El psicoanálisis y los tiempos de la inmediatez
Por Laura De La Torre
Pareciera que, en el siglo XXI, la sociedad se encuentra en estado transitorio o, como la define Zygmunt Bauman, una sociedad líquida en la que, en un abrir y cerrar de ojos, las cosas cambian. Por ello, la única certeza que se tiene es la constante permuta; horizonte abierto a una exploración limitada por sus procesos y su tiempo. Junto con la transformación viene la inmediatez, componente constante en la vida cotidiana, que no es extra, sino “necesario”.
En apariencia, esta sociedad se muestra como un excelente semillero, según los modelos de pensamiento, desarrollo y crecimiento que nos propone Wilfred Bion —con su teoría del pensamiento— o las ideas alrededor del aparato para pensar la capacidad negativa, la creación de contenidos para los continentes y continentes para los contenidos. Sin embargo, es justo ahí donde Bauman pone el acento; sobre lo desfavorable que se ha tornado el aprender de la experiencia. Esto se debe al constante cambio, proceso que acumula un exceso de incertidumbre y que, por ende, mella en la capacidad negativa, en la tolerancia; dicho de otro modo, la tolerancia a “no saber” y la frustración se están desvaneciendo. El tiempo y la idea de los procesos parece que se han transformado por el exceso de cambios. ¿Es posible? Quizá, lo más conveniente es pensar que solo han sufrido una deformación. Es decir, parece ser que la mente se encuentra en constante movimiento. ¿Pero no ha sido siempre así?
Freud planteó un modelo psicodinámico para la comprensión de la psique humana, estafeta que tomaron los analistas posteriores a él. Explicaron, por ejemplo, cómo los conflictos internos oscilan y se externalizan para encontrar nuevas formas de expresar sensaciones, fantasías o deseos, consciente o no de las transformaciones. En el peor de los casos, la oscilación no se produce, los funcionamientos psíquicos se van rigidizando, petrificando o automatizando. Tanto los pensamientos como las emociones sufren este destino sin dejar un hueco a la flexibilidad o al espacio para otras opciones. Es ahí donde se encuentra la patología. El proceso se fragmenta y en el mundo fragmentado se encuentra un mundo pseudo placentero. El displacer y lo incómodo se dejan “para después”.
Lo anterior pone sobre la mesa la siguiente pregunta: ¿hay espacio para el psicoanálisis en una sociedad en la que impera lo inmediato? Lo cierto es que nunca ha habido un espacio exacto donde se pueda desarrollar sin incomodidades. Este, en sí mismo, es incómodo y, sesión a sesión, y palabra por palabra, se van abriendo espacios para poder construirse o develar lo que estaba oculto.
La disminución en la capacidad de regular las angustias de la vida cotidiana y de la sociedad posmoderna provoca que pequeñas situaciones desborden un cúmulo de emociones; paralelamente, las angustias o agresiones de la vida diaria también van subiendo de intensidad. Esto parece ser resultado de los contenidos pobres y de los continentes frágiles o insuficientes. Se evita el dolor y el displacer, se apunta por la gratificación inmediata, y resulta ser la crónica de una muerte anunciada. Por ello, parece que el modelo del proceso psicoanalítico, según Meltzer, consiste en una secuencia de fases cuya evolución puede ser vista a través de las modificaciones de la transferencia, mismas que se siguen en una historia natural. Meltzer nos explica que la observación de la evolución de la transferencia puede ser comparada con el desarrollo de las primeras relaciones objetales (dependencia-autonomía). Así mismo, refiere que el encuadre y el mismo proceso analítico ayudan a modular la ansiedad, pues le permite al paciente o a la persona la posibilidad de expresar sus procesos transferenciales sin el riesgo de ser satisfechos contratransferencialmente, debido a la protección, seguridad (continente) que le da el encuadre, la actividad analítica y el proceso psicoanalítico (Cassese, 2007). Así pues, el proceso psicoanalítico le permite a la persona tener un lugar regular y estable en el que puede encontrarse, contenerse y ser contenido. Este proceso nunca será inmediato, pero eso no quiere decir que no sea pertinente darle tiempo y espacio.
Referencias
Cassese, S. (2007). Introducción a la obra de Donald Meltzer. Scripta.
Freud, S. (1992). El malestar en la cultura. Obras Completas (vol. 21, pp. 57-139). Amorrortu editores. (Obra original publicada en 1930).
Meltzer, D. (1996). El proceso psicoanalítico. Lumen-Hormé. (Obra original publicada en 1967).