Ideas psicoanalíticas e interpretación compleja en la sesión

Por Norberto Bleichmar

 

En el psicoanálisis entusiasma y, al mismo tiempo, produce incertidumbre la gran cantidad de teorías e ideas que se construyeron desde la época de Sigmund Freud hasta nuestros días. Algo que lo distingue de otras ciencias es el llamado método experimental, el cual se puede aplicar, por ejemplo, en la prueba de vacunas contra COVID-19: consiste en poner a treinta mil personas la vacuna en estudio, mientras que a otras treinta mil, en lugar de darles dicha vacuna, se les da una solución de agua como placebo. Luego, se observa cuál de los dos grupos se enferma más de COVID-19. En este caso, nos encontramos en el territorio de las ciencias médicas, la biología y muchas otras disciplinas.

Sin embargo, este es un método que no podemos aplicar en psicoanálisis. No es posible estudiar a miles de personas con una teoría y a otras miles con otra, para luego observar cuál de ambos grupos obtiene mejores resultados. Tampoco podemos analizar a un paciente con una teoría determinada y luego borrarle la memoria para volver a analizarlo con otra. Debido a esto, el psicoanálisis se posiciona, respecto de las ciencias médicas, en una dimensión epistemológica distinta, entendida como la búsqueda del mejor camino para conocer la verdad en cada disciplina.

En la segunda mitad del siglo XX, eran frecuentes las discusiones entre los partidarios de las ciencias empíricas tradicionales, que criticaban al psicoanálisis (Adolf Grünbaum, por ejemplo), y aquellos que defendían las teorías psicoanalíticas. En la misma época, dentro del psicoanálisis, se enfrentaban los analistas de la psicología del yo y los del grupo kleiniano. Después, surgió Jacques Lacan, quien criticó tanto a la psicología del yo americana como a los kleinianos, entre otras escuelas.

A lo largo de la década de los ochenta, comenzó a aceptarse, dentro de esta disciplina, la noción de pluralismo, la cual consiste en pensar un hecho clínico desde vértices teóricos diferentes. Algunos psicoanalistas optaron por tratar de combinar partes de distintas teorías. André Green, en Francia, fue defensor de Freud y, a la vez, incorporó ideas lacanianas; también agregó algunos aspectos del pensamiento de Donald Winnicott y de Wilfred Bion, todos ellos creadores psicoanalíticos que tenían bastantes diferencias en sus enfoques.

¿Esto significa que, por no usar criterios experimentales que son habituales en otras disciplinas, el psicoanálisis no es científico? No necesariamente. Se puede aceptar su cientificidad cuando observamos, con el sentido común, aspectos extraños o repetitivos en las conductas de los seres humanos. También cuando miramos con cierta ecuanimidad lo que sucede entre paciente y analista, ya que podemos descubrir un patrón aceptable de psicopatología. Por ejemplo, si una joven que consulta porque tiene relaciones sexuales con un hombre casado, bastante mayor que ella, luego dice sentirse totalmente enamorada de su terapeuta masculino, esto se convierte en un hecho bastante creíble, convincente, donde se puede observar cómo se repite el amor de la infancia hacia el padre o la madre.

A su vez, existen situaciones clínicas que pueden ser mejor entendidas por una teoría que por otra. Por ejemplo, una mujer joven que duerme con un muñeco de peluche orienta más al objeto transicional de Winnicott o a la ansiedad temprana de contacto con la madre desde Melanie Klein, los poskleinianos y otros. O bien, una mujer que forma parejas solo con hombres casados o que erotiza a su cuñado orienta más al triángulo del Edipo freudiano. Asimismo, la tendencia humana a pedir siempre algo más, de manera reiterada, parece corresponder con el desplazamiento metonímico que usó Lacan para el deseo humano, así como a la voracidad de Klein.

La idea de usar fragmentos de teorías para explicar hechos clínicos no es nueva ni demasiado complicada. A los psicoanalistas no les gusta mucho aceptar que así proceden en la sesión, pero lo hacen. No es raro que un analista poskleiniano pueda dar algún consejo; no vive toda la terapia haciendo interpretaciones del aquí y ahora, de lo que sucede en la sesión, o interpretando únicamente la transferencia.

Cuando enseñamos psicoanálisis en el Centro Eleia, tratamos de que se aprendan las varias escuelas que lo abordan, pues es algo que enriquece el trabajo clínico. Al estudiante le provoca un poco de ansiedad porque, a menudo, espera explicaciones monocausales, ya que demanda mayor esfuerzo aceptar que existen explicaciones diferentes y sucesivas del mismo problema. En el análisis de un sueño, por ejemplo, yo sería partidario de expresar que ahora vemos este posible significado y, en otro momento, veremos otros, así como diferentes maneras de pensar el mismo tema.

Además, hay muchas evidencias observables y clínicas de que el psicoanálisis mejora los padecimientos de una persona. Las medicaciones y otras terapias quizás ofrezcan soluciones momentáneas y pasajeras; a veces, es lo único que se puede hacer por el momento: usar medicamentos, como en la psicosis, o cuando hay millares de personas con sufrimiento mental y no alcanza el número de especialistas para atenderlas.

Trabajar con fragmentos de teorías, no ser adepto total a ningún autor, razonar sobre lo que puede interesarle a uno o lo que se puede combinar, me parece un camino preferible e interesante. No hay ningún experimento, ninguna certeza firme que apoye el pensar: “Yo uso solo esta manera de entender tal situación porque es la correcta”. Tampoco se puede justificar con evidencias confiables que un analista actual cure mejor que un buen analista de mediados de los años cincuenta. Creer es una cosa; poder demostrarlo, es otra.

En el psicoanálisis, como en otras disciplinas, existen las superposiciones semánticas: es decir, una misma idea se nombra con otras palabras, lo cual es normal. Cada escuela usa un idioma y una terminología que es producto de su pensamiento, contexto, época, ciencias y modas que circulan. Usar fragmentos de teorías y explicaciones sucesivas puede ser una tendencia muy útil, creativa y eficiente terapéuticamente. Podríamos llamar a esto hacer interpretaciones complejas; la palabra “compleja” es atinada, pero podríamos también usar otra.

Estamos, entonces, frente al tema de la verdad, lo plural y lo infinito: nuestra identidad, quiénes somos, el espejo del que hablan los escritores sobre la naturaleza humana. Se puede pensar esto desde perspectivas distintas: desde Freud, la psicología de las masas y el análisis del yo o el yo como precipitado de identificaciones; desde Lacan, la identificación con el deseo del otro; desde Meltzer, un mundo de partes diferentes de la personalidad, el mundo interno. Un neurobiólogo comentaría, con razón, que las neuronas espejo funcionan al reproducir las conductas de otros, sistema alojado en el lóbulo frontal. Las causas de un fenómeno son, por tanto, diversas, y los marcos epistemológicos para abordarlo, numerosos.

En suma, no hay ningún método comprobable que determine con cuál teoría curamos mejor. Digamos de paso, que hay muchas situaciones médicas que presentan el mismo problema; por ejemplo, hay modas respecto al uso de antibióticos y luego comienzan a restringir su uso; se puede acostumbrar el uso de estrógenos para la menopausia y luego esto se abandona; puede haber dos diagnósticos diferentes, según la experiencia médica del lugar o las oportunidades terapéuticas; un centro especializado puede hacer cirugía para una fractura, mientras que otro centro, que no tiene ese nivel, puede confiar en la inmovilidad.

En el psicoanálisis, usar el pluralismo, fragmentos de teorías y hacer interpretaciones sucesivas de un hecho mental son ejes que resultan interesantes para la clínica. Es el camino que prefiero: saber que se piensa algo con convicción, pero sin afirmar rotundamente su certeza. Para interpretar un sueño o un síntoma puedo usar partes de Freud, de Klein, de Lacan, de relacionalistas y de otros para hacer interpretaciones sucesivas y múltiples al paciente, respetando el tiempo, su capacidad de asimilar varias versiones de lo que le pasa y el momento de realizarlo. Lo aplico en mi propio autoanálisis: una persona, en un sueño, es muchos temas y voy pensando uno por vez, agregando otros luego, dando lugar a un proceso infinito y múltiple. Mientras piense con espíritu psicoanalítico y plural el inconsciente, la infancia y la transferencia, creo que voy bien.

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