¿Por qué mi hija adolescente ha dejado de comer?

Por Karina Velasco Cota

 

Una de las preocupaciones más grandes que pueden albergar los padres de un adolescente es que éste ponga en peligro su salud o su integridad a través de alguna conducta de riesgo. Sin embargo, no hay ninguna situación que cause mayor perplejidad e impotencia que ver a un hijo o hija elegir no alimentarse y hacer acopio de toda su voluntad para ir en contra de la naturaleza, inclusive hasta el punto de requerir una internación y alimentación asistida.

La Secretaría de Salud del Gobierno de México (2023) reportó, a comienzos de este año, que el 25% de los adolescentes del país padece, en diferentes grados, algún trastorno alimentario, dentro de los cuales destacan la anorexia, la bulimia y el trastorno de atracones. El grupo de mayor incidencia es el comprendido por jóvenes de 14 a 19 años, en su mayoría mujeres.

La anorexia cobra relevancia dentro del espectro de los trastornos alimentarios por el grado de peligrosidad que implica, pudiendo ocasionar no sólo importantes problemas de salud, sino la muerte. La manifestación más importante es una baja significativa en el peso corporal, ya que la persona que la padece se niega, de forma intencional, a comer y a mantener un peso normal mínimo para su edad y estatura. Las pacientes con anorexia (ya que en su mayoría son mujeres) presentan una distorsión en la imagen corporal, suelen negar las graves implicaciones médicas que trae consigo la pérdida de peso (de manera que el tratamiento suele ser difícil) y presentan continuas recaídas antes de alcanzar una mejora. Las consecuencias más graves en la salud, que suelen observarse, son el daño cerebral y endócrino, así como la descalcificación ósea, mientras que la causa de muerte más frecuente es la enfermedad cardíaca.

Comúnmente, se piensa que la anorexia o, en general, los trastornos alimentarios son un mal de nuestra época y tienden a asociarse con los exigentes estándares de belleza y delgadez extrema que, en la actualidad, dominan la industria de la belleza y los medios de comunicación. Algunos estudios recientes, incluso, reflejan un empeoramiento generalizado de la salud mental entre los jóvenes durante la pandemia, provocado por el aislamiento y una mayor exposición a las redes sociales, como Facebook, YouTube, Instagram, TikTok, etcétera.

No obstante, los primeros estudios relacionados con los trastornos alimentarios se remontan a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. En aquel entonces, se hablaba ya de una enfermedad propia de mujeres muy jóvenes, que se caracterizaba por un obstinado rechazo a comer que, en algunas ocasiones, se alternaba con episodios de vómito provocado (hasta alcanzar un grado de delgadez extrema), alteraciones en el ciclo menstrual y, en el peor escenario, la muerte. Si bien, se trata de una enfermedad conocida desde entonces, en realidad, era poco frecuente, de manera que no implicaba una preocupación social, como sí lo es en la actualidad.

Hoy en día, se piensa que, al igual que otros trastornos, la anorexia tiene que ver tanto con aspectos intrapsíquicos como socioculturales. Así como es equivocado descartar por completo la influencia de los medios de comunicación, sobre todo en la población adolescente, lo es también pensar que si una jovencita ha comenzado a reducir su ingesta calórica y a rehusarse a probar alimento, se debe de manera exclusiva al influjo del medio en el que se desenvuelve.

A lo largo de los años, en el terreno de lo intrapsíquico, el psicoanálisis ha aportado interesantísimas teorías sobre los trastornos alimentarios y, a diferencia de la medicina, opta por la exploración de caso por caso y piensa que, detrás del síntoma anoréxico o bulímico, hay una historia, un mundo interno y un funcionamiento psíquico distintos. Mientras que en una joven el dejar de comer podría representar una dificultad en el tránsito adolescente, los cambios corporales y la pérdida del cuerpo infantil, así como un rompimiento con los padres de la infancia, en otras chicas el conflicto será otro.

Antonia, por ejemplo, comenzó una dieta sumamente restrictiva durante la pandemia porque decía sentirse incómoda con su cuerpo, se percibía grande y sus senos le daban tanto asco que le era imposible mirarse desnuda. Sentía como si ese cuerpo “le perteneciera a alguien más” y reconocía que hubiera preferido quedarse con el cuerpo infantil. El síntoma se desató al momento del confinamiento, mismo que la obligó a convivir todo el día con sus dos hermanos mayores, con los que, por cierto, se negaba a tener cualquier contacto físico, por mínimo que éste fuera. Es evidente que Antonia presenta conflictos derivados de los cambios puberales y el empuje de la excitación sexual. Da la impresión de estar muy asustada de sus propios deseos eróticos, sobre todo porque éstos todavía están dirigidos a objetos incestuosos: los hermanos. El conflicto interno de Antonia se intensificó con el confinamiento que trajo la pandemia, por un lado, dificultándole el acceso a objetos exogámicos y, por otro, acercándola en lo concreto a los hermanos.

Pero habrá otras jovencitas para las que rehusar el alimento esté ligado a un conflicto con la feminidad, a raíz de una falla en el vínculo con una madre de la cual no les ha sido posible separarse, o bien, algunas otras que, a través del síntoma anoréxico, parecen abatir la necesidad y la dependencia hacia los objetos parentales que, a la vez y de forma paradójica, se busca controlar y poseer.

Valentina (una paciente de quince años diagnosticada con anorexia) discute con la madre dramáticamente cada vez que, al llegar del colegio, descubre que ésta le preparó su postre favorito. La chica acusa a la madre de querer alimentarla hasta convertirla en una “vaca gorda”. En este caso, pareciera que el síntoma (el rechazo al alimento), es una forma concreta de establecer una diferenciación con la madre y, al mismo tiempo, implica una fantasía inconsciente en la que es alimentada con devoción por una madre que no repara en prepararle sus platillos predilectos, en un intento de hacerla comer algo.

La película estadounidense To the Bone (2017), protagonizada por Lily Collins, retrata la batalla de Ellen, una adolescente de veinte años, contra la anorexia. Destaca una escena en la que la madre de la joven le confiesa no haberla podido alimentar de forma adecuada cuando era bebé y le propone hacerlo en ese momento, como una forma de subsanar su fragmentada relación. Pareciera que se trata de una imagen que intenta retratar la fantasía inconsciente que se esconde tras bambalinas al dejar de comer: volver a una unión primitiva con la madre.

Hay otros autores que destacan la presencia de angustias paranoides en el síntoma anoréxico. Este tipo de angustias conducen a que el alimento sea confundido con algo “tóxico” que, en lugar de nutrir, causa daño. La frase en latín que lleva tatuada Angelina Jolie en el vientre: Quod me nutrit me destruit (Lo que me nutre me destruye), por ejemplo, ha sido tomada como eslogan en las páginas web proanorexia y probulimia. Estos mismos autores consideran que, detrás de este tipo de angustias, predominan sentimientos hostiles que, en el origen, han sido dirigidos hacia los objetos internos y externos, es decir, a los padres reales y a los padres en la fantasía.

Hasta ahora, sólo hemos revisado algunas de las múltiples ideas psicoanalíticas que han sido utilizadas para comprender y atender esta patología. No obstante, habrá que recordar que los trastornos alimentarios, como la anorexia, tienen una etiología multifactorial y, por lo tanto, no pueden entenderse desde una lógica “causa-efecto”, sino como el resultado de diferentes factores: biológico, genético, sociocultural, familiar y psíquico. El tratamiento puede llegar a ser complejo e implica importantes retos para la familia y el terapeuta, ya que la negativa a recibirlo por parte de las pacientes y las recaídas son muy frecuentes.

Además, es importante señalar que se trata de padecimientos que requieren un diagnóstico muy claro y un tratamiento multidisciplinario. Como en todo trastorno alimentario, la anorexia es una patología en la que el cuerpo y la salud se ven seriamente comprometidos, así que, en la mayoría de los casos, se requerirá que el terapeuta trabaje en colaboración con un psiquiatra y, por supuesto, con la red de apoyo de la paciente, incluida la familia. Mientras que, en los casos más graves, el objetivo fundamental será salvaguardar la integridad física de la paciente y prevenir un daño mayor a su salud, a través de un internamiento; en un segundo momento, si lo anterior está cubierto, se podrá abrir el camino hacia una exploración psicoanalítica.

El psicoanálisis ha probado, a lo largo de los años, ser un método efectivo en el tratamiento de algunos casos de anorexia, pero como todo, tiene sus limitaciones. Cada caso puede requerir niveles de atención distintos, aunque los cambios estructurales a largo plazo se logran sólo a través de un proceso psicoterapéutico profundo, en el que se privilegie la comprensión de los significados simbólicos del comportamiento, la comida, el vómito, la delgadez etcétera; elementos que, por difícil que parezca, remiten a un momento temprano en la vida en el que la relación con la madre sirve como base sobre la que se erigen, más adelante, el vínculo con uno mismo y con otros.

Referencias:

Secretaría de Salud del Gobierno de México. (2023). Trastornos de la conducta alimentaria afectan a 25% de los adolescentes. Recuperado el 28 de julio, 2023 de https://www.gob.mx/salud/prensa/004-trastornos-de-la-conducta-alimentaria-afectan-a-25-de-adolescentes

Garduño, M. (2022, 24 de enero). La cultura de la delgadez extrema eleva 300% los trastornos alimenticios. Forbes México. Recuperado el 28 de julio, 2023 de https://www.forbes.com.mx/women-cultura-delgadez-extrema-eleva-trastornos-alimenticios/#:~:text=En%20los%20%C3%BAltimos%2020%20a%C3%B1os%2C%20los%20des%C3%B3rdenes%20alimenticios%20aumentaron%20300,de%20acuerdo%20con%20datos%20oficiales.

 

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