La tristeza desde el psicoanálisis
Javier H. Fernández Soto
En la sociedad actual solemos buscar soluciones rápidas que no impliquen un cambio significativo en nuestra vida. Frecuentemente, el dolor psíquico se refleja como tristeza y la pregunta que plantea el psicoanálisis es cómo poder enfrentarla más que evadirla o buscar medios pasajeros para evitarla.
En principio, hay que comprender cuáles son los estereotipos que suelen resultar reduccionistas o simplistas. “Se usa el término de depresión con tan poco cuidado que actúa como una barrera que impide explorar en detalle nuestro mundo interno” (Leader, 2011). En la consulta privada, el paciente comúnmente busca quitarse el síntoma sin la intención de entenderlo; exige respuestas y tratamientos inmediatos. Por desgracia, esto se refuerza social y médicamente. En la farmacia encuentra algún medicamento que le “suba el estado de ánimo y le quite el insomnio”, desentendiéndose por completo de su vida emocional.
“Los síntomas no se toman como los portadores de la verdad sino más bien como errores que deben ser evitados” (ibíd., 2011). En psicoanálisis, el objetivo no es quitar los síntomas, aun cuando este sea un resultado concomitante del tratamiento, lo que se busca es explorar la vida mental, el dilema interno, en otras palabras, el inconsciente. El diagnóstico sirve como una primera impresión general, pero no se sitúa por encima de las particularidades del paciente que lo definen como un sujeto único, ni tampoco se utiliza para posicionar al analista como un juez ante el paciente.
La tristeza, definida por Hugo Bleichmar (2008): “es un abanico de estados en que el dolor psíquico se desencadena por la significación que una situación determinada tiene para el sujeto”. Esto nos lleva a cuestionar, ¿qué es lo que en realidad duele? En un primer momento, la imposibilidad de cumplir lo que deseamos. Más allá de eliminar el dolor, la introspección y el análisis nos llevarán a entender lo que representa aquel deseo irrealizable.
En psicoanálisis no se ve ningún síntoma como una entidad única y aislada. Se debe escuchar el contenido del discurso para encontrar e interpretar el sentido de la tristeza. En la vida diaria, los más obvios detonantes de estados depresivos tienen que ver con nuestra propia imagen. Algo pasa que nos hace cuestionarnos la forma en que nos gustaría ser vistos: nuestro jefe hace un comentario crítico, nuestro amante se vuelve más distante (Leader, 2011); incluso no es estrictamente necesaria la interacción con otro, la sola sensación de que no se está a la altura de lo que una parte de la mente exige al sí mismo, es suficientemente para sentir con frecuencia una profunda tristeza. En palabras de Freud, pensaríamos que la persona siente que no alcanza las expectativas del ideal del yo.
Dentro de la mente existe una figura interna que establece lo que el yo o el sí mismo (self) debe lograr, de no alcanzarlo la sensación es que ese objeto interno le retira el amor. Los reclamos y juicios externos reactivan una crítica que ocurre en el interior de la mente, a manera de autorreproche. Esto es una condición independiente de lo que sucede en la realidad externa, el self se deja de sentir amado por otra parte de sí que ahora lo juzga, devalúa y agrede.
La exploración de la interioridad humana puede correr el riesgo de ser reemplazada por una idea de salud mental que se diagnostica por tener un nivel adecuado de serotonina. El psicoanálisis tiene una concepción más profunda. “El duelo, es la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces como lo es un ideal, la libertad, etc. A raíz de idénticas influencias, en muchas personas se observa, en lugar de duelo, melancolía” (Freud, 1915).
La tristeza encuentra su lugar en estados melancólicos. Por ejemplo, en la muerte o separación de un ser querido “la persona sabe a quién perdió, pero no lo que perdió en él” (Freud, 1915). La dificultad en hacer esta separación es lo que puede bloquear el proceso de duelo. La melancolía se caracteriza por los auto-reproches que están dirigidos sobre el objeto perdido que se ha identificado con el yo, lo cual genera sentimientos de tristeza profunda.
La aceptación de la pérdida conlleva a que se pierda el vínculo externo con la persona amada, de ahí que se busque una resignación y no una profunda introspección sobre lo que la persona le representaba. El tratamiento terapéutico tendrá como finalidad que el paciente pueda internalizar el objeto perdido y descubra qué y quién “vive dentro de él”, erradicando entre otros síntomas la tristeza y la nostalgia de no sentirlo en lo concreto.
“Cualquier circunstancia en que un deseo sea entrevisto como irrealizable, que no se logre algo anhelado, podrá desembocar en una depresión. Lo anhelado se convierte así en un ideal, en el sentido de meta a alcanzar” (Bleichmar, H. 2008). Recuerdo un caso de D. Leader: la pareja de una mujer radicaba en otro país. Cuando comenzaron a vivir juntos, ella entró en un estado de profunda tristeza. Los viajes de fin de semana le permitían escenificar lo que ella llamaba “nuestros cientos adioses”. Cada vez que partían, ella decía adiós apasionadamente, como nunca había sido capaz de hacer con su padre, que murió durante su adolescencia de cáncer terminal y nunca se despidió. Ahora con su novio ya no había más que anhelar y re-escenificar. Debajo de esta tristeza, existía un duelo no resuelto por la muerte del padre.
Existen parejas que establecen una relación disfuncional, incapaces de alejarse y tener una cierta distancia. ¿Por qué existe tanta dificultad para separarse? Hay varios factores posibles, el que quiero subrayar es la tristeza que esto puede implicar. La persona entiende que esa es la forma de relacionarse, no existe otra. La separación significaría vivir un vacío interno insoportable. La pareja lo completa, lo ayuda a tener una identidad, aunque sea compartida. Esto es lo que le representaría la pérdida, prefiere entonces seguir en esta relación, que buscar un cambio interno que aunque implique dolor y tristeza, en un tiempo será satisfactorio.
En conclusión, ignorar el sentido del síntoma puede ser catastrófico. La medicina tiene otro objeto de estudio, no está interesada en asuntos como la pulsión de muerte, las ansiedades de separación, las dificultades de introyección de las figuras significativas, en fin, las bases emocionales que constituyen la tristeza. La psicología actual por su parte, tiende a rehuir la idea freudiana de la identificación con el objeto perdido, sea una persona o un deseo.
El psicoanálisis busca reafirmar y profundizar estas ideas como base de las intervenciones, de la investigación de la mente y del tratamiento a través de la escucha del paciente. La finalidad es integrar el yo, el cual ha sufrido una disociación que provoca los estados melancólicos y que aunque quiera escapar de éstos, no lo logra porque están dentro de sí mismo.
Referencias
– Bleichmar, H. (2008). La depresión: un estudio psicoanalítico. Buenos Aires: Nueva Visión.
– Freud, S. (1914-1916). “Duelo y melancolía”. En Obras Completas, tomo XIV. Buenos Aires-Madrid: Amorrortu.
– Leader, D. (2011). La moda negra. Barcelona: Sexto Piso.