Enuresis y desarrollo psicosexual
Gabriela Cardós
Luego del nacimiento y el necesario destete, el niño deberá enfrentar una nueva prueba: el control de esfínteres. Se trata de un proceso complejo que requiere de una madurez biológica, pero también emocional. Es por eso que muchos padres pueden llegar a preguntarse: ¿cuál es el momento oportuno para iniciar con este aprendizaje? Se cree que idealmente debe ocurrir entre los veinticuatro meses y los cinco años de edad, y es deseable que lo lleve a cabo la persona con la que el niño tenga un mejor vínculo. Diversos autores coinciden en señalar que realizarlo de manera rígida y antes de tiempo, o ligado a otros acontecimientos traumáticos, podría generar en el niño un síntoma de enuresis, es decir, la emisión repetida de orina en lugares inadecuados, voluntaria o involuntariamente; además, puede traerle dificultades en la creatividad, llevarle a ser pasivo, e incluso generarle un trastorno de la personalidad.
Sigmund Freud consideraba que el control anticipado y severo de la limpieza podría tener como consecuencia un desarrollo precoz del yo. Por su parte, Arminda Aberastury opinaba que este aprendizaje prematuro podría hacerle creer al niño que está lleno de cosas malas dentro (orina y heces), esto como consecuencia de una fantasía en la que los contenidos de su cuerpo se perciben como destructivos y donde la exigencia de su madre con respecto a la limpieza se lo confirma. Françoise Dolto argumentó que esta situación podría retrasar el resto de la adquisición de la autonomía del pequeño; además de que el “adiestramiento” podría volverse una estrategia cómoda, aunque no educativa, que somete al niño al placer de los padres, pero, al mismo tiempo, lo obliga a renunciar al placer propio. Más adelante, todo esto podría convertirse en un modelo de relación del niño con sus vínculos.
Cuando los padres confieren tanta importancia a los excrementos, simultáneamente le dan la oportunidad a su hijo de que juegue con la retención o expulsión de orina y heces con el fin de agradarlos o desagradarlos. Es posible que, a través de esta situación, el pequeño desarrolle un modo de relación con el otro en el que el placer consiste en dar o no lo que se espera de él, como si se tratara de una manipulación emocional.
¿Cuándo se considera que la enuresis es un síntoma?
Es necesario recordar que los síntomas neuróticos son manifestaciones del inconsciente y que, en su construcción, debemos considerar, de manera complementaria, los factores internos y externos. Se puede pensar que la enuresis es el indicio de una patología cuando, después de los cuatro años, el niño aún no logra controlar sus emisiones de orina de manera ininterrumpida por más de seis meses o, si ya lo había logrado, la falta de dominio vuelve, lo cual lo convierte en un fenómeno que puede ocurrir tanto de noche como de día.
Dolto opinaba que, en todo caso, se trata de un síntoma benéfico pues, gracias a él, los padres llevan a su hijo a atenderse, situación que de otro modo quizá no ocurriría; sin embargo, también se corre el riesgo de que, cuando el síntoma desaparece y el niño deja de orinarse, los padres lo consideran “curado” e interrumpen el tratamiento, puesto que juzgan que el problema por el que asistieron a terapia está resuelto, sin tomar en cuenta que se trataba de la expresión de algo más profundo que debe seguir pensándose y tratándose.
Algunos psicoanalistas concuerdan con que para el niño podría resultar placentero estar húmedo; lo relacionan con la masturbación, al erotismo uretral y lo entienden como una defensa frente ansiedades y fantasías de control del otro. Aberastury fue una de las autoras que estudió el tema con detenimiento y explicó los mecanismos implicados en esta manifestación. Por su parte, mientras que Freud consideró que la enuresis era un sustituto de la masturbación, Karl Abraham lo entendió como una mecanismo para descargar impulsos hostiles, ya que el niño considera que sus heces y su orina pueden ser armas poderosas con las cuales atacar a sus padres. En este sentido, Melanie Klein explicó que, por momentos, para el niño la orina puede representar la leche materna. Cuando aquel se siente privado de ella, utiliza sus excreciones para dañar y destruir a la madre. Esto más adelante lo hace sentir culpable y vemos, entonces, que el pequeño siente vergüenza y dolor por su síntoma o, de otro modo, dirige esa agresión contra sí mismo al continuar orinándose.
La enuresis se trata siempre de una comunicación que nos corresponde descifrar por medio de la búsqueda de su origen en problemas emocionales. Es aquí que la psicoterapia psicoanalítica puede volverse un excelente aliado en la comprensión y tratamiento de esta patología. Al mismo tiempo, es importante entender que la enuresis puede generar nuevos conflictos, pues los niños enuréticos se preguntan qué pasa con ellos y llegan a vivir esta condición como una falla. De ahí que, en lugar de pensar que se trata de una etapa normal en la vida del niño y que “cuando crezca, pasará”, es necesario atenderlos cuanto antes. Si bien es cierto que, conforme crece, el niño podrá controlar mejor sus esfínteres, el impacto de la enuresis en la estructuración de su personalidad será grande.