La importancia del acompañamiento terapéutico
Por Natalia Ortiz Sanabria
Las exigencias de la vida diaria, como la inmediatez con la que se solicitan diversas actividades, el constante frenesí de las grandes urbes, las metas a alcanzar e innumerables factores (tanto internos como externos) que prevalecen en nuestra cotidianidad, hacen necesario que podamos contar con un espacio donde nos sea posible darnos un respiro y también reflexionar sobre nosotros, cuestionarnos acerca de quiénes somos, entender cuáles son las motivaciones que permean nuestras acciones diarias. Si bien, hacer esta reflexión es una tarea que se puede llevar a cabo de manera individual, sin duda es un gran aliciente hacerlo con alguien más.
Aquí es donde el acompañamiento terapéutico se convierte en una herramienta que nos podrá llevar por un sendero más cómodo y seguro en este ejercicio de pensarnos y conocernos. Hay ocasiones en las que se cree que este tipo de acompañamiento puede ser sustituido por la compañía que nos ofrece un amigo, los padres o nuestros hermanos. En realidad, estos vínculos sí pueden darnos calma o una sensación de estar “menos solos”; incluso cabe la posibilidad de recibir un muy buen consejo. Sin embargo, todo ello estará influenciado también por los sentimientos y emociones que esas personas tienen hacia nosotros.
Por lo tanto, es necesario comprender que el acompañamiento terapéutico es una tarea compleja que involucra distintos elementos (conocimientos, técnica y pericia), los cuales lo distinguen de la charla cotidiana que, como mencioné antes, podemos tener con cualquier persona que nos conozca y nos aprecie. Ahora bien, una de las características del acompañamiento terapéutico es que es desempeñado por un profesional, mismo que debe contar con una construcción teórica bastante sólida acerca del funcionamiento de la mente humana.
En el caso concreto del psicoanálisis, se piensa que nuestro actuar está regido por una fuerza de la cual no sabemos mucho, sino por sus efectos en la vida diaria; una fuerza que nada tiene que ver con la razón, sino con motivaciones internas, llamadas “inconscientes”, que podemos conocer gracias a la escucha y comprensión que se adquiere en un proceso psicoanalítico.
Siguiendo algunas ideas psicoanalíticas, Donald Winnicott (1956) describe la importancia de los primeros cuidados que la madre ofrece a su bebé y cómo serán fundamentales para el desarrollo de su psiquismo. Estos cuidados irán desde los más concretos y básicos (como la alimentación o el cobijo) hasta poder señalar y nombrar las primeras experiencias emocionales presentes en el inicio de la vida (por ejemplo, el hablar sobre si siente dolor en alguna parte de su cuerpo, sobre por qué se siente frustrado, por qué tiene hambre, etcétera), no importando si el bebé aún no tiene la capacidad cognitiva para entender lo que la madre trata de transmitirle.
Lo anterior nos permite percatarnos de que ahí existe una ligazón emocional, dotada de mucha comprensión, donde mamá es capaz de conectarse con las necesidades y los sentimientos de su bebé, además de contenerlo ante lo angustiante que puede ser su llegada a este mundo, que es desconocido para él en su totalidad. Así, Winnicott se apoya de la noción de la madre suficientemente buena para nombrar a una madre que no debe ser perfecta, sino ser capaz de investir a ese infante como alguien merecedor de amor y valía.
Dicha función es muy similar a la que después sucede en el consultorio, cuando un paciente acude para que lo acompañemos durante un tratamiento; el terapeuta estará abocado a escuchar, con mucha paciencia, qué es lo que le sucede y qué es lo que le genera tanta angustia, para con esto poder, incluso, nombrar las emociones que dicho paciente no es capaz de discernir en ese momento. Como terapeutas, no le decimos todo lo que pensamos acerca de lo que le pasa y lo que sí le decimos, no lo hacemos de manera inmediata. Más bien, esperamos un poco, hasta estar seguros de que el paciente puede recibir noticias de su vida mental, sin que se asuste o se le dificulte tramitar lo que le sucede. De igual manera, durante el acompañamiento terapéutico, es como si el terapeuta tomara el papel de esa madre suficientemente buena, buscando que a lo largo de las sesiones se fomente un clima de mucha cercanía y apoyo, con el fin de que el paciente pueda sentir una primera confianza básica y, de a poco, pueda tener la capacidad de tolerar aspectos más ansiógenos u hostiles sobre su forma de ser.
A diferencia de una charla con un conocido, la escucha del terapeuta se encuentra libre de prejuicios y tiene como intención principal captar aquello que la persona no comprende muy bien sobre su realidad psíquica. Asimismo, el terapeuta mantiene una actitud de neutralidad ante el paciente, pues no persigue ningún otro tipo de interés más que la búsqueda de la verdad de la persona a la que escucha. Entonces, la finalidad de acompañar al paciente en la comprensión de sí mismo y de su mundo interno es que su vida mental se nutra, que tenga un conocimiento nuevo sobre sus vivencias emocionales, que construya significados diferentes de los hasta ahora conocidos y que, con esto, pueda generar caminos distintos y menos sufrientes en su andar por la vida.
Referencia:
Winnicott, D. (1956). La preocupación maternal primaria. Escritos de pediatría y psicoanálisis. Paidós.