El mundo volteado de cabeza: un vistazo a Voces de Chernóbil
Por Lorena García
¿Hasta qué punto la tecnología modifica nuestras vidas? Pienso, por ejemplo, en las relaciones personales después de los teléfonos inteligentes y las redes sociales; un mensaje dejado en “visto”, fotografías publicadas, etiquetas y stories que dan una nueva dimensión a los vínculos de los millones de usuarios que se unen a los cambios tecnológicos, tal vez, sin darse cuenta completamente de las transformaciones, positivas y negativas, que traerán a sus vidas.
“Ha cambiado todo. Menos nosotros”, dice la escritora Svetlana Aleksiévich, aunque para ella y para la gente del pueblo que recupera en Voces de Chernóbil (1997), la explosión tecnológica vino de la manera más literal y aterradora: la detonación de un reactor nuclear que contaminó la vida en toda su extensión, con todas sus implicaciones naturales y existenciales.
La escritora ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2015, durante años se dedicó a recopilar las voces de Bielorrusia, su país natal, para poder empezar a entender un hecho para el cual ya no la Unión Soviética, sino la misma humanidad no estaba preparada. Plasma un mundo donde la vida se reconfigura a partir del desastre: el amor significa no poder acercarse, pues el cuerpo del otro emana niveles de radiación letales; una actividad escolar consiste en “dibujar la radiación”; el pertenecer a la zona de la explosión da una nueva identidad, “Persona de Chernóbil”, como si de espécimen no humano se tratara; comer el fruto de la tierra trabajada significa llevar el veneno invisible de la radiación al propio cuerpo; la muerte, un escape a una tierra fantástica; el embarazo, casi una sentencia segura de tener un hijo con problemas serios de salud.
A través de los monólogos de las personas afectadas, perfila la existencia después de la catástrofe. Su obra no consiste en una investigación sobre el hecho mismo, no hay datos duros, no hay una reconstrucción del evento, sino la recuperación necesaria de todo lo que tiene por decir la gente pequeña, los que no han sido escuchados y tienen el poder y el derecho de construir la gran historia: “El día a día de la vida del alma, las cosas que la gran fotografía de la historia usualmente omite o desdeña, yo trabajo con la historia perdida” [La traducción es mía], como pronuncia la autora en el discurso de aceptación del galardón literario.
Con Voces de Chernóbil se cuestiona si el escenario dejado por esa explosión es una imagen, terrible, pero superada, de aquel evento de 1986, o sí más bien es un adelanto del porvenir; es decir, la premonición de un momento en el futuro, tal vez no muy lejano, donde la bondad tecnológica aceptada pasivamente y con agrado, cambia de cara y se transforma en una destrucción que no se puede controlar. Con su obra plantea los límites de la ciencia, donde el hombre racional ha puesto su confianza, y señala la torpeza de la sociedad al pensar que, si el fin llega, será en forma de conflictos bélicos y no en los mismos desarrollos tecnológicos que ha trabajado por alcanzar.
Sin técnicas literarias complejas ni juegos narrativos, Svetlana funge como la pluma que da a conocer los testimonios jamás escuchados, permitiendo acercarse directamente a las personas y de alguna manera, a través de la enunciación del horror, poder entender el mundo volteado de cabeza donde ellos y nosotros estamos parados.
La obra trasciende un evento particular para dialogar con el hombre actual, pues todos somos hombres después de Chernóbil y todos hemos sido partícipes de la construcción de una vida unida estrechamente a la tecnología, la cual encierra un sinfín de beneficios, pero quizás, también la potencialidad de la catástrofe.
Fuentes:
Aleksiévich, Svetlana, Voces de Chernóbil: Crónica del futuro, México, Debate, 2015.
—-, Discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura, Noviembre 2015. Disponible en: https://www.nobelprize.org/nobel_prizes/literature/laureates/2015/alexievich-lecture_en.html