La transición escolar del adolescente
Por Víctor H. Ruiz
Imagina que cierto día, después de una noche de sueño, despiertas y algunas cosas en tu vida han cambiado… Con sorpresa descubres que tu cuerpo, su tamaño, su olor, su apariencia es distinta, incluso calcular tus movimientos se ha convertido en un reto. Tu mente, lo que piensas y sientes, también se ha transformado y, por lo tanto, ha cambiado lo que te cuentas de ti, de los otros y del mundo en general. Por si fuera poco, descubres que todos estos cambios han ocasionado que tus familiares y personas cercanas te perciban diferente, saben que eres tú, pero no te tratan igual. Frente a todas estas transformaciones, ¿cómo reaccionarías? ¿Te resistirías a tan asombrosos cambios? ¿Pensarías que no estás listo? ¿Buscarías mantener todo como antes? ¿Culparías a alguien? ¿Experimentarías enojo o tristeza? ¿Te sentirías optimista imaginando las nuevas posibilidades?
Si bien es cierto que esta dramática escena ocurre de la noche a la mañana, es un buen punto de partida para pensar en todas las transformaciones que experimenta el púber y adolescente en su camino hacia la vida adulta. La manera en que cada ser humano encara esta etapa, la de la adolescencia, depende fundamentalmente de la capacidad para poner en marcha procesos, capacidades y habilidades psíquicas que antes operaban con las particularidades propias del mundo infantil, pero que durante la adolescencia requerirán de evolución y sofisticación para poder sostener la vida mental y, por ende, material del futuro adulto.
En este proceso de desarrollo, las personas que entran en contacto con el adolescente también desempeñan un papel importante. De forma general, podemos pensar en dos tipos de vínculos: los que se establecen con los adultos y los que se dan con otros adolescentes. Las características y capacidades de los adultos se vuelven fundamentales en un momento en el que los adolescentes necesitan de modelos firmes, flexibles y empáticos; estas relaciones son relevantes, ya que representan la entrada al mundo adulto. Por otro lado, el grupo de amigos o grupo de pares, como también se conoce, posibilita el ensayo de relaciones en las que se experimentan, por mencionar algunas: la cofradía, la complicidad, el desencuentro, la amistad y el amor, experiencias relacionales y emocionales necesarias para conformar la identidad.
La escuela, el escenario educativo, es un espacio en el que ambas relaciones se ponen en marcha, de aquí la importancia de que los maestros, orientadores y todos los adultos que entran en contacto con el adolescente estén al tanto de lo que se pone en juego durante esta etapa y lo que se requiere de ellos, a sabiendas de que pueden llegar a ejercer gran influencia en el adolescente.