¿Por qué nos sentimos inseguros?
Por Daniela Bustamante Rosas
Es común que muchas personas busquen ayuda psicológica porque tienden a experimentar sentimientos de inseguridad. Con ello se refieren a una sensación de falta de confianza en sí mismas, dificultad extrema para realizar actividades académicas o laborales, tomar decisiones o mantener algún tipo de relación.
El enfoque psicoanalítico kleiniano ha hecho aportaciones muy valiosas para la comprensión de este problema. Melanie Klein pensaba que los sucesos que ocurren en la vida de las personas están determinados por aquello que ocurre en el mundo interno, el cual se refiere a la vida mental y a todos esos contenidos emocionales y motivacionales que existen en cada ser humano.
En la vida frecuentemente atravesamos por dificultades y pérdidas; todos en algún momento podemos llegar a experimentar sentimientos de inseguridad, por ejemplo, si perdemos nuestro trabajo o sufrimos una ruptura amorosa. Sin embargo, hay personas que viven estas situaciones con mayor dificultad que otras: en estos casos, en los que el sentimiento de inseguridad es recurrente, muy intenso o incluso paralizante, Klein pensaría que existe un fallo en la constitución de un aspecto central de la mente y la vida emocional, que es el objeto bueno interno.
El objeto bueno interno es una construcción mental que se va creando en la vida del niño desde que es muy pequeño; se forma a partir de experiencias que el bebé tiene con su madre o su figura de cuidado principal, tales experiencias se consideran primarias porque ocurren muy al inicio de la vida, se relacionan con cuestiones muy básicas como la alimentación, el contacto corporal y forman la base de los sentimientos de confianza, vitalidad, protección, amor y seguridad.
Un niño que tiene hambre y llora desconsolado, sin saber lo que le pasa, es atendido por su madre: ella lo toma en sus brazos con ternura, lo calma y le da de comer. Hay un cambio drástico en la experiencia del bebé, sus emociones pasan de ser furia, terror y desconsuelo a sentimientos de tranquilidad y seguridad. De que esta experiencia ocurra frecuentemente depende que el niño pueda llevar dentro de sí esa representación de confianza y bondad que necesita para vivir con un sentimiento de vitalidad y seguridad.
Klein pensaba que la presencia de la madre y su calidez no son los únicos factores que se requieren para que el bebé confíe y se sienta seguro. Ella también considera que el bebé tiene su parte en esto, ya que sus sentimientos de furia y odio pueden violentar las intenciones amorosas de la madre: la voracidad, la envidia, la intolerancia a la espera, así como el nivel de irritación y el deseo vehemente de apoderarse del alimento, obstruyen la posibilidad que tiene el bebé para calmarse y para sentirse amorosamente alimentado.
Todas estas descripciones nos remiten a momentos muy anteriores de la existencia. Lo interesante es que tales tipos de funcionamiento continúan operando durante toda la vida, en diferentes tipos de situaciones y relaciones.
Una mujer adulta acude a consulta porque tiende a sentirse insegura, poco creativa, con escasa confianza en lo que hace; últimamente le va mejor en su trabajo pero ella se siente débil. Su madre fue una mujer que trabajó mucho para mantenerla a ella y a sus tres hermanos mayores, estuvo bastante ausente durante la infancia de sus hijos. La paciente reclama constantemente por esta situación y cree que su madre siempre ha sido débil y que debió haber hecho las cosas mejor. Un día sueña que su madre es muy pobre y solo tiene frijoles para comer.
Se observa que la paciente ha tenido gran dificultad para constituir dentro de ella ese objeto bueno de seguridad y confianza. Se puede reconocer que la madre cometió errores, sin embargo, es muy marcado el nivel de exigencia, rivalidad y crítica de la paciente. Si seguimos la explicación kleiniana acerca de los sentimientos de inseguridad, podemos pensar que esta paciente se vive a sí misma con tal desconfianza y debilidad porque le es muy difícil reconocer los aspectos fuertes y protectores de esa madre que lleva dentro de sí.
En el análisis se busca el reconocimiento y fortalecimiento de los objetos buenos internos del paciente (incluyendo la figura pensante del analista). Sin embargo, la intolerancia a la espera y a la frustración, la rivalidad, la envidia y la voracidad, amenazan constantemente con debilitar la función analítica.
Aspectos como la frecuencia de la experiencia de comprensión, la calma que aportan algunas interpretaciones, así como el acrecentamiento de la función pensante, permiten que el objeto interno de seguridad se vaya volviendo más sólido y, que de este modo, la propia confianza en las capacidades mentales y emocionales se fortalezca.