“Only the Others are Old? Psychoanalysis and Aging: Awareness, Denial, Acceptance”
Por Andrea Amezcua Espinosa
Los trabajos del Comité de Salud de la Asociación Psicoanalítica Internacional y del Comité en Envejecimiento visto de la Perspectiva Psicoanalítica dan lugar a foros como el que tuvo lugar el pasado 2 de marzo del 2025. Con el título: “Only the Others are Old? Psychoanalysis and Aging: Awareness, Denial, Acceptance” se realizó un encuentro que versó en torno a la percepción biológica, social, y psíquica del paso del tiempo en la vida humana.
La idea de ir perdiendo capacidades cognitivas, físicas, sociales se entremezclan en el psiquismo de lo cotidiano. Cuando uno mismo se pregunta ‘¿Quiénes envejecen?’ pareciera haber una voz que se apresura a responder: ‘¡Los otros!’, es decir, la ilusión de inmortalidad habita en la expectativa infantil de la mente humana. Son los otros quienes morirán, quienes perderán capacidades, el brillo propio de la estética de la juventud. El envejecer y el morir, aunque no sean lo mismo, están íntimamente conectados, parecen ir de la mano en el ciclo vital; incluso más orgánicamente que el morir joven.
Hay una escena relatada por uno de los ponentes, presente en “Lo Ominoso”, artículo de Sigmund Freud, donde el mismo autor refiere como su reflejo captado de imprevisto en el espejo de un tren en movimiento le regresa a su extrañamiento respecto a su imagen. Freud captó y describió lo extraño que es no reconocerse, lo ominoso presente en su auto-desconocimiento producto de la vejez, del cambio inexorable del tiempo. ¿Quién es el intruso que me mira del otro lado del espejo? Es la respuesta que unifica, según Lacan en el Estadio del Espejo, pero es también aquella imagen que ya no se reconoce de una existencia pasajera y limitada.
Esta referencia freudiana sería complementaria a la perspectiva del pensar la vejez ya sea como un proceso constante e imparable contra un golpe de realidad que se da de un momento a otro. ¿Podrían acaso ser ambos? ¿Los seres humanos caen en cuenta de su corporeidad, que envejece y ha envejecido constantemente, en un momento dado y singular? Sería paradigmático entonces, así como en la infancia se dan los hitos del desarrollo, pensar en los mismos puntos pero ahora en el otro lado del espectro: el deterioro.
El envejecer es también la renuncia a los ideales narcisistas, “no seré más aquello que deseé ser…”; parece que las limitantes del tiempo regresan a los seres humanos a aquella lejana infancia con profundo dolor pero también posible dicha. Es decir, llegar a la última etapa vital, o como se refería otra ponente del encuentro “la edad dorada”, es reencontrarse con los límites del cuerpo, de la historia personal, y más aún de la vida misma. Es además hacer un ajuste de cuentas con lo conseguido y lo perdido, el tiempo ya no actúa como un cómplice silencioso, sino como una presencia cada vez más consciente en la mente del sujeto.
La pregunta de ‘¿Qué estoy haciendo con mi vida?’ cambia paulatinamente a ‘¿Qué hice con mi vida?’ Una cuestión a destacar es que la edad de la vida de adulto mayor no se debe ver idealizada ni devaluada si se quiere adquirir un mayor conocimiento del proceso del envejecimiento. Si bien, fenómenos como la demencia actúan de forma irreversible y trágica, el Comité y los participantes abogaron por una visión integral de la vida donde el ser mayor y morir sean parte de la narrativa propia de la existencia. Aún en el panel dedicado a la demencia se pensó en que quien lo padece padece sigue siendo un sujeto que, aún en necesidad de un cuidador, es el principal agente de su vida. El sentido de sí se rescata con un ambiente que facilite así como en la infancia a crecer y desarrollarse, en la vida adulta mayor se verá reflejado en una buena forma de despedida con dignidad y control de sí.
Asimismo, se destacó que poseer objetos internos con la bondad suficiente para ayudar a las personas a atravesar el dolor de las pérdidas corporales, de las funciones y la redefinición de los esquemas corporales es de gran importancia. El buen objeto interno es aquel que mantiene la presencia cálida y de serenidad aun en las convulsiones del mundo externo. Poder ir entonces más allá de lo concreto con los pacientes que envejecen, es decir, todos, generará un relato de la fantasía propia de dichos consultantes. Así, el evento concluyó con la idea de redescubrir el inconsciente, el mundo de fantasía, las ansiedades tempranas y su conexión con la posibilidad de la muerte y la transmutación propias de la edad mayor.
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