“Hombres puros” de Mohamed Mbougar Sarr: un relato desde la marginalidad. Recomendación literaria
Por Andrea Amezcua Espinosa
Hombres puros se inaugura con la frase: “¿Has visto el video que lleva circulando desde hace dos días?” Dicha pregunta está planteada con la curiosidad y comodidad propia del amor y la confianza de una conversación entre dos amantes: un hombre y una mujer, que salen y entran de la ebriedad del placer, recostados en una cama y cobijados por la intimidad de la desnudez. El video en cuestión es el de un hombre homosexual, o más bien su cadáver. El contexto de la novela es Senegal, un lugar con religión islámica y con la prohibición moral de enterrar a seres no puros en un cementerio. La mujer le muestra al protagonista, Ndéne Gueye, quien es profesor de letras, el mencionado material en el cual se aprecia la exhumación del cadáver de un góor-jigéen, un homosexual, al cual una turba decide maltratar y negar el descanso en lo sagrado del cementerio para evitar así la contaminación pecaminosa.
A partir de esa escena, el autor denuncia la dificultad, mezcla de deseo y repudio, de la sociedad senegalesa (y, en todo caso, de cualquier comunidad humana) para tolerar la diferencia, el desacato a la norma y la marginalidad de las subjetividades no deseadas ni deseables. El protagonista responde sin interés a su amante; a él no le importa la suerte del cadáver de un homosexual. Es sólo cuando la mujer, una prostituta que también se mueve en los límites de lo marginal, le recrimina su apatía y falsa intelectualidad, que él reflexiona sobre los hechos. Como resultado de la confrontación, Ndéne se pondrá a investigar: ¿Quién era ese hombre?, ¿de dónde surge el odio de la turba?, ¿es la religión o el dogma la causa de la discriminación? Pareciera que Ndéne Gueye desciende por una espiral de conocimiento y reconocimiento de los aspectos oscuros de Senegal y la religión islámica. Se va acercando a los núcleos más incógnitos de lo humano: el deseo, la identidad y la diferencia.
Desde sus orígenes con Sigmund Freud, el psicoanálisis se ha enfrentado a la sexualidad humana, entendida en su aspecto más amplio como la base de las relaciones, vínculos y afectos humanos. En ese sentido, Freud explica la bisexualidad psíquica, la elección de objeto sexual, la erotización como respuesta al cuidado del que todos somos sujetos en la infancia, así como la manera en que nuestra elección posterior de vínculo está ampliamente influenciada por la renuncia y la posibilidad de unificación. Freud alcanzó a ver en la elección y vivencia de la sexualidad, hetero u homosexual, la más compleja red de identificaciones, fantasías, metas y pulsiones. Más allá de Freud, diversas escuelas contemporáneas se preguntan más ampliamente sobre la motivación que existe detrás de cualquier acto. Es así como la manera en que uno elige vivir puede adquirir muchos formatos, pero guarda siempre las múltiples facetas de lo multívoco; no hay una razón única ni causal. De tal manera, el protagonista de la novela intenta enseñar la poesía de Verlaine a un grupo apático y homófobo, argumentando que el poeta es más que su vida y sus elecciones, más que la suma de sus partes. ¿No es eso la identidad? ¿La exquisita complejidad que guardamos frente a todo lo que hemos amado, odiado y conocido?
Regresando a las sociedades humanas, ¿qué despierta en nosotros el contacto con el otro como un sujeto totalmente independiente a uno? Sobre todo, cuando su sexualidad o formas de subjetivación afectan o confrontan nuestra propia forma de concebir el mundo y su moral. Parece que Sarr quisiera decirle al lector que no son la tradición o la costumbre los aspectos que despiertan el odio, la intolerancia y la marginación, sino la fantasía de que aquel sujeto diferente o diverso es la causa del mal.
Conviene pensar ahora en la irreflexión, la ausencia de juicio crítico, como la base del miedo a lo distinto. Aún más, en la fuente del deseo se juega la posibilidad de amar, desear u odiar y repudiar al mismo objeto. Es con esa ambivalencia con la que Ndéne Gueye recuerda los genitales y el rostro del hombre exhumado. Él se preguntará qué parte de sí se queda fascinado con la violencia y la excitación: el sexo y la muerte, los cuales son grandes temas que también Freud destaca en sus escritos como entrelazados con la angustia, los síntomas, el psiquismo y la neurosis. Naturalmente, como buen musulmán, un hombre puro no puede concederse esos pensamientos, la sociedad reclama de él irreflexión y rigidez. Más aún, sus identificaciones y sentido de identidad se ven confrontados, amenazados por un sentimiento de compasión por el cuerpo maltratado. ¿Se debería rezar por quién no tiene salvación?, ¿es lo marginal un cáncer por extirpar? Las respuestas estarán más en la faceta de la ternura, en el rescate de lo diferente, en entender que, conociendo la historia del otro, sin limitarse a una serie de causas y efectos, condenas y juicios, podremos entender más del otro y del sí mismo. La búsqueda de una verdad no conforme ni uniforme será la gran revelación y posible rescate de un vínculo sincero entre personas.
Sarr, M. M. (2024). Hombres Puros (Rubén Martín Giráldez, Trad.). Anagrama. (Obra original publicada en 2021)