Estar a solas
Por Susana Quintero Nájera
¿Por qué para algunas personas es fácil estar a solas y para otras resulta sumamente doloroso?, al grado que puede, incluso, llevar a la decisión de acabar con la vida.
Llama la atención que en épocas decembrinas se incrementen los suicidios y se llenen los hospitales de personas enfermas. Para algunas personas en estas circunstancias resulta mejor estar en un hospital mirando pasar rutinariamente a los médicos y enfermeras, que vivir un fuerte sentimiento de soledad en casa.
Si bien es cierto que todo ser humano necesita de los demás, también se puede dar el caso de personas que aun en compañía no dejan de experimentar un constante sentimiento de soledad, con el sufrimiento que esto conlleva. Mientras que por otro lado, hay quienes estando solos logran disfrutar de sí mismos como una grata e invaluable compañía, sin por ello referirnos a un estado de retraimiento ni al hecho de que no busquen relacionarse de manera satisfactoria con otros.
¿En qué consiste entonces esa facultad para poder estar solo?
El psicoanalista Donald W. Winnicott afirma que esta capacidad se refiere a un buen desarrollo emocional del ser humano, el cual tiene su base en vivencias de la niñez. Esto se logra al estar, paradójicamente, a solas pero en presencia de la madre. Así, en presencia de otro, el bebé puede construir su capacidad para estar a solas. Muchas veces, hemos visto a niños pequeños que juegan solos, pero que les gusta que su mamá o sustituto los esté mirando, voltean a comprobar que mamá está presente para seguir tranquilamente en su juego.
La internalización de esa presencia es lo que Melanie Klein (1882-1960) definió como la existencia de un objeto bueno en la psique del niño. Se refiere a que el bebé logra incorporar en su mente un objeto bondadoso, que al introyectarlo queda como una parte de sí mismo el cual le ayudará a sentir confianza.
Winnicott observa que en la pronunciación de la frase “yo estoy solo” podemos comprender de manera metafórica el desarrollo emocional del niño: al decir “yo” se está reafirmando el individuo como una unidad. Al decir “yo estoy” hay una evolución, pues habla de una unidad que está presente en la vida (aunque todavía sea bajo el ambiente protector que ofrece la madre, sin que el niño tenga aún conciencia de ella). Y por último, “yo estoy solo”, habla de una etapa en la que el niño ya reconoce la continuidad de una madre que da seguridad.
Gracias a esta evolución, el niño puede desarrollar su capacidad para estar solo. Y según este autor, es la base de futuras amistades. De otro modo, el adulto puede crear relaciones falsas que le hagan sentir vacuidad.
Melanie Klein hace importantes aportaciones psicológicas en las que considera que el rechazo inconsciente de algunas partes de la mente de uno mismo fortalecen el sentimiento de soledad, ya que son partes inaccesibles que pueden generar una sensación de aislamiento; o bien, podemos proyectar en otros individuos nuestros impulsos destructivos -como la agresión- y después percibimos a estas personas como si fueran ellos los que nos rechazan, incrementando así el sentimiento de soledad.
Por otro lado, la sensación inconsciente de que uno puede dañar por medio de su agresión a los otros (o incluso dañar a una parte de sí mismo), afecta mucho; pero en contraste, la sensación de sentir que uno puede reparar ese daño por medio de su bondad y amor a los otros, ayuda a la persona a sentirse mejor internamente, más integrada. Es por ello que entre mayor armonía exista entre la parte hostil y la parte amorosa del individuo (manteniendo la sensación de que la parte bondadosa es más fuerte que la propia agresión), más ligada se sentirá al mundo externo y en mayor contacto con los demás.
Es importante aclarar que la búsqueda de la integración personal nunca acaba, y cualquier persona puede sentirse sola; pero recordemos que hay grados y entre mayor es el sufrimiento más es el daño generado. Ser consciente del sentimiento de soledad puede llevar al crecimiento espiritual, ya que ésta se podría llegar a vivir como algo creativo, con un fuerte sentimiento de gratitud.
Por eso, si el sentimiento de soledad de una persona es abrumador tal vez sea momento de pedir ayuda a un especialista; si no es así, puede ser buen momento para regalarse un espacio de sana soledad haciendo honor a la capacidad y gusto de estar a solas.
Bibliografía
– Winnicott, D.W, El proceso de maduración en el niño, Barcelona, Ed. Laia/Barcelona, 1979, pp.31-40.
– Klein, Melanie, obras completas tomo 3, Envidia y Gratitud, Buenos Aires, Ed. Paidós, 2004, pp. 306-320.