Literatura y fantasía
Por María Antonieta Rosas Rodríguez
La literatura es el terreno perfecto para explorar la geografía de la fantasía. Pero dicha exploración requiere delimitar el territorio a investigar. Para los fines de este breve artículo, pensaremos la literatura solo en el ámbito de la narrativa, específicamente en el género de la novela. Así, conocedores ya del continente a recorrer, solo nos resta hacernos de un mapa que, en este caso, por fuerza deberá ser conceptual.
Hablemos, pues, de conceptos. Hablemos de ficción, de realidad, de imaginación y de fantasía. Un cuarteto de términos (que no de cuerdas) cuya armoniosa interacción compone piezas narrativas más o menos maravillosas, pero todas ellas prodigiosas.
Y es que quizá no exista invento más prodigioso de la mente humana que la novela moderna. El hermano menor de la familia literaria, que tras algunas configuraciones tempranas (por ejemplo, los libros de caballerías y la picaresca), ve la luz de manera definitiva en el siglo XVIII, varios milenios después de la aparición de la poesía y el teatro con todos sus subgéneros mayores y menores.
La novela, explica el catedrático Thomas Pavel en su obra Representar la existencia. El pensamiento de la novela, es el único género literario que persigue la representación del universo humano —de la condición humana— como una totalidad, esto es, como una compleja e infinita red de relaciones individuales, afectivas, sociales, culturales, religiosas, ideológicas, económicas, políticas, históricas y naturales (por mencionar solo las más evidentes).
La esencia de la novela reside “no en el terreno del estilo y de los procedimientos formales, sino en el de la invención: consiste en la representación ficticia de las relaciones entre el individuo y el mundo” (Pavel, 2005: 35), mientras que su plasticidad y precisión formales —sus operaciones técnicas— permiten captar la experiencia individual y mental de dichas relaciones y visibilizan para los lectores “la organización de los universos ficticios evocados en la obra” (33). La categoría de ficción que se le da a la novela obedece a su representación de estos espacios ficcionales.
El carácter ficticio del espacio narrativo no depende de si este abreva de la realidad objetiva y la experiencia empírica como sucede, por ejemplo, con la novela realista, o de la invención pura y la creación mental, como es el caso de la novela fantástica. Ambas construcciones son una operación de la imaginación y de la fantasía.
Los conceptos de imaginación y fantasía tienen un origen común, siendo imaginatio la traducción latina de la palabra griega más antigua phantasia. Este concepto deriva a su vez de aquel de phantasma, definido por Aristóteles en Del alma (siglo III a. C.) como la imagen que se crea en nuestra mente como resultado de nuestra reacción sensorial a un objeto sensible, es decir, con realidad física. Por lo tanto, la phantasia (o imaginatio) sería una operación mental cuyo producto final es la formación de una imagen (imago) cuya naturaleza y existencia son, también, exclusivamente de orden mental (Thomas, 2004).
En Del Alma, Aristóteles argumenta que a los seres humanos nos es imposible pensar, recordar o, incluso, entender algo sin phantasmas o imagos, pues nuestra percepción y abstracción del mundo dependen de ellos. Así, cuando la mente piensa, recuerda y crea lo hace a través de un proceso fantástico, esto es, una operación de la imaginación.
Ahora bien, el ejercicio de imaginación que se realiza para conceptualizar o recuperar la imagen de, por ejemplo, una nube, puede desencadenar otra serie de recuerdos o imágenes. Casi al final de Antonio y Cleopatra de Shakespeare, un abatido Antonio pronuncia las siguientes palabras: “A veces vemos una nube que parece un dragón, un vapor a veces como un oso, o león, una ciudadela almenada, una roca colgante, una montaña en forma de horquilla, un promontorio azul con árboles encima, que cabecean encima del mundo y se burlan de nuestros ojos con aire. Tú has visto esas imágenes” (Acto IV, escena xiv).
La imaginación no es la creación de irrealidades, sino un proceso casi metafórico donde creamos conexiones a partir de la comparación de elementos entre los que percibimos o establecemos una red de relaciones de identidad que crean una compleja secuencia de imágenes, las cuales dotan de significado a nuestra experiencia y explicación del mundo. La novela se revela así como el objeto mental por excelencia, como el ejercicio máximo de fantasía e imaginación, al construir entre sus páginas universos enteros poblados en su totalidad por phantasmas e imagos, a un tiempo recreación, experiencia y explicación del mundo.
Referencias
Pavel, T. (2005), Representar la existencia. El pensamiento de la novela, Barcelona, Crítica
Thomas, N. (2004), “Imagination”, in Dictionary of Philosophy of Mind, E. Hochstein (ed), recuperado de https://sites.google.com/site/minddict/imagination (15 marzo 2021).