La función alfa y su reversión para Wilfred Bion

Por Claudia Foster

En Desarrollo kleiniano 111 (1978), Meltzer dice que, para Bion, el pensamiento está de algún modo conectado con el proceso de desarrollo y las formas de comunicación entre madre e hijo. El odio hacia las emociones está vinculado con el odio a la vida misma. Los excesos de la pulsión de muerte, incluidos en la parte psicótica de la personalidad, o el fracaso de la madre para recibir las proyecciones del niño y su temor a morir, también son determinantes en la creación de un aparato para pensar. El servicio prestado al niño recibe el nombre de función alfa, que tiene un carácter misterioso. Bion considera que existe un aparato que crea los pensamientos, elementos necesarios para la manipulación en un proceso que deberá llamarse “pensar”. Cuando se construye un aparato para producir pensamientos, esto da paso a la noción de “experiencia”. A su vez, existe el concepto de elementos beta, que son impresiones sensoriales de la experiencia emocional que no operan bajo la función alfa. Los elementos beta son la materia prima de los pensamientos que el aparato psíquico no puede digerir: “Son la matriz más temprana de la que se supone surgen los pensamientos”. (Redonda, 2023, p.53). Existe también la idea de función alfa a la inversa, la cual canibaliza los elementos alfa o pensamientos oníricos para que produzcan elementos beta (Meltzer, 1978, pp. 71-82).

Recuerdo a una paciente que comienza su análisis y constantemente hace intentos de comprender lo doloroso que es el proceso de pensar. En una sesión, me dice:

Fíjate, Claudia, que vi a mi madre el fin de semana y estuve observando cómo no para de hacer cosas. Todo el tiempo hace algo. De pronto, le dije: ‘Mamá, ¿Podríamos en algún momento de la vida no hacer nada?’ ¡Ahí me acordé de ti, Claudia; de lo que hemos hablado sobre cómo yo no paro de hacer cosas. Pero ni creas que mucho (ríe). Al final, acabamos haciendo mil actividades como siempre.

La paciente, además de identificarse con su madre en el modo operativo de hacer y hacer cosas, en sesiones ha intentado entender que su forma de vivir es una defensa para evitar pensar en experiencias emocionales que podrían representar algún dolor. Viene a sesión y me dice que trató de identificar eso que la ha perjudicado tanto, pero inmediatamente comenta: “Pero ni creas que mucho”. De alguna manera, esto puede identificarse con lo que Bion denominó como “reversión de la función alfa”. En este proceso, hay un intento de crear un pensamiento o una idea nueva, pero de pronto ese nuevo alimento le parece demasiado amenazante y regresa. Trata de dar sentido a algo, pero luego retrocede debido al dolor que esto pueda representar. Intento instalar en ella un aparato para pensar, para que pueda transformar las experiencias insatisfactorias o frustrantes en experiencias emocionales de aprendizaje, pero fracasamos. La tarea analítica es interpretar esto constantemente cuando el material de la paciente lo permita, con el fin de crear un aparato que tolere el dolor mental.

En Desarrollo kleiniano 111 (1978), Meltzer señala que Bion piensa que el bebé hambriento tiene una preocupación por el pecho que, poco después del nacimiento se encuentra con su realización que es lo suficientemente cercana como para dar pie a una concepción de un pecho. En adelante, su angustia se expresará en un “no-pecho”, que expulsa de varias maneras, principalmente gritando, además del miedo a morir. Si la madre es capaz de recibir esto en forma de preocupación para contener la identificación proyectiva del bebé, entonces su función de ensoñación (activada por su propia función alfa), le permitirá devolver al infante esa parte de sí mismo que había proyectado, junto con un pecho presente. A este proceso se le llama vínculo “K” (Knowledge). (pp.83-92).

Otra paciente, con un importante sobrepeso, al final de la sesión, me dice:

Como todos los viernes que vengo acá, ahorita que salga de sesión me voy con una amiga a comprarme una malteada de esas grandotas que venden en las heladerías. Le puedo poner un poco de chispas de chocolate hasta arriba pero ya sería mucho ¿no crees? (ríe). Creo que me lo merezco.

La paciente viene a sesión a pensar, a obtener un alimento nutricio que le haga sentir que el encuentro ha sido enriquecedor. Esto resultará en la adquisición de una experiencia a partir de dicho encuentro. Durante la sesión, es receptiva a las interpretaciones; ha hecho cambios favorables en su vida familiar y en su trabajo. Sin embargo, al finalizar algunas sesiones, transforma el alimento nutricio en algo que le hace daño y que no contribuye en nada a las cuestiones referentes a su sobrepeso. Este es otro ejemplo de reversión de la función alfa. La voracidad y la envidia (H) la invaden al terminar la sesión, quizás en un intento de que ésta no termine, por lo que hace un “acting” y se come lo primero que encuentra al salir de la cita conmigo. Esto lo justifica como un premio (como si fuese una niña pequeña a la que le dan dulces cuando va al pediatra) por haber sufrido tanto en nuestra sesión.

He interpretado esto como un deseo de atacar el vínculo siempre que termina nuestro encuentro, así como la voracidad y el deseo de hacerme saber que va a hacer algo que le hace daño, con la intención de dejarme preocupada. Poco a poco, la paciente ha dejado de ir por su malteada, o al menos dice que ya no lo hace. No obstante, últimamente me cuenta sueños importantes justo unos minutos antes de terminar la sesión. A esto también le he interpretado su deseo de evacuar el sueño justo antes de terminar para invadirme de curiosidad. Así, los impulsos de H (odio/Hate) (llenarme de ansiedad y curiosidad ante un sueño casi al final de la sesión), los vamos transformando en K, para obtener una experiencia emocional fructífera de nuestro encuentro.

En la clínica, encontramos constantemente en el discurso de los pacientes y en “actings” intentos de llegar a una verdad dolorosa. Muchas veces lo logran, pero inmediatamente lo revierten para evitar crear una nueva idea. La interpretación constante y minuciosa del analista sobre estos aspectos hostiles del paciente es una excelente herramienta para armar un aparato para pensar que tolere la ambivalencia y el dolor, y así dar paso a lo que Bion llamó “aprender de la experiencia”.

Referencias:

Meltzer, D. (1978). Desarrollo kleiniano 111. Bion (pp. 71-82 y 83-92). Paradiso.

Redonda, M. (2023). Elementos de Psicoanálisis de Wilfred Bion (p.53). Teseo.

 

 

 

 

 

 

 

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