sabemos que la transferencia se activa desde el principio del análisis y que no se trata únicamente de una resistencia, sino de la más fidedigna externalización del mundo interno del paciente, misma que abarca los aspectos conflictivos de su vida, su arsenal defensivo y los aspectos más constructivos, como la capacidad para reparar sus objetos y para sublimar los impulsos.
Así mismo, en el vínculo transferencial ya no sólo conciernen al analista los contenidos de las comunicaciones del paciente, o bien, las referencias directas a su persona y a las figuras del pasado, como lo pensaba Freud, sino también las experiencias que no pueden expresarse a través de las palabras y que, por lo tanto, sólo pueden ser captadas a partir de los sentimientos y fantasías que se despiertan en el analista, como respuesta a la transferencia del paciente. De esta manera, el terapeuta deberá tratar de entender cómo el paciente actúa sobre él y cuáles son las razones para ello. Gracias a esta perspectiva, en la actualidad, sabemos que es importante lo que el paciente comunica, pero también cómo y para qué lo comunica, o en su defecto, aquello que omite y para qué lo omite.
Si bien, el concepto de transferencia ha evolucionado de manera gradual desde que Freud habló de dicho fenómeno por primera vez, conservamos su idea central: la transferencia opera como una resistencia y, a la vez, es el mejor instrumento para la comprensión de lo que le sucede al paciente, así como del campo de la cura. De la misma forma, atesoramos con especial cuidado su más clara advertencia: el terapeuta no debe ceder ante la demanda del paciente. En su artículo “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia” (1915), Freud nos previene del ímpetu del fenómeno transferencial y de la tentación que esto puede representar para el analista, quien conviene que mantenga, por encima de todo, una actitud de abstinencia.
La abstinencia implica, para el terapeuta, renunciar al impulso de querer colmar los deseos infantiles insatisfechos del paciente; esto incluye el deseo de recibir el amor y/o la aprobación del analista, así como su guía y consejo. Ceder ante tales deseos nos pone en riesgo de brindar explicaciones precipitadas, hacerle sugerencias sobre lo que creemos que debe o no hacer, o incluso participar activamente en la sesión, obturando el desarrollo de las asociaciones libres bajo la ilusión omnipotente de que uno sabe qué le pasa al paciente, qué le conviene y qué no.
En el curso “Clínica de la transferencia” abordaremos a profundidad el tema de la transferencia, desde sus inicios hasta su evolución en la clínica psicoanalítica contemporánea, poniendo especial énfasis en la manera en la que, sesión a sesión y minuto a minuto, el analista puede advertirla e interpretarla con el objetivo de ayudar al paciente, de la forma más efectiva y contundente, a comprender su vida emocional y, con ello, a transformarse. ¡No te lo pierdas!
Referencias
Freud, S. (1991). Sobre la dinámica de la transferencia. Obras completas (vol. 12). Amorrortu editores. (Obra original publicada en 1912).