Envidia, voracidad, intolerancia a la frustración: Jinetes del Apocalipsis mental en la posmodernidad
Por Margarita Moya Daumas
La célebre canción de los Rolling Stones (I can´t get no) Satisfaction, escrita en 1965, parece describir fielmente un estado de la sociedad contemporánea que no ha hecho sino extenderse y acentuarse: el sujeto, víctima de la publicidad y de la erotización del mundo, vive frustrado al intentar una y otra vez obtener la satisfacción deseada sin conseguirlo.
La canción revelaba lo que empezó a suceder a partir de la segunda mitad del siglo XX: la sociedad occidental –el mundo– estaba entrando en una nueva fase de su historia. La tecno-ciencia, nacida de la industrialización y los procesos de globalización, produjeron una etapa de la modernidad que ha sido denominada como posmodernidad, o, de acuerdo con la terminología de Zygmunt Bauman (2007), modernidad líquida.
La sociedad de consumo ha modificado de tal manera las relaciones sociales que algunas características del ser humano, en cuanto sujeto de la historia, quedan ahora más expuestas. Desde la perspectiva psicoanalítica, la teoría kleiniana puede ayudarnos a comprender este desarrollo de la sociedad. En 1955, Melanie Klein presentó la primera versión de su teoría de la envidia. Se dice que Winnicott se llevó las manos a la cabeza y exclamó: “¡Oh, no puede hacer esto!” (Grosskurth, 1991: 434). La idea de que la envidia es un factor constitucional continúa suscitando adhesiones y rechazos (como lo hizo la pulsión de muerte que Freud presentó en 1920).
Melanie Klein postuló la introyección de un pecho bueno en el núcleo del yo como punto de partida del desarrollo psíquico. Ese pecho bueno, adecuadamente instalado, permitiría tolerar las frustraciones que la realidad siempre impone y lidiar con los impulsos voraces naturales en el ser humano. La autora definió la envidia como un ataque al pecho bueno, precisamente a causa de su bondad. Sin embargo, la bondad, como fuente de todo lo vital, es requerida por el propio destructor, por lo que habrá de buscarla tenazmente para destruirla de continuo.
Klein describió la voracidad como el predominio de la búsqueda excesiva de satisfacción pulsional oral en detrimento de la comunicación con la madre, opuesta al amor desinteresado hacia ella. A la envidia y a la voracidad se le suma la intolerancia a la frustración que añade un elemento de urgencia impostergable frente a necesidades y deseos. Cuando la frustración no es excesiva y es seguida de gratificaciones, puede favorecer la adaptación al mundo externo y el desarrollo de un sentido de realidad por medio de la sublimación y la creatividad. La falta de conflictos impediría el enriquecimiento y el fortalecimiento de la personalidad.
La capacidad innata de goce es atacada cuando la envidia resulta excesiva y la consecuencia de este ataque es una inadecuada instalación del pecho bueno en el yo y una incapacidad para hacer frente a las pulsiones destructivas: envidia, voracidad y angustia persecutoria entran en un circuito de retroalimentación permanente que se traduce en un círculo maligno. El sentimiento en el individuo de haber dañado al pecho a causa de su envidia y la angustia resultante, conducen a cuestionar la calidad del objeto y tienen por efecto aumentar la voracidad; cada vez que predomina un aspecto positivo del objeto, éste es deseado e incorporado vorazmente. Dicha incorporación voraz se acompaña de dudas sobre la posesión del objeto, lo que despierta incertidumbre acerca de su propia bondad, que a su vez lo lanza a hacer nuevas identificaciones, voraces e indiscriminadas, indefinidamente (Klein, 1988).
Así entonces, al convertir los intercambios emocionales en mercancías, la voracidad pasa a jugar un papel central dentro de las emociones con las que el psicoanálisis debe lidiar. La promesa del mercado consiste en que la adquisición del producto más reciente equivale a la posesión del pecho idealizado, ilimitado e inagotable. Pero la posesión del producto conlleva una desilusión simultánea: un nuevo producto se presenta como ese pecho. Esta dinámica se asegura de que vuelva a surgir el deseo de poseer todos los contenidos y riquezas de ese pecho ideal. El nuevo Tántalo, el individuo posmoderno, no encuentra nunca la satisfacción que parece estar siempre al alcance de la mano-dinero. Como en la célebre canción de los Rolling Stones, nunca se obtendrá lo deseado, pero podemos intentarlo interminablemente.
El círculo maligno descrito por Klein parece ser una descripción precisa de la modernidad líquida en la cual no se cultiva otra virtud que la del consumidor. La sociedad posmoderna ha transformado la introyección de ese pecho bueno en mercancías: el último IPhone, la bolsa de marca, el traje del diseñador de moda, el coche más caro… Con la consecuencia fatal de que una vez que se posee, será necesario sustituirlo de inmediato. Así, las relaciones amorosas entre padres e hijos, los vínculos conyugales, las amistades, etc., también han entrado en un proceso de mercantilización (Bauman y Dessal, 2014).
Estos son los pacientes con los que se enfrenta el psicoanalista de hoy. Teorías como la de la envidia constitucional, la pulsión de muerte, el narcisismo, son otros tantos medios para comprender la complejidad de la mente en sus manifestaciones contemporáneas.
Referencias bibliográficas:
- Bauman, Z. (2007). Amor líquido. México: Fondo de Cultura Económica.
- Bauman, Z. y Dessal, G. (2014). El retorno del péndulo. Sobre psicoanálisis y el futuro del mundo líquido. Madrid: Fondo de Cultura Económica.
- Grosskurth, P. (1991), Melanie Klein. Su mundo y su obra. Paidós, México.
- Klein, M. (1988). Envidia y gratitud, y otros trabajos. Obras Completas de Melanie Klein. Tomo III. Barcelona: Paidós.