Femenino-masculino: desafíos en la clínica psicoanalítica
Por Muriel Wolowelski
Mujer, hombre, femenino, masculino, cuatro conceptos que en apariencia pertenecen a dos categorías; sin embargo, detrás de una mirada más acuciosa, se advierte una complejidad de planos superpuestos.
Hombre-mujer pertenecen a la categoría biológica, aluden al cuerpo sexual que identifica diferencias a simple vista, determina un género que desde la perspectiva sociocultural establece roles definidos y esperados por la familia o por la sociedad. Femenino-masculino alude a una mayor complejidad, ubicada en lo psíquico desde una perspectiva psicoanalítica. Un hombre puede tener aspectos femeninos en su funcionamiento mental, del mismo modo que una mujer puede tener desarrollados aspectos masculinos. Antes de publicar Tres ensayos en 1905, Freud había considerado la predisposición psíquica bisexual en todos los seres humanos. Por su parte, Winnicott considera la idea de bisexualidad en todo niño como un factor que incidirá en la estructuración del self y del carácter.
Los mecanismos de defensa como la omnipotencia, la desmentida, el desplazamiento o la negación pueden utilizarse inconscientemente para evitar padecer intensas ansiedades. Una mujer desmiente su condición femenina vistiendo ropa masculina y cortando su cabello, un hombre borra las diferencias entre los sexos usando ropa de mujer, un niño pequeño juega a limpiar la casa con la aspiradora y dice que se tiene que apurar porque van a llegar los pacientes al consultorio, emulando la actividad de su madre psicoanalista.
La identidad sexual y las diferencias sexuales entre hombres y mujeres se descubren y comprenden en el ámbito psicoanalítico, en el espacio de las fantasías inconscientes y los deseos, así como en la relación transferencia-contratransferencia, sin quedar exentos de las grandes controversias que suscitan.
Cualquier tratamiento psicoanalítico aborda de una forma u otra la problemática de la construcción de la identidad sexual, que se va armando durante el periodo infantil y adolescente. Los niños expresan sus angustias sexuales en el juego de la sesión, los adolescentes oscilan entre los juegos y las asociaciones libres, al igual que los adultos cuando relatan sueños; pero todos, sin excepción, enfrentan ansiedades frente a los conflictos de identidad sexual.
Julián, un joven de 16 años, es hijo único de un matrimonio de padres que consulta debido a que consideran que “se ha vuelto irreverente, rebelde y contestón”. Se quejan de que ya no quiere estar con ellos o acompañarlos al supermercado los fines de semana. El muchachito cuenta en la sesión que ha visto dos películas: Toy Story 4 y Spiderman. Relata las diferencias entre él y sus padres, a quienes no les gustó la segunda porque
dicen que está muy chico en esta versión, tiene mi edad, 16. En la película él se va a Europa con sus amigos de la escuela, y los maestros que van con ellos no los cuidan bien. Mi mamá dice que por eso esos viajes no están bien, pero yo pienso que él tiene que vivir la aventura de salvar al mundo de los villanos y, si no hubiera podido ir al viaje, no habría podido hacer todo lo demás. Luego mi mamá dijo que, gracias a su tía, que le puso el traje de spider a escondidas, pudo luchar, pero no es tan cierto, ese traje se arruinó y al final él solo se hizo uno nuevo. Y a mi mamá le chocó que le dijera eso, que no era gracias a la tía nada más. En la película de Toy Story lo que no les gustó es que al final Woody se separa, se queda a vivir en otro lado con la chica, ya no se regresa con los demás, hace su vida, y yo pienso que está bien, que así debe ser, pero a mis papás no les gustó justo eso. Querían que se quedara estancado toda la vida con sus amigos o familia, pero ahí se ve que ya va a tener nuevos amigos, nuevas aventuras, yo digo por eso que está bien.
Parece ser que Julián se encuentra en medio de una disyuntiva entre mantener sus aspectos infantiles, es decir, seguir siendo un niño pegado a los padres, o avanzar por una adolescencia que implique aceptar una sexualidad independiente, sus deseos por una chica y separarse un poco de la familia.
Estos son los conflictos comunes que los niños y adolescentes sobrellevan en sus vidas mentales: enfrentamientos y ansiedades con el cuerpo, transformaciones y erotizaciones que los asaltan, deseos incontenibles que los confunden.
¿Como se ven en el juego las fantasías que una niña tiene de su cuerpo?
La madre de Ximena está esperando un bebé. Ximena está agresiva, golpea y muerde a los compañeritos del kínder y se muestra irritable. Tiene un llanto fácil y ha perdido el control de esfínteres, que ya había alcanzado. En casa tiene actitudes contrastantes: en ocasiones llora y se retrae mientras en otros momentos se vuelve activa y mandona. Juega con sus muñecos, a los que acomoda en parejas mientras comenta: “Tú eres nena, vas junto el nene, la madre se sube al coche con el padre. Tú eres bebé (piensa un instante), te vas al edificio”. Luego arma una rústica construcción con bloques de madera y dentro coloca al bebé. Regresa con las parejas a las que acomoda sobre el diván diciendo: “Se acuestan en la camita, vamos a taparlos”. Toma una mochila que trajo de su casa y se la coloca hacia adelante, voltea hacia el bebé, va por él y lo coloca dentro de la mochila. Mira a la analista diciendo: “Es mejor que el bebé esté dentro”.
Parece ser que Ximena atravieza un imbricado y confuso periodo entre ser una niña exclusiva para la madre o ser una mujer embarazada que usurpa las capacidades maternas de embarazo y lactancia. Ella busca su identidad femenina, al tiempo que enfrenta sus ansiedades ocupando el lugar de la madre y sintiendo que es ella quien se ha embarazado.
Los niños juegan a desempeñar roles diversos. Van a ser la madre o el padre, el doctor o el polícía, porque es en ese terreno donde van a desplegar sus identificaciones, al tiempo que se deshacen de las ansiedades que los invaden: ser pequeños, no tener las capacidades de fecundar o embarazarse que tienen los grandes.
Surgen infinidad de preguntas: ¿Qué es una mujer? ¿Cómo es un hombre? No tiene caso insistir en que no es una cuestión biológica.
La niña descubre su cuerpo, a veces quiere ser niño y prueba orinar de pie acompañada de fantasías omnipotentes. La bisexualidad característica de la infancia conduce al varoncito a empujar la carreola e imaginar que dio a luz al bebé.
Es frecuente ver a las jóvenes adolescentes con amplias camisas que ocultan sus crecidos senos, chicas que se angustian frente a los cambios de su cuerpo, no se reconocen y entorpecen sus movimientos. Una joven de 15 años soñaba que dormía en su cama con las manos y pies amarrados. De pronto la habitación se incendiaba y ella permanecía angustiada, no podía moverse ni gritar. La excitación y erotización dominan la escena de la que no puede escapar más que ocultando su cuerpo tras ropas amplias. Los niños tienen una lucha interna, quieren identificarse con la madre o el padre, pero tienen que sortear las fuertes ansiedades con el cuerpo.
En algunas sociedades, el ideal de género indica que las mujeres tienen que desarrollar sus habilidades encaminadas a las labores del hogar, limpiar la casa, atender al esposo y criar hijos. Los varones tienen que trabajar y convertirse en proveedores de la familia. En sociedades más desarrolladas, como sucede en algunos países de Europa, se valoran los indicadores de liberación social, la mujeres tienen el apoyo para ser madres y profesionistas simultáneamente; sin embargo, a pesar de los ideales de género alcanzados, siguen teniendo ansiedades con sus cuerpos y acudiendo a cirugías estéticas. Buscan transformar en lo externo los conflictos que se dirimen en las fantasías internas: sentimientos de fealdad, no sentirse atractivas, queridas y deseadas por el hombre. Temen a la vejez y buscan soluciones estéticas.
Los psicoanalistas trabajan con las fantasías que surgen en la sesión: la curiosidad del hombre acerca del cuerpo femenino, la intromisión en la escena primaria (la vida sexual de la pareja de los padres), las ansiedades de castración, la envidia al pene.
Las inhibiciones sexuales forman parte de este mismo espectro: hombres asustados de sus deseos y erotizaciones que sufren de impotencia sexual, mujeres que padecen frigidez, inconscientemente atacan al pene, que se vuelve un objeto peligroso.
María Andrea es una joven de 23 años que proviene de un pequeño pueblo cercano a la capital. Trabaja durante la semana en la ciudad y los fines de semana regresa al pueblo con la familia. En su casa la llaman María, aunque se presenta a las entrevistas con el nombre de Andrea; así la llaman también en su trabajo. Usa ropa holgada y desearía verse bonita con una blusa más escotada, pero su familia no lo aprueba. Suele visitar las tiendas y probarse diversas camisas, pasando largas horas en esta actividad, pero nunca se decide a comprar una.
En cuanto a su vida sexual, se encuentra frenada. Tiene un novio en su pueblo, a quien no visita por contar con poco tiempo para estar con su familia, y a la vez sueña con un compañero de trabajo que tiene novia, un amor imposible. Es una joven dividida entre ser una niña de familia y una mujer que no puede acceder a la vida sexual adulta. No logra identificarse con los deseos sexuales femeninos.
Todos estos temas se aprecian en la actividad analítica de la sesión y los abordaremos en el Diplomado Femenino y masculino como una labor indispensable para pensar la actividad clínica contemporánea. Va a ser un espacio interesante con invitados de excelencia que nos compartirán sus prácticas clínicas y experiencias diversas.