Maternidad, cultura y arte

Por Geraldine Salazar Madero

… ella es el vehículo original de sus primeros meses de vida y que luego fue cambiada; es el objeto de sus primeros deslumbramientos frente a la belleza, apreciada por los ojos y por los oídos.

                                                                                        Donald Meltzer

La figura de la mujer tiene una presencia fundamental en el ámbito de la cultura y el arte, ya sea como autora, portavoz o musa de muchas inspiraciones. La función materna no solo provee de sustento y cuidados esenciales, sino que trasmite un cúmulo de elementos culturales, costumbres y creencias. La madre imprime en cada familia un significado particular del mundo exterior, de la sociedad, de las tradiciones, a través de un sistema de valores y maneras de relacionarse con los demás. Su herencia ideológica y afectiva tendrá un impacto determinante en la conformación de los hijos como individuos.

El arte, en tanto expresión de la cultura, ha empleado la imagen de la madre en un sinnúmero de ocasiones. La maternidad evoca el cuerpo fértil de la mujer; se hace énfasis en ideas básicas como la redondez de sus formas o su capacidad para crear y brindar alimento. Desde que el ser humano comenzó a pintar en las cavernas ya existía la necesidad de plasmarla. Una gran cantidad de estatuillas y representaciones que datan de la prehistoria muestran en proporciones exageradas los atributos del cuerpo femenino: el vientre, los senos o los genitales.

Muchas culturas antiguas veneraron a la diosa madre, como es el caso de la civilización azteca y la diosa Tlazoltéotl, que se muestra desnuda dando a luz sobre sus rodillas, o la madre babilonia de terracota que se remonta a 6000 a.C. Posteriormente, con el catolicismo predominó la imagen de la Virgen María, que engloba las cualidades óptimas de una madre, según esta doctrina.

Más adelante, en el arte secular, no faltaron los motivos relacionados con la mujer o la maternidad en la obra de artistas tan diversos como Picasso, Renoir, Cassatt o Botero, entre muchos otros, donde el concepto de “madre” a menudo continuó siendo idealizado. Son estos, en su mayoría, retratos de mujeres embelesadas con sus hijos en una atmósfera de bienestar absoluto.

En el siglo XX y hasta la fecha hemos sido testigos de otras manifestaciones artísticas que exploran distintos aspectos relacionados con la maternidad: elementos crudos, obscuros, que reflejan emociones o conflictos en la experiencia materna, opuestos a aquella noción ideal que predominó en muchos contextos a lo largo de la historia. La obra de Anna María Maiolino, Louise Bourgeois o Anna Álvarez-Errecalde ‒por mencionar algunas‒, plasma una perspectiva distinta de la maternidad, que incluso puede llegar a ser contradictoria.

Aun así, podemos decir de manera general que el concepto de madre suele relacionarse con la posición de dar algo: el vientre, el pecho, los brazos. Desde el psicoanálisis, entendemos también que la madre aporta su mente en distintos sentidos: presta no sólo su cuerpo, sino su imaginación para concebir al hijo, lo evoca desde su deseo en un acto creativo y, también, ofrece al bebé su capacidad para pensar, para construir sentidos necesarios, para significar el mundo y la experiencia.

La maternidad, además de ser una circunstancia de vida que la humanidad siempre ha buscado representar, es uno de los motivos que dispara con mayor fuerza el deseo creativo. Donald Meltzer llama “impacto estético” al asombro del bebé frente a su madre; esta experiencia emocional es un encuentro con la belleza y el misterio del mundo materno. Dicho impacto estético provoca una conmoción profunda, da origen al deseo de conocer, explorar y celebrar la belleza del mundo.

Psicoanalistas como Wilfred Bion y Donald Meltzer pensaron que el vínculo entre la madre y su hijo es una experiencia única e íntima, cuyas formas concretas (dar y recibir, mirarse a través de los ojos del otro o entregarse a alguien más en una nueva vivencia) se reproducirán constantemente en el individuo, aun cuando se haya convertido en adulto.

El arte es una forma de expresar la creatividad y la profunda impresión llena de misterio que surge desde ese primer vínculo, donde siempre hay algo de enigmático, algo único que no se puede replicar con exactitud. La maternidad, la feminidad y el arte incluyen al otro e implican amor, profundidad, entrega  y trabajo.

A continuación se presentan tres ejemplos de expresiones artísticas modernas que retoman el tema de la maternidad, junto con un comentario desde la perspectiva psicoanalítica. (Las imágenes son propiedad de la autora correspondiente, según indica el pie de página):

Anna Maria Maiolino, Por un hilo  (serie Fotopoemação), 1976

“Por un hilo” muestra a tres mujeres conectadas por la boca mediante un hilo: en medio vemos a la artista sentada junto a su madre y su hija. Esta fotografía representa la unión entre generaciones y los orígenes. El hilo alude a una conexión incuestionable de amor, pero también sugiere fragilidad y temporalidad, ilustrando la idea de que la vida empieza y en algún momento termina.

La boca es un tema recurrente en la obra de Maiolino; representa el habla, el hambre y el devorar la cultura del otro para apropiársela y asumirla como propia. Esto es lo que el maternaje brinda a cada persona, reflejado en un acto muy concreto como lo es el alimentarse (o amamantar). Asimismo, esto se vincula con la transmisión de la cultura y el lenguaje a través de lo oral.

 

Louise Bourgeois, Araña, 1997

Louise Bourgeois confiesa que nunca superó la muerte de su madre a los veintiún años. Tras estudiar durante 50 años los detalles de su infancia temprana, esta artista encontró una manera de sobreponerse a la agorafobia y la claustrofobia que la asediaban. A sus 80 años, Bourgeois descubrió que las celdas representan perfectamente su sentir, una cárcel interior. Las celdas solían ser su refugio, un nido seguro, lleno de recuerdos, aunque en muchas ocasiones las imágenes fueran de pesadilla. Louise menciona: “Quería construir un espacio real en el que uno pudiera entrar y por el que pudiera moverse”, algo que evocara un lugar dentro de la mente y del vientre de su madre. Sus cárceles representan también “los sufrimientos de la mujer frente al hombre castrador”  y son ventanas a su interior, a su inconsciente.

Ana Álvarez Errecalde, Anunciación [serie Las cuatro estaciones], 2013-2014

Esta artista argentina toma como base su propia experiencia para la creación de sus piezas, donde ha relatado de qué manera vive la maternidad junto a sus tres hijos y tras haber sufrido un aborto. Ana Álvarez “retrata el amor incondicional, el ‘sí’ a la vulnerabilidad de la madre y el bebé, el amor agridulce que puede inspirar y devastar desde el momento en que nos comprometemos a acompañar el destino de otro ser humano”.

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