¿Por qué los niños se apropian de cosas que no son suyas?
Son múltiples las fantasías inconscientes, distintas en cada individuo, que están implicadas en la conducta de robo. Desde la necesidad de identificarse con el otro, hasta una fantasía agresiva de apoderamiento y destrucción de lo que alguien más tiene, la conducta visible es el robo, pero la fuerza impulsora es una solamente.
Winnicott en su artículo “El impulso a robar” (1949) específica que existen distintos grados de hurto, por ejemplo, el niño que roba una manzana para comerla o aquel que sustrae objetos de forma compulsiva, ansiosa y sin necesidad; este último comportamiento podría considerarse patológico y la persona sería etiquetada como un ladrón.
Winnicott propone que, en un determinado tipo de robo: “El ladrón no busca el objeto del que se apodera. Busca una persona. Busca a su propia madre, pero no lo sabe […] Un niño que está enfermo en esta forma es incapaz de disfrutar con la posesión de objetos robados. Solo actúa una fantasía que corresponde a sus impulsos primitivos de amor […] La madre puede o no estar allí todavía; puede incluso estar allí y ser una madre buena, capaz de darle cualquier cantidad de amor. Desde el punto de vista del niño, sin embargo, hay algo que falta”.
Pintura hiperrealista del italiano Iván Pili