La rivalidad entre hermanos en la vida adulta
Por Denise Block
Por alguna razón, cuando hablamos de rivalidad fraterna, solemos pensar en la competencia y los celos característicos de los niños pequeños en disputa por el amor de mamá. Sin embargo, este tipo de relatos forman parte de la cotidianidad aún en la vida adulta.
“La casa de mamá es mía”, alegó Sabrina frente a sus hermanos al morir su madre. Posteriormente, cambió las cerraduras de la casa para asegurarse que ninguno de ellos entrara para llevarse algún objeto valioso.
Hace algunos años trabajé en un hospital en el área de Terapia Intensiva y Cuidados Coronarios. En aquel entonces mi función era acompañar a los pacientes antes y después de alguna intervención quirúrgica con el objetivo de reducir el estrés generado por la hospitalización. También me tocaba contener emocionalmente a los familiares e intervenir en crisis cuando era necesario. En algunas ocasiones, me encontré frente a verdaderos dramas familiares, ya que la antesala a la cirugía de algún ser querido tiende a dar lugar a una serie de fantasías en torno a la muerte, acompañadas de dolor y mucha angustia. Con frecuencia esas fantasías se mezclan con otro tipo de preocupaciones tales como: ¿quién ocupará el lugar de papá en la empresa si llegara a faltar? ¿Quién es el predilecto? ¿A quién le tocará qué? Entonces el ambiente es distinto; en el discurso de los familiares salen a la luz otras emociones, en particular la competencia, la rivalidad y los celos, así como las intrigas entre los hermanos y los demás familiares.
Recuerdo a un paciente que sufrió un grave infarto del que se salvó de milagro. Estuvo internado semanas para estabilizarse. A su lado estaba su pareja, una mujer varios años más joven que él y con la cual el paciente se unió en segundas nupcias. Al quedarnos solos, el paciente me dijo: “solamente puedo confiar en ella; los demás son buitres y están aquí por mi dinero”, refiriéndose a los hijos.
De pronto, los pasillos del hospital se convierten en el escenario para la representación de distintas tragedias al estilo Hamlet, Caín y Abel o Rómulo y Remo, por mencionar algunas narrativas en las que se plantea el conflicto entre dos hermanos enemigos, donde uno es capaz de asesinar al otro con tal de obtener todo el poder, el amor o el reconocimiento.
Desde una perspectiva psicoanalítica, la rivalidad fraterna se entiende como uno de los conflictos pasionales inherentes a la existencia humana. La rivalidad tiene su origen en la temprana infancia. Engloba un conjunto de emociones y fantasías que se ponen en juego en distintas ocasiones en la mente del niño pequeño, por ejemplo, frente al nacimiento de un hermano. Cuando decimos que es inherente al ser humano nos referimos a que son conflictos que todos sentimos en algún momento de la vida en mayor o menor grado.
El primogénito por lo general espera con ambivalencia la llegada de un hermano. Por un lado, puede fantasear con lo divertido que será jugar con él, pero, por otro, tendrá que compartir el amor de papá y mamá. Y no le resulta fácil renunciar al estatus de ser el hijo único. Asimismo, el hermano menor vivirá su turno en constante alerta y preocupado por la llegada de un nuevo bebé que le quite su lugar.
El hermano mayor siente que las cosas dejan de girar en torno a él; imagina que el bebé dentro de mamá se convierte en el protagonista. Después tendrá que enfrentar la llegada del bebé, las visitas, los regalos e ir entendiendo que el hermano intruso llegó para quedarse. Es muy tierno escuchar a los niños preguntar “¿Mami, cuándo vienen por el bebé?”. Corresponde a la fantasía de que la estancia del hermano es temporal y que podrá, en algún momento, recuperar el trono perdido. Una nena de cuatro años le pedía a su mamá que le cantara repetidamente una canción llamada Brother for sale (hermano a la venta), a través de la cual la pequeña podía expresar su fantasía de deshacerse del rival incómodo.
Como lo mencioné al inicio, la rivalidad fraterna no solo pertenece al contexto de la infancia. Muchos psicoanalistas pusieron en evidencia que dichas fantasías permanecen en la mente durante toda la vida. Con frecuencia, escuchamos pacientes adultos relatarnos esos dramas infantiles en torno a los celos y la exclusión. Algunos son convencidos de ser los hijos preferidos y de poseer un lugar especial en la fratría; otros fantasean que sus hermanos les tienen rencor precisamente por haber sido los favoritos de los padres.
En el hospital a menudo veía que el cuidador primario de un paciente hospitalizado encarnaba el papel del buen hijo, del que abandonaba su propia vida y se volcaba con devoción al cuidado del padre o la madre enferma. Además de la preocupación genuina por la salud de un familiar, puede estar presente la fantasía de superar a los hermanos e inclusive la de demeritar sus esfuerzos.
En el consultorio los pacientes nos describen conflictos similares en otros ámbitos, en particular el profesional o laboral. Con frecuencia escuchamos la dificultad que enfrentan algunas personas con sus colegas: comparan constantemente sus cualidades con las de sus compañeros o bien temen perder su lugar cuando alguien nuevo es contratado. Es decir, la lucha por conseguir el reconocimiento y el amor del jefe-papá nunca cesa. En el trabajo clínico resulta muy importante detectar esos libretos infantiles presentes en el mundo interno de cada paciente.
Referencias
Freud, S. (2013). Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad. En Obras Completas, tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu. (Obra original publicada en 1922).
Lebovici, S. (1995). Los hermanos. En La psicopatología del bebé. España: Siglo veintiuno. (Obra original publicada en 1989).