Joker: “Hilaridad” para tomarse en serio*
Por Ana Livier Govea
*Este artículo contiene spoilers
El juglar, el tonto. El bufón que entretenía a la corte real, tan cómico y trágico, un saltimbanqui enmascarado, maquillado grasosa y burdamente que entretiene y, al mismo tiempo, produce horror.
El monstruo medieval que impacta con la contorsión de su boca, un payaso que deforma la hilaridad y la sonrisa para quedar transformadas en una horrorizada gesticulación. El bufón “se ríe” y la corte se retuerce. Él es quien se divierte ahora con la corte: tergiversación disfrazada de comedia.
La comedia es un género dramático que se originó en el mundo griego, se desarrolló en el medioevo, hasta llegar a nuestros días. En ella se exageran los vicios y los defectos insoslayables de la condición humana, arremete moralmente contra el ridículo del padecer humano e intenta aliviarlo mediante la risa. Trata temas recurrentes como la estafa, el engaño, la burla, problemas comunes de personajes de baja calidad moral (en apariencia), pero dotados de una gran complejidad. En cuanto a su estructura, presenta un conflicto central creado usualmente por este “defecto” de carácter del protagonista; el cual perturba el bienestar de la comunidad a la que pertenece. Este carácter “vicioso” (rebelde, irreverente, o loco) lo coloca como un trasgresor social, pues entre risas y arrebatos, rostros maquillados e “inocentes deslices” el bufón atenta contra los límites. Por este motivo, debe ser reprendido y el castigo será ponerlo en ridículo.
¿Quiénes son los ridiculizados por el bufón? ¿Quién es el hombre detrás de la máscara?
Al inicio de la película de Todd Phillips, hay una persecución en la que Arthur (Joaquin Phoenix) corre tras un grupo de vándalos, sin embargo, al final, todos acabarán por seguirlo a él, ¿por qué?
Primer plano: Arthur esboza una mueca triste, suena un chirrido que emana de los dientes amarillentos, le tiembla la boca, se mira al espejo y ¿qué encuentra?, ojos humedecidos, rostro catatónico y entumecido, un gesto que no se produce espontáneamente: falanges dentro de la boca estirando la piel, los labios son como una liga, se estiran y estiran hasta esbozar lo que parece una sonrisa forzada, violenta y falsa.
Arthur habita en ¿Ciudad Gótica? (o en cualquiera), vive en una sociedad que lo hostiga y violenta. Una sociedad que, al principio, lo victimiza para, posteriormente, ser abortado por el sistema de salud que lo deja a la deriva “¡Usted no está escuchando!” –reclama Arthur‑. Él vive con su madre al mero estilo de Norman Bates: solo, aislado, oyendo puntualmente las ideas delirantes de una anciana que en medio de la confusión entre sostener su locura o a su hijo en brazos, opta por dejarlo caer. Los brazos no bastan para dos cuando la mente se cunde de delirios.
Nuestro personaje encara la violencia desde tempranos inicios de su vida. ¿Y el padre? Es una figura idealizada y representada por el personaje de Robert De Niro, un comediante cuyo éxito deviene de la exposición y ridiculización del otro.
En un comienzo, Arthur Fleck sube y baja las pesadas escaleras que reflejan su tedio por vivir, los esfuerzos por resistirse al hartazgo y a la alienación. Al final, desciende coreográficamente, se lo ve transformado por esas mismas escaleras y desciende como si se trataran de los círculos del Infierno de Dante, pronto todo va a arder. La audiencia, antes conmovida e indignada, queda apabullada frente al horror. Hay Jokers por todos lados. ¿Cómo es que la sonrisa queda transformada en agresión? Arthur encuentra un nuevo propósito para vivir: destruir.
En este sentido la psicología y el psicoanálisis han realizado aportes significativos relacionados con la agresión y el desarrollo del individuo, los cuales son de gran utilidad a la hora de querer comprender las cuestiones referentes a términos de agresión y vínculos interpersonales.
Arthur Fleck tuvo una infancia plagada de caos, abusos y negligencia, y esto es un factor común que se observa en sujetos psicopáticos o bien, en aquellos en los que deviene una psicosis. “En los casos de psicópatas violentos es prácticamente imposible encontrar figuras protectoras. La persona psicopática puede no reconocer frente a los demás que siente ciertas emociones, aunque sea consciente de ellas, ya que las asocia a debilidad y vulnerabilidad. Posiblemente nadie nunca le ayudara a poner palabras a las emociones”. Por este motivo, el sujeto hace uso de la identificación proyectiva, para producir en el otro los estados emocionales que le son desconocidos, pero propios.
“El pensamiento psicoanalítico más penetrante sobre psicopatía (por ejemplo, el de Kernberg, 2004) hace hincapié en el fallo en el apego y la internalización, frente al temperamento o eventos de la crianza. La persona antisocial parece no haber estado nunca apegada psicológicamente, incorporado objetos buenos o identificado con cuidadores”.
Otro autor fundamental para comprender este tema es Donald Winnicott, quien se ocupó de estudiar el tema de la agresión y desarrollo de patologías graves a partir del vínculo materno establecido en la temprana infancia. Asimismo, reflexiona sobre el buen cuidado (madre suficientemente buena) y crianza en la tierna infancia, a fin de remarcar la importancia de que el niño debe contar con un ambiente facilitador y figuras cuidadoras que respondan a sus necesidades, tanto físicas como emocionales. “Por otro lado, cuanto más caótico sea el medio en que se cría un niño, y cuanto más inadecuados sus cuidadores, más probable es que no se den los límites necesarios para que el niño (posteriormente el adulto) tenga que tomar en cuenta las consecuencias de sus actos impulsivos”.
Arthur Fleck cobra venganza y se regodea frente al caos que ha provocado. Su omnipotencia se viste con colores chillantes y bajo la solapa se esconde el placer por la destrucción, por ver el mundo arder. Finalmente, con la cara golpeada y el cuerpo tambaleante, sube al toldo de una patrulla mientras que, entre luces rojas y azules, aquellos que lo perseguían y condenaban, hoy enardecidos lo alaban.
El Joker literalmente se coloca sobre la ley.
Referencias
Celis, M. (2014) Personalidades psicopáticas (antisociales). En McWilliams, N. Diagnóstico Psicoanalítico. Comprendiendo la estructura de personalidad en el proceso clínico. En Aperturas psicoanalíticas. Revista internacional de psicoanálisis. Núm. 047. Madrid.
Chagas Dorrey, R. C. (2012). La teoría de la agresividad en Donald W. Winnicott. En Perfiles educativos. Vol. 34. Núm.138. México
Macchi, F. El perfil psicológico del Joker según psicoanalistas, psicólogos forenses y expertos en criminología. El Observador. Recuperado de https://www.elobservador.com.uy/nota/el-perfil-psicologico-del-joker-segun-psicoanalistas-y-expertos-en-criminologia-201910215046