El paciente mentiroso (primera parte)

Por Ana María Wiener

Hace algunos años, los psicoanalistas se preguntaban si un paciente mentiroso podía ser analizado. Hoy sabemos que la mentira es un síntoma más, una manifestación de perturbación mental y se trabaja con ella como con cualquier otro síntoma. Sin embargo, en ocasiones uno se pregunta qué hacer cuando un paciente miente. No hay una receta para entender lo que pasa cuando un paciente miente, siempre conviene atender distintas perspectivas teóricas de comprensión, porque se trata de un tema complejo que abarca varios fenómenos psíquicos.

La mentira se presenta en el discurso de los pacientes. El que miente sabe que lo hace y también sabe que hay verdades. En ocasiones, las personas se enredan tanto en sus mentiras, que dejan de distinguir entre lo verdadero y lo falso o se creen sus propias invenciones. No es fácil trabajar con un paciente así, ni con lo que nos provoca. Incluso, a veces es difícil detectar que el paciente miente. Por ello, la propuesta de este trabajo es atender al tipo de relación que establecen con nosotros, observar cada detalle del vínculo para poder identificar cuándo se producen una relación y un ambiente falso.

Desde la perspectiva teórica de las relaciones de objeto, el engaño transmite la verdad acerca de la clase de objetos y sentimientos que organizan las relaciones primarias de estos pacientes. Es su manera de expresar qué pasa dentro de ellos y con sus objetos tempranos. Si uno como terapeuta modula la escucha para entender esto, se recobra la posibilidad de trabajar con ellos. Al mismo tiempo, debemos tener en mente que es su manera de defenderse ante la verdad de su realidad psíquica. Para comprender estos mensajes, es necesario ser sensible y sintonizar con lo que el paciente nos produce emocionalmente en cada sesión, es decir, en la contratransferencia.

Algunos psicoanalistas piensan que mentir se relaciona únicamente con la veracidad o falsedad de las proposiciones del individuo. Los teóricos de las relaciones de objeto, por su parte, se preocupan por entender la autenticidad de los objetos internos. Por ejemplo, la mentira del paciente puede señalar cómo éste se ha identificado con un objeto primario que pretende ser algo que no es o quizá se encuentre relacionada con las dudas que él tenga sobre la veracidad de su objeto y, por ende, de la comunicación entre ambos, por lo que tiende a reproducirlo en la relación terapéutica con su analista. Esto lo llevará a temer que el diálogo lo abrume y lo persiga, entonces, miente en lugar de decir la verdad.

Las mentiras pueden crear distintos ambientes dentro del tratamiento terapéutico. Pueden generar confusión, falta de confianza o incomprensión en el terapeuta respecto a lo que pasa. Conviene atender muy de cerca esto para poder descifrar las motivaciones inconcientes del paciente. Edna O´Shaughnessy (1990), miembro actual de la escuela inglesa postkleiniana, propone este ambiente se puede pensar como un estado mental del paciente. La interpretación versaría sobre la descripción de este estado mental, lo que produce y el tipo de relación que genera. Por ejemplo, si un paciente miente y nos evoca incertidumbre, por un lado, nos transmite el tipo de relación que tiene con su objeto primario, una relación dudosa que nos hace revivir el paciente dentro de la sesión. Por otro lado, puede tener la intención de confundirnos y de complicar nuestra comprensión de su funcionamiento mental para no poder trabajar con él. Bion (1959) le llamaría un ataque al vínculo, a la verdad.

El paciente también puede mentir para provocar interpretaciones sádicas y hostiles de parte del analista (que lo regañe o trate mal por mentir), como una invitación moralizante y masoquista. Tal vez mienta para tener el control y conseguir que el analista haga lo que él quiere o lo hace para transmitirnos su desesperanza a ser comprendido, su profunda decepción de un objeto que no lo entiende sino que sólo pretende hacerlo. En este caso, el paciente engaña porque se siente engañado, amenazado y confundido, piensa que el analista no va a poder tolerar la relación que establezcan; entonces, actúa, aparenta lo que no es y miente. Este tipo de relación también expresa el odio que el paciente siente por su objeto primario; lo odia porque no es un objeto que le diga la verdad, que se muestre tal cual es, ni que le ofrezca certidumbre sobre lo que le rodea.

Los pacientes pueden esconderse detrás de las mentiras y, de esa manera, destruyen su desarrollo mental, sus objetos. Al mismo tiempo, obtienen una gratificación masoquista al atacar su impulso por la verdad; sienten satisfacción y excitación por esa destrucción que se provocan. Dicha satisfacción es masoquista, por un lado, y maníaca, por otro, al incluir y forzar al terapeuta dentro de su mundo de mentiras y engaños. Se sienten en control, superiores, significa un triunfo sádico para ellos el poder manipular al otro. Por lo general, idealizan este aspecto de su personalidad y se conceden una gratificación narcisista (Meltzer, 1992).

En un nivel de mayor gravedad y destrucción, se encuentra el vínculo que establece una parte débil de su mente con un tirano sádico que controla y manipula, estableciendo un pacto perverso (Rosenfeld, 1971; Steiner, 1993). Cuando el analista toma las mentiras como verdades, cae en ese pacto perverso que lo inhabilita y, entonces, juega el rol del débil que le proyecta el paciente. La mentira pervierte la comunicación entre paciente y analista.

Como mencioné anteriormente, estos pacientes pueden provocar enojo en el terapeuta a causa de sus mentiras. En este caso, el analista se identifica con el objeto sádico que el paciente le proyectó. Quiere provocar que uno le maltrate para obtener una gratificación masoquista, excitarse sintiendo dolor. Es el aspecto perverso que mencionaba Freud (1917) del mentir. Al no caer en este pacto perverso y observar con detenimiento lo que sentimos, podemos interpretarle al paciente cómo busca obtener esta recompensa si nosotros lo regañásemos por sus mentiras y habremos de aclarar que nosotros no estamos ahí para juzgarlo, sino para comprender por qué lo hace, por qué obtiene satisfacción al ser tratado con sadismo.

O’Shaughnessy (1990) propone analizar cada ramificación de las relaciones objetales de estos pacientes, porque es una vía de dos sentidos. Al mismo tiempo que ellos nos mienten y creen lo que creen, sienten que nosotros les haremos lo mismo, que les mentiremos para controlarlos, manipularlos, destruirlos y someterlos. No confían en nosotros, al igual que no confían en sus objetos internos. Su mundo es persecutorio y lo paranoide obstaculiza el crecimiento y desarrollo mental del paciente. Se vuelve necesario describir este ambiente para hacer conciente al paciente de su desconfianza y de la proyección de sus sentimientos en el terapeuta. Por ejemplo: “Mire, usted cree que yo también le miento para hacer lo que yo quiera con usted. Eso genera un ambiente de desconfianza, lo que le hace sentir una terrible desesperanza de salir de esto. En realidad, usted piensa que yo voy a ser como usted, no cree que puedo reaccionar, ser diferente y ayudarle”.

Esta teoría recomienda abordar, tanto lo que el paciente trae inconcientemente a la relación terapéutica, como la reacción inconciente del analista ante ello, para desmantelar ese sistema vicioso y destructivo del mentir. En el siguiente texto desarrollaré la postura de otras perspectivas clínicas para trabajar con la mentira.

Referencias

  • Bion, W. R. (1959). Attacks on linking. International Journal of Psychoanalysis, 40: 308-315. Reimpreso en Bion, W.R. (1967). Second Thoughts: Selected Papers on Psycho-Analysis. Londres: Heinemann.
  • Freud, S. (1917 [1916]). Conferencias de introducción al psicoanálisis. 20ª conferencia: “La vida sexual de los seres humanos”. En Obras Completas, tomo 16. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 277-289.
  • Freud, S. (1917 [1916]). Conferencias de introducción al psicoanálisis. 21ª conferencia: “Desarrollo libidinal y organizaciones sexuales”. En Obras Completas, tomo 16. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 292.
  • Meltzer, D. (1992). The Claustrum: An investigation of claustrophobic phenomena. Perthshire: Clunie Press.
  • Rosenfeld, H. (1971). A clinical approach to the psycho-analytical theory of the life and dead instincts: an investigation into the aggressive aspects of narcissism. J. Psychoanal. 52:169-178.
  • Steiner, J. (1993). Psychic Retreats. Surrey: Routledge.

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