No sólo de pan vive el hombre: alimentación, trastornos mentales y vínculo materno
Gabriela Turrent
Los seres humanos satisfacemos con la comida no solo una necesidad física, sino también emocional. Esto se hace evidente cuando una persona que suele mantener una dieta balanceada consume una mayor cantidad de comida, ingiere alimentos de pobre nivel nutricional o pierde el apetito en aquellos momentos en los que experimenta sensaciones de impotencia, fragilidad o ante la interrupción de algún vínculo. No es raro que nuestros hábitos alimenticios se alteren según el estado de ánimo o los conflictos y ansiedades que se presentan.
Algunos padecimientos mentales como la depresión, la bipolaridad y los trastornos obsesivos se ven acompañados de alteraciones la alimentación. Existen otras enfermedades ‒la anorexia, la bulimia la obesidad o los atracones‒ en donde las perturbaciones de la alimentación constituyen el síntoma principal, afectan la salud física y, en ocasiones, ponen en riesgo la vida.
Ingerir comida a través de la boca constituye la primera experiencia de satisfacción del recién nacido. Al alimentar al bebé, la madre procura su supervivencia, alivia su hambre, establece el primer vínculo emocional y marca el prototipo de las próximas relaciones interpersonales. El ser alimentado, junto con las experiencias de acogimiento y cuidado, aminora las sensaciones de fragilidad y favorece el desarrollo de confianza en uno mismo y en quienes nos rodean.
Al comer, algunos infantes imaginan que se apropian de la madre y de sus capacidades; es decir, adoptan las cualidades propias de ella que fortalecen y alivian. Cuando los pequeños sienten que no hay respuesta a su llanto, algunos creen que han sido abandonados y los inunda una terrible sensación de soledad y muerte; como resultado, quizá el bebé deje de confiar en que será atendido, tal vez busque otros medios para lidiar con o sustraerse de la enorme carga de ansiedad (llegando, incluso, a rechazar la comida cuando por fin llega). Por otro lado, si la madre se mostrara ansiosa o enojada mientras le da de comer a su hijo, es posible que este imagine que lo que recibe le hace daño.
El cuerpo humano tiene memoria, no olvida. El ser alimentado queda asociado a las primeras experiencias de contacto y separación. De esta manera, la comida representa múltiples componentes de la relación madre-hijo. El placer físico de comer se vincula en la mente con los conceptos de cercanía y contención.
Por ejemplo, cuando nos sentimos agradecidos, queremos agasajar o reforzar vínculos, solemos invitar a nuestros amigos a comer. En la celebración de nuevos logros, de cumpleaños o de tradiciones familiares, cocinamos alimentos especiales para la ocasión. Cuando enfrentamos separaciones solemos recurrir a la satisfacción oral, es decir, a introducir alimentos a través de la boca para aliviar la tristeza: organizamos comidas de despedida, banquetes en funerales o compramos helado y comida chatarra si nos quedamos solos.
Algunos padecimientos mentales presentan síntomas relacionados con la alimentación. En los trastornos obsesivos a menudo observamos un rechazo a cierto tipo de comida o desconfianza a comer alimentos preparados por otras personas. De esta forma, los pacientes obsesivos denotan la ambivalencia y el desafío que caracterizaron el vínculo materno y que en la actualidad expresan cotidianamente con los demás.
Los cuadros depresivos y bipolares suelen mostrar alteraciones en el apetito y en el peso corporal. La sensación de impotencia y la pérdida de interés en los vínculos y en el propio yo se acompañan de falta de hambre, sensaciones de atragantamiento o de asco, denotando el rechazo a la madre de la infancia. Sin embargo, otras personas experimentan una sensación de hambre desbordada y consumen grandes cantidades de alimento. Al comer vorazmente algunos pacientes melancólicos buscan compensar frustraciones afectivas y restablecer la relación con la madre idealizada.
El psicoanálisis ha explicado los trastornos de alimentación desde diferentes marcos conceptuales. Las fuentes clásicas describen la bulimia resaltando las fantasías edípicas de concepción y las defensas regresivas de la genitalidad a la oralidad. Según esta línea de pensamiento, la bulímica imagina que al comer incorpora el pene del padre; el temor a tener un bebé dentro del vientre, la llevaban a buscar desembarazarse a través del vómito.
En la actualidad, el psicoanálisis integra múltiples teorías para para dar sentido a este síntoma. Por ejemplo, la escuela de las relaciones objetales pone el acento en las fallas en el proceso de separación-individuación. Los atracones expresan temor al abandono y la necesidad de un vínculo simbiótico con la madre. Sin embargo, la voracidad y la agresión con la que se devora el alimento lo vuelve peligroso, intolerable; surgen sensaciones paranoides de envenenamiento y aprisionamiento que buscan ser expulsadas a través del vómito.
Otras corrientes psicoanalíticas consideran que la bulimia revela dificultades en la regulación de ciertos estados internos intolerables, como una solución mágica para librarse emociones que sobrepasan la capacidad de las defensas habituales (McDougall, 1991).
El psicoanálisis clásico consideraba la anorexia como una manifestación de la repulsión del cuerpo sexuado y una negación vía la regresión (de lo genital a lo oral) de una posible relación sexual. En la actualidad, esta idea se suma a las aportaciones de diferentes escuelas psicoanalíticas que consideran que el acto de comer es percibido por el paciente de manera concreta como el vínculo original con la madre.
La escuela de las relaciones objetales propone que la anorexia es un intento de protegerse de las proyecciones no deseadas en el vínculo materno. La aberración por comer se asocia al temor a ser invadido y quedar pasivamente fusionado. Autores lacanianos ven en la anorexia un rechazo a la omnipotencia materna, al temor a desaparecer como sujeto y quedar presa de su deseo. Otras corrientes psicoanalíticas consideran que los pacientes anoréxicos fluctúan entre sensaciones de aprisionamiento y soledad que obstaculizan el desarrollo de una identidad propia.
En el Diplomado Trastornos de la alimentación y adicciones estudiaremos padecimientos como la anorexia, la bulimia, los atracones y la obesidad desde una perspectiva multidisciplinaria que incluye los aspectos, biológicos, sociales y psicológicos. Contaremos con la presencia de psicoanalistas de primer nivel con quienes abordaremos de manera profunda, tanto las concepciones psicoanalíticas clásicas como las ideas contemporáneas que explican el origen de los trastornos de alimentación. Pondremos especial énfasis en el diagnóstico, el tratamiento y las dificultades que encuentran los psicoanalistas y psicoterapeutas en la atención de este tipo de pacientes.
Referencias
- McDougall, J. (1991). Los teatros del cuerpo. Madrid: Coopegraf.
- Slochower, J. (1987). The Psychodynamics of Obesity: A Review. Psychoanalytic Psychology, 4(2): 145-159.
- Winston, A. (2005). Projection, Introjection and Identity in Anorexia Nervosa. British Journal of Psychotherapy, 21(3): 389-399.
- Yarock, S. (1993). Understanding Chronic Bulimia. A Four Psychologies Approach. American Journal of Psychoanalysis, 53(1): 3-17.