El sexo en el tercer milenio

Por Karina Velasco Cota

 

Si el sexo no fuese la cosa más importante de la vida, el Génesis no empezaría por ahí.

 Cesare Pavese

 

Parecería que, ya embarcados en el tercer milenio, con tantos progresos en la ciencia, la tecnología y la educación, los perjuicios y tabús con respecto a la sexualidad habrían quedado superados, dándonos la posibilidad de vivirla con mayor libertad y menos conflicto, pero ¿en realidad es así?, ¿es un terreno más disfrutable y menos angustiante hoy en día que en épocas anteriores?, ¿las “nuevas” prácticas sexuales son francamente tan novedosas como pensamos?, ¿somos en verdad más tolerantes ante las nuevas sexualidades?, ¿podríamos hablar de una “liberación sexual”?

En términos de las leyes que velan por la equidad de género y los derechos de la comunidad LGBTTTIQ, así como aquellas que protegen a los niños y a las mujeres de la violencia y explotación sexual, ha habido un enorme progreso que, en el mejor de los casos, puede llegar a promover gradualmente una transformación sociocultural que albergue mayor sensibilidad, igualdad y tolerancia. No obstante, es una lucha que parece interminable y, por lo tanto, es pertinente preguntarnos por qué la sexualidad nos genera tantos retos a los seres humanos.

El científico de datos Seth Stephens-Davidowitz analizó una inmensa cantidad de información obtenida de internet, particularmente de los motores de búsqueda de Google, para tener mayor conocimiento sobre la mente humana alrededor de temas tan polémicos como el racismo, el aborto, la depresión, la sexualidad, entre muchos otros. Sus conclusiones lo llevaron a publicar en 2017 el libro Everybody Lies: Big Data, New Data, and What the Internet Can Tell Us about Who We Really Are (Todo el mundo miente: Lo que internet y el big data pueden decir de nosotros).

Si bien es cierto que no pretende ser un estricto análisis estadístico ni un profundo estudio sociológico, nos da la oportunidad de echar un vistazo a los más genuinos cuestionamientos e intereses de las personas que, resguardadas por la privacidad y el anonimato que les ofrece estar detrás de una pantalla, se atreven a revelar en cuanto a temas referentes a la sexualidad.

Aparentemente, el big data refleja que hombres y mujeres siguen experimentando mucha inseguridad relacionada no sólo con su imagen y atractivo físico, sino también con respecto al cuerpo, específicamente los órganos sexuales y sus funciones. Irónicamente, es casi como si los esfuerzos en educación sexual no estuvieran rindiendo frutos: la gente sigue preguntándose cómo es y cómo funciona el cuerpo femenino y masculino, cómo agrandar el pene, o bien, cómo hacer que la vagina huela distinto, cómo saber si la pareja tuvo un orgasmo o mintió al respecto, etcétera.

Por otro lado, pese a estar rodeados de la mercadotecnia erótica y sexual, los datos de dicha investigación revelan que se tiene menos sexo del que se predica, y que este es un aspecto de la vida en torno a la que se suele mentir con mayor frecuencia. En la intimidad de sus hogares, la gente se queja sobre la falta de relaciones sexuales y, ¿quiénes reclaman en mayor medida? Para sorpresa de muchos no son los hombres, sino las mujeres quiénes más lo resienten.

No es secreto para nadie que el desempeño sexual siempre ha sido una fuente de ansiedad para hombres y mujeres, al punto de quizá preferir eludir un encuentro sexual por miedo a no poder sostener una erección o eyacular precozmente, en el caso de los varones, o bien, sentir dolor o no poder llegar al orgasmo, en el caso de las mujeres. Los ginecólogos, urólogos y las clínicas de sexualidad masculina –tan en boga actualmente– son los primeros medios a los que la gente recurre para tratar sus dificultades sexuales, sin contemplar los elementos psicológicos que las producen.

Otro aspecto que resaltar es la gran cantidad de búsquedas relacionadas con la incertidumbre que mucha gente tiene sobre su orientación sexual o la de su pareja. Da la impresión de que todo el apoyo y la aceptación actual a la comunidad LGBTTTIQ no aminora la ansiedad que producen los cuestionamientos que todo ser humano tiene sobre su propia identidad sexual, o bien, la curiosidad y las fantasías que nos despierta la del otro.

¿Debieran asombrarnos estos testimonios? En realidad no, únicamente vienen a confirmar hipótesis que el mismo Sigmund Freud se planteó desde el siglo pasado. Él abogaba por “una mayor dosis de libertad sexual” (Gay, P., 2010, p. 175) y esperaba que su obra Tres ensayos de una teoría sexual (1905) inaugurara dicha posibilidad. De acuerdo con él, y con los postulados vigentes del psicoanálisis, nuestra vida sexual –con sus disfrutes y complicaciones–, aunque no es ajena al ámbito social y cultural, depende en mayor medida de la realidad psíquica, de nuestro mundo interno y nuestras fantasías inconscientes.

En ese tema, Freud encontró cierta universalidad. Describió cómo las niñas y los niños desde temprana edad experimentan mucha curiosidad con respecto a su propio cuerpo, el de sus padres y hermanos. Aprecian la vida sexual, la concepción y el embarazo como un misterio a descubrir y como los mejores inquisidores del mundo, se hacen múltiples teorías al respecto: un acto sexual es una agresión que papá le hace a mamá, mamá se embarazó porque comió algo que papá le dio, las niñas al no tener pene están incompletas, entre muchas otras. Si comparamos estas suposiciones, no es tan difícil comprender por qué prevalecen tantas confusiones en el campo de la sexualidad, independientemente de la época que se viva.

Hoy en día, pese a contar con mucho mayor acceso a la información, los adolescentes se preguntan si es posible tener un embarazo a través de sexo oral, o bien, sabemos de muchos hombres y mujeres que experimentan la penetración como un acto violento, imaginan que pueden lastimar o resultar lastimados, o usan el sexo como un arma de poder para ejercer control y sumisión en la pareja. Desde la perspectiva psicoanalítica, no se trata de educar más, sino de comprender los afectos más amorosos y también los más hostiles que convergen en la naturaleza humana, así como el funcionamiento psíquico plagado de fantasías y deseos inconscientes.

En su obra de 1905, y posteriores, Freud mostró el drama edípico al que nos enfrentamos los seres humanos. Describió que los niños y las niñas encuentran en los padres a los primeros objetos de interés sexual, siendo ambos, blanco de su amor y su odio. Esto es lo que conocemos como la bisexualidad constitucional y la ambivalencia. Con el tiempo, dichos objetos tienen que ser resignados y sustituidos por objetos exogámicos, es decir, fuera del núcleo familiar (Salazar, J., 2018, p. 49). Esta vivencia se convertirá en el prototipo de las fantasías y los deseos incestuosos en la vida adulta, haciendo que lo prohibido se vuelva lo más excitante. Pero ¿qué nos dice el big data al respecto?, ¿es verdad que todavía hay una fascinación generalizada por el incesto?

Sí, la hay y la seguirá habiendo. Recientemente, y con motivo del 14 de febrero, un conocido sitio de citas en internet publicó las fantasías sexuales más populares entre las parejas, dentro de las cuáles siguen predominando aquellas que en las que se recrea una relación prohibida, aunque bastante familiar: tener sexo con una figura de autoridad, ya sea el jefe o la jefa, un maestro o una maestra, el papá de la mejor amiga o la mamá del mejor amigo y, por supuesto, el médico y el terapeuta. Todos estos personajes suponen un desplazamiento, es decir, son un sustituto socialmente más aceptado de las figuras parentales.

Stephens-Davidowitz, por su parte, encontró –por extraño que parezca– que la gente suele buscar en los sitios pornográficos representaciones explícitas de incesto entre hermanos, o bien, entre padres e hijos. Es evidente, entonces, que un gran número de hombres y mujeres conservan fantasías relacionadas con la infancia. Las profesiones femeninas que los hombres buscan más a menudo en la pornografía son las niñeras, maestras, enfermeras, secretarias y prostitutas, todas ellas subrogados de una figura materna: la madre amorosa que cuida esmeradamente del niño, o bien, la madre odiada por ejercer su sexualidad con otros hombres (Freud, S., 1912, p. 180). Mientras que las mujeres, por su lado, se llegan a interesar en escenas sexuales en las que sobresale el sometimiento y la violencia. Este tema es controversial y delicado, por lo que es pertinente aclarar de inmediato que esto no quiere decir que las mujeres busquen tener relaciones sexuales forzadas, simplemente explica la afinidad que ciertas personas tienen hacia prácticas sexuales alternativas como el BDSM (Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo), cuya práctica exige el consentimiento de ambas partes.

El sadomasoquismo, el AB/DL (Adult Baby/Diaper Lover) como se le conoce socialmente a la autonepiofilia o gusto por usar pañal y ser amamantado –por cierto, uno de los fetiches más comunes entre los varones–, así como la fantasía de tener relaciones sexuales con una mujer con pene, por extravagantes que puedan parecernos, para el psicoanálisis son fenómenos frecuentes y cuyo origen pueden rastrearse en el inconsciente y la sexualidad infantil. Freud escribió numerosos ensayos sobre el incesto, las expresiones polimorfas de la sexualidad, el fetichismo, las filias, el masoquismo femenino, la mujer fálica, la inhibición sexual, las ansiedades de castración, entre otros, abriendo así el camino para una profunda investigación de la sexualidad humana y sus vicisitudes.

Podríamos decir que el big data viene a ratificar lo que los terapeutas escuchamos y analizamos en la intimidad del consultorio sobre los conflictos, la angustia, los deseos y las fantasías que rodean la sexualidad humana, mismos que el psicoanálisis se ha encargado de explorar a lo largo de estos 120 años. A diferencia de Google, el psicoanálisis no tiene respuestas inmediatas, pero, gracias a su método, es capaz de proporcionar un espacio libre de prejuicios para un análisis subjetivo y personal de la identidad, cuyo eje central es la sexualidad.

En el Diplomado “Sexualidad, erotismo, vidas paralelas” discutiremos y analizaremos este apasionante tema, a través de una mirada compleja, nutrida de la perspectiva de diversas disciplinas como la medicina, la sociología, la antropología, el cine y el arte, así como de una gran variedad de teorías psicoanalíticas y viñetas clínicas. ¡Inscríbete!

Informes: https://www.centroeleia.edu.mx/diplomado-sexualidad-erotismo-vidas-paralelas

Bibliografía

Freud, S. (1905). Tres ensayos sobre teoría sexual. En Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1912). Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa. En Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu.

Gay, P. (2010). Freud. Vida y legado de un precursor. Madrid: Paidós.

Stephens-Davidowitz, S. (2017). Everybody Lies: Big Data, New Data, and What the Internet Can Tell Us About Who We Really Are. Nueva York: Dey Street Books.

Wiener, A.; Salazar, J.; Puig, M.; y Bolaños, P. (2018). La Sexualidad. México: Centro Eleia.

Compartir: