La represión y las formaciones de compromiso vistas desde el psicoanálisis

Por Guillermo Nieto Delgadillo

 

Imaginémonos, por un momento, que nos encontramos a finales del siglo XIX: los médicos de la época intentan descubrir las causas de una enfermedad conocida como histeria que, aparentemente, se encuentra asociada, de manera exclusiva, a la mujer. El desconcierto que gira en torno a dicha enfermedad es significativo, pues no existen causas orgánicas para síntomas tan aparatosos como los desmayos, el adormecimiento de las extremidades, la ceguera temporal, la incapacidad para caminar, entre otros.

Se requirieron los esfuerzos y la genialidad de personajes como Hippolyte Bernheim, Jean-Martin Charcot y varios otros para ir develando los misterios que la histeria guardaba. Al final, Sigmund Freud, siguiendo en un inicio a su mentor y amigo, Josef Breuer, dio el gran y final paso, no sólo para proporcionarnos un tratamiento y técnica para la histeria, sino para la exploración de los estratos más profundos de la mente humana.

Iniciando con un procedimiento que utilizaba la hipnosis, conocido como método catártico, para después establecer la técnica que hoy conocemos como asociación libre, Freud descubrió que existe un área de nuestra mente que carece de conciencia. Si bien, el inconsciente ya había sido mencionado por otros grandes pensadores de la historia de la humanidad, fue este autor quien describió sus modos de funcionamiento y realizó una sistematización, tanto del mismo, como de la técnica para estudiarlo.

Regresemos a la histeria: resultó que dicha enfermedad era el resultado de un conflicto entre impulsos y deseos que quieren surgir a la conciencia, pero que, para otra área de nuestra mente, resultan en exceso amenazantes. Freud observó que el síntoma histérico era el resultado de dicho conflicto psíquico que colocaba en cierta parte del cuerpo, de forma simbólica o disfrazada, el impulso o deseo amenazante; entonces, ya que éste no surgía de manera directa, resultaba menos aterrador. Más allá de cualquier significado que pudiéramos otorgarle, lo que el autor observó fue que el síntoma representaba un deseo sexual que había sido reprimido y había retornado a través de éste.

¿Qué quiere decir que algo sea reprimido? Podemos pensar en la represión como un mecanismo que, sin darnos cuenta, de manera constante está en operación en la mente de todos, encargándose de enviar los contenidos peligrosos al inconsciente. La represión no sólo requiere un gasto de energía, sino que existen momentos en los que ésta puede fallar. Notemos cómo lo que hace la represión no es destruir dichos contenidos, sino mandarlos a otro lugar, del cual nada sabemos, para que pierdan su peligrosidad.

La cuestión es que, como el contenido no es destruido, en ocasiones logra surgir de alguna u otra manera. Mencioné que, en un inicio, Freud describió al síntoma como el retorno de lo reprimido, relacionándolo, de forma exclusiva, con las patologías histéricas, obsesivas y fóbicas; poco después, amplió la concepción para explicar que existen otros procesos que son resultado del conflicto psíquico, la represión y los contenidos que regresan de una forma no tan directa. Los lapsus, los actos fallidos y los sueños que todos tenemos se convirtieron en pruebas tan representativas de la marca de la represión que, en el lenguaje cotidiano, todos solemos decir: “Tuve un lapsus” o “Eso que pasó fue un acto fallido”.

En los primeros años del psicoanálisis, la represión estuvo predominantemente asociada a impulsos amorosos peligrosos, pero conforme pasó el tiempo, su dominio creció para incluir a lo que conocemos en la teoría psicoanalítica como pulsiones, que podemos describir, de manera muy general, como las pasiones humanas más intensas de amor y odio.

Para poner un par de ejemplos: un sujeto le va a comprar un regalo de bodas a su hermana; en el centro comercial, se encuentra con una vajilla que se llama el “Modelo Royal” y, en lugar de pedirla de esta manera, le pide a la empleada del centro que le muestre la “vagina royal”; queda tan avergonzado después de esto que se sale de la tienda y prefiere buscar en otros lugares. Otra persona, que comentaba estar muy contenta por regresar a trabajar después de sus vacaciones, se sienta sobre sus lentes el día de regreso al trabajo, por lo que tiene que tomarse un día más de descanso, debido a que depende de su vista para trabajar y, además, tiene bastante aumento. Es común que dichos lapsus tengan un carácter entre vergonzoso y cómico, ya que son manifestaciones del inconsciente actuando.

Es importante señalar que la represión es sólo uno de varios mecanismos de defensa que las personas utilizamos de manera inconsciente para lidiar con estos deseos. Existen otros, como son la negación, la identificación proyectiva, la escisión, la idealización, devaluación, etcétera. Sin embargo, la represión tiene un lugar especial en el psicoanálisis, no sólo porque fue el primero que describió Freud, sino porque es el mecanismo que, con más frecuencia, utilizamos las personas con una estructura predominantemente neurótica.

Es un tema bastante interesante que no deja de sorprendernos, tanto en la vida cotidiana como en el consultorio psicoanalítico. A los interesados en estudiar un poco más sobre esto, les recomiendo leer Estudios sobre la histeria, escrito por Freud y Breuer. Es un texto hermoso que nos muestra el recorrido teórico y técnico que dio nacimiento al psicoanálisis unos años después, con la publicación de La interpretación de los sueños.

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