¿Malestar en la cultura y la mente contemporánea?
Por Miguel Eduardo Torres Contreras
En los últimos decenios, una de las afirmaciones más frecuentes realizada por filósofos, sociólogos, literatos, intelectuales, entre otros, es que el mundo actual vive una crisis. ¿Crisis de qué? De nuestra forma de ver y entender el mundo, y a nosotros mismos, de una determinada cosmovisión. Mardones (2000) la ha definido como una “crisis cultural”, es decir, ésta no se trata de una de clase económica, política o social, sino de una crisis más profunda, la del paradigma de la cosmovisión de la modernidad. Tal paradigma, que fue vigente en los últimos tres siglos, ahora está en entredicho y es cuestionado en sus fundamentos: ¿realmente se puede tener un progreso infinito con una naturaleza y un ser humano finito? ¿De verdad es la razón lo que nos distingue como humanos?, y si es así, ¿cómo explicar tantos comportamientos que, al parecer, son claramente contrarios a esta pretendida racionalidad? ¿Somos sujetos de nuestra historia y destino cuando hay limitantes internas y externas que, si bien no niegan, dificultan enormemente el ejercicio de tal afirmación? ¿Acaso no es una contradicción exaltar demasiado la libertad, y luego pedir a las personas que se ciñan a ciertos parámetros, reglas, normas, comportamientos? Las grandes utopías, los metarrelatos, como el comunismo, el cristianismo o el capitalismo, han colapsado, se han derrumbado estrepitosamente. Entonces, ¿existe hoy en día algún referente que dé orientación y sentido al devenir humano como especie? Toda esta crisis encuentra su expresión en una palabra en la que diversos autores coinciden: desencanto.
Asimismo, existe una pregunta que, aunque no es nueva, forma parte de la discusión actual: ¿qué es lo que nos distingue de otros seres que nos hace específicamente humanos? Para Aristóteles, es el logos, la razón y la palabra. Para Jean-Paul Sartre es la libertad; el ser humano no tiene libertad, es libertad. Para Freud, el fundador del psicoanálisis, lo particularmente humano es la creación de la cultura, o sea, lo que diferencia al ser humano es que es un ser cultural. Esto implica que ha tenido que desertar a la satisfacción inmediata de los deseos pulsionales, ha postergado o renunciado a ésta y ha creado una serie de productos como la ciencia, el arte, la política, las leyes, las instituciones, las empresas, etcétera, en otras palabras, ha generado creaciones culturales como satisfacciones sustitutivas, que le permiten dominar la naturaleza y convivir con los demás humanos.
Dichas satisfacciones nunca serán plenas, por ende, el ser humano será siempre un ser insatisfecho, de ahí que el malestar que vive en él es inherente a su condición de ser cultural. Lo anterior supone en el humano la existencia de pulsiones, no de instintos, de una sexualidad perversa polimorfa en un inicio, de lo inconsciente, de la represión, etcétera. El psicoanálisis postfreudiano ha profundizado en el desarrollo y estructuración del psiquismo desde las fases más tempranas. Sin embargo, lo concretamente humano sigue siendo esta estructuración y funcionamiento psíquico inconsciente, así como sus vicisitudes. Si esto es así, ¿es propio de lo humano construir armas de destrucción masiva, provocar guerras y matar a miles de personas?, porque eso no lo hacen los mamíferos superiores más cercanos a él. Con el avance científico actual, ¿es del humano cambiarse de sexo debido a las dificultades que experimenta en su identidad sexual? ¿Es concreto de éste crear sustancias psicoactivas, como el fentanilo, y consumirlas hasta llegar a la muerte en poco tiempo?, cosa que tampoco ninguna otra especie hace. Lo que de entrada se podría llamar inhumano o antihumano parece ser que es típicamente humano, porque sólo éste lleva a cabo lo anterior. ¿Qué es, entonces, lo humano?
En este contexto, donde hay comportamientos que parecieran inhumanos, y un desencanto por la crisis cultural actual, es en el que ejercemos nuestra práctica psicoanalítica. Surgen entonces diversas preguntas que abarcan y cuestionan distintas aristas de la visión psicoanalítica: ¿existen nuevas psicopatologías o sólo son los mismos conflictos psíquicos inconscientes de siempre, pero con un ropaje sintomático distinto? ¿Llegan a la consulta psicoanalítica neurosis “sintomáticas” como las histerias que atendió Freud o predominan las caracteropatías?
Autores como Coderch (2006) sostienen que hay un aumento de los trastornos narcisistas debido a las condiciones culturales de nuestro tiempo, y cuestionan al psicoanálisis por dar poca importancia a las condiciones socioculturales de su época, como si la mente humana se desarrollara a partir de ciertas estructuras predeterminadas, donde los cambios sociales no inciden en los procesos psíquicos ni en la psicopatología. “No son las pulsiones universales e innatas ‑sexuales y agresivas‑ las que determinan las relaciones objetales ‑y más tarde las relaciones interpersonales‑, sino al contrario, son las relaciones objetales las que determinan las vicisitudes, expresiones y caminos y de las pulsiones” (p. 225).
Miller (2005) y la escuela de orientación lacaniana afirman la existencia de lo que llaman psicopatologías del acto, es decir, en las que predomina el acto impulsivo sobre el pensamiento. Se trata de un goce mudo y mortífero donde está ausente la palabra, hay un desfallecimiento del registro de lo simbólico y tiene primacía el de lo real, de la pulsión. Aquí se ubican la anorexia, la bulimia, las adicciones, así como los trastornos narcisistas.
Si de verdad existen nuevas psicopatologías, ¿cómo tiene que ser la escucha psicoanalítica actual ante estas recientes configuraciones psíquicas? ¿Tendremos que cambiar la técnica “clásica” para realizar un abordaje acorde a los nuevos padecimientos? Fernandez-Vilanova (2004) sostiene que lo que ha cambiado no es la psicopatología, sino la escucha; lo que un siglo atrás se consideraba no analizable, ahora lo es. En otras palabras, ha cambiado la disposición analítica para su abordaje, hoy ya no sólo se requiere la asociación libre, la atención flotante y el discurso verbal, sino hay que tomar en cuenta los silencios, los gestos, los tonos, la contratransferencia, etcétera.
Referencias
Coderch, J. (2006). Pluralidad y diálogo en psicoanálisis. Barcelona: Herder.
Kernberg, O. F. (2007). Controversias contemporáneas de las teorías psicoanalíticas, sus técnicas y aplicaciones. México: Manual Moderno.
Leiberman, C., y Bleichmar, N. (2013). Sobre el psicoanálisis contemporáneo. México, Paidós.
Mardones, J. M. (1994). Por una cultura de la solidaridad. Madrid: Sal Terrae.
Miller, J. A. (2005). El Otro que no existe y sus comités de ética. Buenos Aires: Paidós.
Sánchez T. (2017). Cambios en la escucha psicoanalítica de los trastornos ligados a la hipermodernidad. Aperturas Psicoanalíticas, 56. Recuperado de: http://www.aperturas.org/articulos.php?id=0000998&a=Cambios-en-la-escucha-psicoanalitica-de-los-trastornos-ligados-a–la-hipermodernidad