Los síntomas del duelo
Por Renata Carvajal
El duelo es un tema de gran interés que se ha tratado de comprender desde diferentes aproximaciones como la espiritualidad, la filosofía, la psicología y el psicoanálisis. La pérdida es algo común para el hombre; todos hemos perdido algo o alguien: abuelos, padres, amigos, parejas, la infancia, etc. Por ello, a veces nos preguntamos qué haríamos ya no tuviéramos a alguien importante en nuestra vida o, si ya estamos en esa situación, cómo quitarnos el dolor, cómo seguir viviendo o hasta cuándo sufriremos su ausencia.
Podemos entender al duelo como el proceso que surge a partir de una pérdida significativa. Lo experimentamos ante la muerte de los padres, algún amigo, la pareja, pero también podemos atravesar por un duelo ante un divorcio, un despido laboral o al envejecer.
El duelo es un proceso complejo y dependerá de cada persona el tiempo que necesite para atravesarlo, si logra elaborar esa situación o no. Cada pérdida es distinta y tiene un significado diferente, por eso conviene ser paciente y no imponerse conductas o recetas mágicas ante el dolor. Por ejemplo: ante la muerte de un ser querido, normalmente se piensa que es necesario llorar, pero el llanto por sí solo no garantiza un avance. Una persona puede llorar todo el tiempo, quizá por culpa, quizá porque desea un trato especial, lo cual no quiere decir que esté elaborando lo que ha perdido.
Estos son algunos elementos que se encuentran frecuentemente en los duelos:
– Tristeza.
– Alteraciones en el apetito y en el sueño.
– Retraimiento.
– Desinterés por la vida y aquello que resultaba placentero.
Es importante mencionar que estas características las encontramos también en la depresión. La diferencia esencial es que, en el caso del duelo, esto es normal y hay conocimiento acerca de qué es lo que se ha perdido. La tarea a realizar en el proceso de elaboración del duelo es enorme: enfrentar la pérdida definitiva de aquello que se ama con todo lo que esto implica (asumir que los sueños que teníamos con esa persona no se cumplirán, que el futuro es distinto, que hay un vacío).
No es una labor sencilla y habrá diversos factores que nos permitan realizarla de mejor o peor manera: los recursos con los que contamos –tanto internos como externos–, cómo hemos sobrellevado pérdidas anteriores, qué fue lo que perdimos, qué representa para nosotros. La cualidad de esa relación es fundamental para que el proceso sea más llevadero. Entre más hostilidad se halle presente, mayor será la culpa y la dificultad para procesarla. Es más sencillo tramitar la muerte de una madre con la que se ha tenido un vínculo positivo, donde no hay grandes cuentas pendientes, que una relación distante o llena de agresión.
Cada pérdida posee características únicas, por lo que uno debe de tener paciencia, pero también es necesario reconocer cuándo requerimos ayuda. Si han pasado años y nos sentimos como al principio, si parece que estamos más cerca de aquél que ha muerto que de los vivos, si nos torturamos con autorreproches y con culpa, es importante consultar a un especialista, porque puede ser que el duelo se haya convertido en una depresión.
Pero, de igual manera, también podemos acudir a consulta si queremos comprender lo que nos pasa y valoramos que alguien nos acompañe en este proceso, que puede llegar a ser sumamente doloroso, a fin de que nos ayuden a pensar la pérdida desde otro punto de vista.
Referencias
Freud, S. (1917). “Duelo y melancolía”. En Obras completas, tomo 14. Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1915). “Introducción del narcisismo”. En Obras completas, tomo 14. Buenos Aires: Amorrortu.
Laplanche, J. y Pontalis, J. B. (2008). Diccionario de psicoanálisis. Barcelona: Paidós.
Quinodoz, J. M. (2005). Reading Freud. A Chronological Exploration of Freud’s Writings. East Sussex: Routledge.
Quinodoz, J. M. (1993). The taming of solitude. Separation Anxiety in Psychoanalysis Nueva York: Routledge.
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