Más allá de la neurosis

Por Ivonne W. Slim Conchello

Dentro de la clínica psicoanalítica, usamos palabras que se entienden diferente en otros ámbitos, tanto de la psicología como de la cultura pop. Actualmente, escuchamos mucho sobre los border, los narcisistas, la codependencia, los psicópatas, e incluso términos nuevos, como el ghosting y el gaslighting. Dentro del folclore, se han hecho comunes estas palabras, que antes eran específicas de ciertos ámbitos y se referían a patrones de relaciones o a funcionamientos mentales para entender los problemas y dolores de la vida cotidiana.

El uso de las palabras da cierta tranquilidad, pues poder ponerle nombre a las cosas que nos pasan hace que logremos sentirnos un poco más en control o, por lo menos, en camino a solucionar nuestros dolores. Sin embargo, a veces conviene abordar estas palabras para poder entenderlas a fondo, pensar en su historia y darles el sentido más exacto que han adquirido en su evolución.

Dentro del psicoanálisis, estos conceptos no se usan igual ni significan lo mismo; nos ayudan a entender, de una manera diferente, a los pacientes que se presentan al consultorio y tienen organizaciones especiales. En el diplomado “El tratamiento de los estados fronterizos y de los pacientes graves” no sólo realizaremos la separación para entender estas nosologías, sino que también nos aproximaremos a dichos términos con el fin de saber las particularidades de su tratamiento.

¿Por qué hablar de esto en este momento? En los inicios del psicoanálisis, Sigmund Freud diferenció las neurosis, las psicosis y las perversiones, y determinó si podían tratarse o no con nuestro método. Muchas cosas han cambiado desde la propuesta de Freud, ya que nos dimos cuenta de que hacían falta ciertas palabras para comprender los diferentes cuadros clínicos que se presentan en la actualidad.

Una de las diferencias fundamentales entre la neurosis y los estados límite, es la comprensión que podemos tener hoy de la divergencia que hay entre la falta y el vacío, con la comprensión de que las organizaciones psicopatológicas más graves presentan ciertos déficits o huecos en su funcionamiento mental.

Ahora, es posible hablar de pacientes no neuróticos, sin referirnos a una psicosis franca; podemos pensar en partes de la mente que no tienen un funcionamiento neurótico, sin que eso implique la imposibilidad de llevar una vida normal en apariencia. Ahí es donde entran temas como la simbolización, el agravamiento del padecimiento dentro del consultorio, un tipo especial de transferencia y el vacío, así como algunos de los temas ejes dentro del tratamiento de los pacientes graves.

La falta nos habla de un deseo inconsciente (del que no tenemos noticia en el pensamiento consciente), el cual no hemos podido cumplir y entra en nuestra vida bajo la forma de síntomas. En cambio, el vacío (una característica importante de lo grave) es algo que no alcanzó el pensamiento, algo a lo que la mente no pudo dar nombre, ni palabra, ni imagen o símbolo. Eso, imposible de asir, forma un hueco y da como resultado un modo de funcionar y de vivir particular.

Respecto al concepto de vacío, podemos observar cómo se va traduciendo en relaciones donde parece no haber un otro, ya sea que se tenga o no consciencia de esto. Pero lo que sí podemos observar es un deseo innombrable que se fabrica a partir de ese vacío y que, por innombrable, es imposible de satisfacer, lo que genera angustia (central en el tratamiento de estos pacientes), pues infesta la vida, volviéndola a veces insoportable. En palabras de Massimo Recalcati, estamos hablando de “la experiencia de un vacío que aparece disociado de la falta, de un vacío que ya no es manifestación de la ‘falta en ser’, sino expresión de una dispersión del sujeto, de una inconsistencia radical del mismo, de una percepción constante de inexistencia que suscita una angustia sin nombre” (p.13).

Esto viene desde temprano en la vida, pues la mente, ya sea por sus propias características o por las del medio en el que se desarrolló, no tuvo la oportunidad  de “formar una mente”, un self, una identidad cohesionada, con herramientas para defenderse frente a la ansiedad y la agresión provenientes de su interior; no logró desarrollar una parte buena dentro de sí que pueda rescatarlo. Es aquí donde podemos pensar en las estructuras fronterizas, donde hay dispersión de la identidad, y en el vacío crónico, junto con otros síntomas como la sensación de irrealidad, la falta de afectividad, de futilidad o de adaptación social, que actúan como una máscara que cubre el vacío.

En estas nuevas psicopatologías ya no encontramos una desviación notoria de la norma, sino una adaptación rígida que deja a un lado a la verdadera persona. No vemos alucinaciones o delirios clásicos, sino que nos encontramos con seres humanos que pasan por una experiencia de ausencia e insustancialidad anónima. Podemos ver enfermedades como la anorexia, donde las personas quedan atrapadas en la nada, imposibilitadas para recibir cualquier cosa del mundo; vemos afectos depresivos con características muy particulares, con muchas dificultades para relacionarse con el otro al no encontrar un lugar; vemos melancolías vacías. Asimismo, observamos cuadros de dependencia, narcisismo, alteraciones con relación al propio cuerpo, trastornos psicosomáticos, obesidad, entre otros.

Nos encontramos con un mundo profundo e interesante, donde la mente, su formación, su relación con el cuerpo y con los otros, crean un entramado que es apasionante estudiar.

Referencia:

Recalcati, M. (2008). Clínica del vacío. Anorexias, dependencias, psicosis. Editorial Síntesis.

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