Narrativa y psicoterapia

Por Jorge Luis Chávez
La formación analítica, entendida por Donald Meltzer, guardaba un parecido sustancial con la formación clásica de los artistas renacentistas. El método (modo de trabajo) del maestro, era transmitido al artista en formación en la modalidad de atelier. En este espacio, a partir de la observación y supervisión del maestro, el aprendiz replicaba su trabajo inicialmente como copia, hasta que su desarrollo artístico lo empujara a establecer un estilo y modo de trabajo propios.
Este proceso de formación también se puede asemejar a la educación literaria. Visto así, el psicoanálisis puede entenderse como la aprehensión de un método narrativo, que consta de un entrenamiento supervisado en la lectura de las formaciones del inconsciente y de los fenómenos derivados de conflictos mentales en distintos órdenes.
Para Freud, la realidad fáctica siempre se entrelazaba con una realidad psíquica, a la cual consideraba idénticamente efectiva para el psiquismo. Es decir, en la mente de cada persona podríamos leer un “texto” que nos indica cómo construye su realidad. Este es quizás uno de los aspectos más conmovedores de la disciplina psicoanalítica: poner en cuestión nuestras narrativas. Nos construimos una realidad en la que “conocemos” quiénes somos y de quiénes estamos rodeados, cómo es el mundo y por qué actuamos como lo hacemos.
A medida que nos volvamos mejores lectores de nuestras propias narrativas y la de nuestros pacientes, podremos devolverles textos (interpretaciones) que, a su vez, los ayudarán a ser mejores lectores y, por lo tanto, mejores narradores de sus propios estados internos.
Lo que distingue al análisis de un simple método hermenéutico de crítica literaria, es que va dirigido a una letra viva y enigmática: un texto que se reescribe minuto a minuto (Betty Joseph) y que está compuesto no sólo por elementos lingüísticos en un sentido tradicional, sino también por una significación afectiva a la que proponemos acercarnos.
Cuando Jacques Derrida (1971) advierte que no hay nada más allá del texto, el psicoanálisis responde que sí. Y lo que está más allá es la experiencia original, a la que sólo podemos acercarnos mediante una experiencia estética que se proponga la búsqueda de la verdad.
Un proceso analítico se propone una verdadera poiesis (acto creativo) que transforme nuestras narrativas pétreas y estereotipadas, plagadas de mitos simplistas, en relatos complejos y dinámicos que nos permitan comprendernos de manera más sincera. Existe la posibilidad de que ciertas mentes no sean capaces de elaborar un texto, lo cual abre un panorama clínico interesante que se ha abordado ampliamente.
Entonces, el psicoanálisis se sirve del arte y la literatura no sólo como procesos análogos, sino que también los incorpora dentro de sí para emprender la búsqueda de lo esencial de la mente humana.
Las mejores obras de arte, que son patrimonio de la cultura universal, son aquellas que nos acercan a la experiencia emocional en toda su riqueza de matices y claroscuros. No aquellas que nos previenen de falsas narrativas que oscurecen el vivenciar humano, sino las que lo transforman en símbolos para comunicar e intentar transmitir lo inefable de ser humano.
Referencias:
Derrida, J. (1971). De la gramatología. Siglo XXI editores.