La importancia de seguir estudiando en situaciones adversas

Por Javier Fernández

Existen muchas formas de enfrentarse a situaciones adversas. No todas son funcionales o adaptativas; también las hay autodestructivas. Lo que vivimos en la actualidad genera conflictos personales, familiares, económicos y laborales que desencadenan principalmente síntomas de ansiedad y/o depresión. Las vías de escape pueden ser la ingesta desmedida de alimentos o el consumo de drogas y alcohol con la finalidad de evitar la sensación de aislamiento y la frustración que se vive a nivel mundial.

Los jóvenes han tenido que regresar al núcleo familiar, lo cual impacta de manera significativa en el proceso de consolidar su identidad, construir su propia ideología y confirmar sus valores y principios. El aislamiento social les ha impedido estar con sus amigos. La desesperación por salir de casa está relacionada con la necesidad de seguir en contacto con su grupo social, el cual les representa una separación del núcleo familiar, lo cual es fundamental para su crecimiento personal.

¿Qué herramientas existen actualmente para enfrentar el confinamiento? Más allá de los cuidados de salud que tanto nos han recomendado los médicos y las autoridades sanitarias, quisiera hacer énfasis en la importancia que tiene seguir estudiando en situaciones adversas. He escuchado a jóvenes que dicen “¿para qué sigo estudiando si las clases no son presenciales?”, “la calidad de las clases en línea no es la misma; mejor me espero”, “está de flojera estudiar desde la casa”, “hasta que pueda ir a la universidad, regresaré a clases; pondré en pausa mi carrera”. Es un riesgo detener y obstaculizar la continuidad de los estudios; cualquiera necesita salir del encierro y lo hará de alguna manera.

No negaré la diferencia que existe entre una educación a distancia y la presencial, pero la esencia y la calidad de lo académico no se pierde; incluso se ha llegado a reforzar porque tanto alumnos como profesores han redoblado esfuerzos para aprender y para enseñar. Ambos entienden lo fundamental que es seguir estudiando porque permite salir del encierro que se vive dentro de casa. La curiosidad, la ambición intelectual y el deseo por aprender se despiertan con mayor intensidad. La exigencia académica invita a la mente a comprender para después tener la posibilidad de introyectar el conocimiento y abrir un espacio donde somos creativos y consolidamos una idea bien fundamentada. Dejando de lado todo aquello que es abrumador en este momento, hablo de las redes sociales y los noticieros. No quiero decir que nos desconectemos del mundo, sino que sigamos conectados con lo que nos ofrece la educación, que en síntesis es una medicina para la salud mental.

La educación “a distancia” es algo relativo. En realidad, nuestro objetivo no se debe centrar en cómo vamos a recibir la educación académica, sino en lo que esta significa y representa para nosotros.  En palabras de M. Heidegger, aprender no es informar a alguien de algo que antes no sabia, sino hacer de él alguien que antes no existía. La cuarentena nos ha obligado a sobrevivir como alumnos, a romper patrones, a repensar la forma de recibir el aprendizaje. El no continuar estudiando por las razones que mencioné al inicio del texto se vive como una parálisis en la capacidad y creatividad de uno mismo. Las situaciones adversas se vuelven una prisión de la cual no se puede salir porque se está paralizado y por tanto imposibilitado para tomar la llave que abre el cerrojo.

En un inicio será difícil lograr la adaptación y aceptar la “distancia”, pero las recompensas serán invaluables. La función del profesor no es conducir al alumno, sino enseñarle a conducirse. Qué mejor que lograrlo en estos tiempos.

 

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