La cirugía plástica. ¿Una solución mágica para conseguir el éxito y la felicidad?
Por Nadezda Berjón
Chicas que se ven como Barbie, jóvenes que lucen como Superman. Mujeres mayores que no pueden mover los músculos de la cara y cuyos labios tienen hasta cuatro veces el tamaño promedio. Hombres que alargan su miembro viril o se injertan cabello. Pulir huesos, quitar piel, extraer grasa de una zona para introducirla en otra son algunas de las medidas usadas para lograr verse como alguien que no se es. ¿O acaso ese es el que se es, pero que no se ha tenido la oportunidad de mostrarlo?
En México, las cirugías plásticas más solicitadas son las de nariz (rinoplastia), aumento de senos y liposucción, con predominio de mujeres sobre varones. Las razones para transformar el cuerpo son muchas, por ejemplo, una mejoría funcional (corregir un tabique desviado que no permite la respiración adecuada), pero muchas cirugías responden al deseo de cambiar la estética en aras de mejorarla y volverse más atractivo.
La intención de este escrito es pensar en algunas posibles motivaciones que subyacen a dichas intervenciones desde la óptica del psicoanálisis, que estudia las motivaciones y fantasías inconscientes. Respecto a la pertinencia de una cirugía antienvejecimiento, podemos evocar a Freud (1938) al señalar que nuestra mente, específicamente lo que se denomina el yo, tiene la capacidad de escindirse o dividirse dando por resultado la coexistencia de dos posturas opuestas. Es decir, por un lado, se sabe que el tiempo pasa, que cada década trae consigo un decaimiento físico y que una intervención médica no detiene el tiempo, pero, por otra parte y al mismo tiempo, el autoengaño es posible en tanto se niega tal realidad. Aunque tenemos presente que esta no cambia, emocionalmente cae bien pensar que sí lo hace.
Si lo analizamos, el paso del tiempo implica una pérdida y un dolor. Ya no se es aquel joven de hace determinados años, pero tampoco lo es la vida ni los vínculos de antaño. Todo sufre un proceso de madurez, no sólo de pequeñas muertes, sino de vitalidad y posibilidades a futuro. Lo que se requiere es llevar a cabo ese duelo por la juventud y apreciar lo que es propio de la etapa que se vive. Podemos pensar que una cirugía facial aporta una máscara que oculta un dolor profundo ante el envejecer, una depresión o el profundo enojo por lo vivido como injusto.
¿Acaso la cirugía plástica disfraza muchos conflictos? Por ejemplo, ¿la liposucción esconde un hambre voraz y la imposibilidad de llenar huecos emocionales? ¿Los pechos que crecen de forma mágica de un día para otro esconden la sensación de pequeñez e infantilismo, así como la rivalidad con la madre cuyos senos nutrieron al inicio de la vida? Es como decir al médico que coloque en lo real y tangible aquello que falta o se anuda con la psique.
Un adolescente, en pleno conflicto con los padres, que para sentirse individuo requiere distanciarse de ellos y lo que los representa, puede desear cambiar su cara para ya no parecerse al padre, a la madre o a los hermanos. A ese grado puede llevar el proceso adolescente de separación e individuación de los padres, propio de la etapa (Blos, 1979). Hoy en día, vemos a jóvenes que no sólo quieren dejar de verse como su genética familiar lo establece, sino que, incluso, anhelan cambiar de especie, ser animales, o seres extraterrestres. Lo que sea, con tal de no tolerar la dependencia y lazo con los padres.
Asimismo, los intentos desesperados (sí, “desesperados” si consideramos a quienes son adictos a las cirugías plásticas a pesar de resultados desfavorables) por repararse, como si de un edificio viejo se tratara, llevan a pensar en gente cuyo impulso es resanar, arreglar, restaurar o remodelar un mundo interno que probablemente esté deteriorado por conflictos entre amor y odio. “Sigo siendo horrible” diría una hermosa mujer ante el cirujano plástico, en tanto lo monstruoso corresponde a algo en su interior que ella desconoce y que, si acaso, el medico intuye que sufre un problema emocional, cortará, pegará y rellenará donde la mujer le indique con tal de engrosar su cuenta bancaria.
El ideal del yo (Freud, 1914) es la imagen justamente ideal que se tiene de uno mismo y que va acorde a la perfección y omnipotencia infantiles. Es una quimera, es inalcanzable, pero que, de modo positivo, alienta a mejorar, concretar metas y mantener ilusiones, aunque en su lado más oscuro conlleva un sentimiento continuo de imperfección. De ahí la búsqueda de la apariencia perfecta, pero nunca tangible y accesible.
Estas son algunas ideas que el psicoanálisis aporta para la comprensión de fenómenos como la cirugía plástica, que sólo mediante el trabajo cercano con el paciente pueden descifrarse.
Referencias
Blos, O. (2011). La transición adolescente. Buenos Aires: Amorrortu. (Obra original publicada en 1979).
Carveth, D. (2018). Psychoanalytic Thinking. A Dialectical Critique of Contemporary Theory and Practice. Nueva York: Routlegde.
Freud, S. (2013). Introducción al narcisismo. Obras Completas de Sigmund Freud. Tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu. (Obra original publicada en 1914).
Freud, S. (2013). Esquema del psicoanálisis. Obras Completas de Sigmund Freud. Tomo XXIII. Buenos Aires: Amorrortu. (Obra original publicada en 1940 [1938]).
Goetschey, C. (2016). La separación. Aspectos metapsicológicos y clínicos. En Conflictos, pérdidas y angustias depresivas en los vínculos intersubjetivos. México: Instituto Universitario Eleia.
Spillius, E. (2007). El concepto de fantasía, según Freud y Klein. En La teoría kleiniana. Una perspectiva contemporánea. Madrid: Biblioteca Nueva.