¿Qué entendemos por perversión?
Por Denise Block
La sexualidad en sus formas más oscuras, así como la capacidad para mentir, engañar, estafar y pervertir, en el sentido más amplio de la palabra, son temas que a los seres humanos nos llaman mucho la atención. Esto explica, en parte, la gran cantidad de series televisivas, películas y obras literarias que existen sobre estos temas, en las que se muestran, muchas veces de forma muy literal y explícita, escenas sexuales violentas, el sadomasoquismo, la trampa, el cinismo y las dobles intenciones en algunos personajes.
Podríamos decir que los ejemplos sobran, y ante ellos, los espectadores quedamos invadidos con una sensación de morbo, como niños mirones intrigados que no pueden parar de ver, al quedar capturados y excitados por las escenas más terribles y siniestras.
Pero entonces, habría que cuestionarnos: ¿qué entendemos por perversión? y ¿cómo se comprende desde el contexto psicoanalítico? Al hacernos estas preguntas, entramos de puntillas a un tema que generó controversia y candentes debates, por lo que es importante recordar un poco de su historia: etimológicamente hablando, la palabra “perversión” viene del latín ‘perversio’ que significa ‘la acción de corromper’. Se compone del prefijo ‘per’ (a través de, por completo), ‘versus’ (dando vueltas), más el sufijo ‘ción’ (acción y efecto), por lo que el significado de la palabra implica algo que se corrompe, que se da la vuelta.
En 1905, en los Tres ensayos de teoría sexual, Sigmund Freud, muy influido aún por la tradición psiquiátrica del siglo XIX, consideró perversión cualquier actividad sexual que se desviara de la meta de la reproducción (Reitter, 2013). No hay que perder de vista que, en el mismo texto, afirmó, de manera revolucionaria para su tiempo, que en el ser humano, el objeto de la pulsión es contingente y puede ser cualquiera, a diferencia del instinto en los animales. Lo que quiere decir que la elección de objeto sexual en el ser humano no está determinada por el instinto y depende de las vicisitudes del desarrollo.[1]
Alessandra Lemma y Paul E. Lynch (2015), al igual que muchos otros autores contemporáneos, consideraron que esta definición era exageradamente estrecha, pues si realmente operara de esta manera, la mayoría de nosotros caeríamos dentro del criterio. Lisa Downing (2006), en un artículo muy interesante, traza el desarrollo histórico del concepto de perversión. Piensa que los debates se generaron, en gran medida, por el retiro de la homosexualidad del listado de las psicopatologías del DSM en 1973; ella considera, junto con otros autores, que esta palabra tiene, actualmente, una connotación peyorativa, normativa e incluso punitiva. También resalta las distintas líneas de pensamiento que surgieron, con el tiempo, para dar respuesta a este fenómeno y por el interés de los autores de comprender el funcionamiento de la psicopatología, para así evitar, en la medida de lo posible, las generalizaciones. Una de estas líneas proviene del psicoanálisis francés y toma en cuenta la transgresión, el desafío y la tergiversación de la ley paterna. Muy cercanas a estas ideas, encontramos posturas como la de Chasseguet-Smirgel y Donald Winnicott, quienes retoman el tema de la falsedad, la falsificación y la trampa en el paciente perverso.
Por otro lado, tenemos la línea del pensamiento que encabezan autores como Donald Meltzer y Robert Stoller, quienes ponderan elementos como el odio, la venganza, la destructividad y el sadismo en el perverso. Para ellos, es más importante la motivación de dañar y destruir que las características de la conducta sexual en sí misma.
Otra vertiente del pensamiento toma en cuenta el papel de lo preedípico en la constitución de las perversiones, como es el caso de Margaret Mahler, Charles Socarides y Joyce McDougall, quienes resaltaron la perversión como una forma de defensa frente ansiedades muy arcaicas.
McDougall se interesó por diferenciar la perversidad propiamente dicha, en la que se encuentran elementos de asimetría, abuso de poder, sadomasoquismo no consensuado, sometimiento, entre otros. A partir de esto, denominó las neosexualidades, que son expresiones de la sexualidad que surgen como resultado de fallas en la constitución del yo y del déficit en la capacidad simbólica, dando lugar a un tipo de sexualidad compulsiva, rígida, repetitiva, así como a conductas estereotipadas y adictivas, carentes de imaginación. Esta sexualidad es la búsqueda de un sentimiento de cohesión a través del orgasmo.
Para concluir, se puede afirmar que, psicoanalíticamente hablando, en la actualidad no existe una sola definición del concepto de perversión, ya que contamos con distintas perspectivas que nos permiten abordar este fenómeno complejo y multifactorial.
Bibliografía.
Freud, S. (2013). Tres ensayos de teoría sexual. Obras Completas. (vol. 7, pp. 157-188). Amorrortu editores. (Obra original publicada en 1905).
Downing, L. (2006). Introduction. Perversion, historicity, ethics. En: Dany Nobus, D. y Downing, L. (Ed.). Perversion: Psychoanalytic Perspectives/Perspectives on Psychoanalysis. (pp. 149-163). Karnac.
Lemma, A. y Lynch, P. E. (2015). Introduction: Let´s Talk About Sex. Sexualities.
Contemporary Psychoanalytic Perspectives. (pp. 1-16). Routledge.
Reitter, J. N. (2013). Edipo Gay. La heteronormatividad en el psicoanálisis. Letra Viva.
[1] Comentario de la Dra. Elena Ortiz, en la clase del Doctorado Trastornos de la sexualidad y psicopatía, en el Centro Eleia, septiembre de 2022.