El encuadre: las reglas de juego de la psicoterapia psicoanalítica

Por Juan Jaime De la Fuente Herrera

En vísperas de iniciar mi tercer y último año del Doctorado en Clínica Psicoanalítica en el Centro Eleia, reflexiono sobre las transformaciones que ha experimentado mi pensamiento y trabajo clínico. Escuchar y aprender del quehacer clínico cotidiano de profesores y colegas no sólo enriqueció mi práctica analítica, sino que me ha llevado a constantes cuestionamientos sobre mi propia forma de ejercer el psicoanálisis. Esta experiencia ha sido retadora y gratificante en igual medida. Para ilustrar un poco del aprendizaje obtenido durante mi tiempo en Eleia, les comparto una reflexión sobre un concepto que ha captado mi interés durante estos últimos dos años de formación: el encuadre. Intentaré ofrecer una respuesta aproximada a las siguientes preguntas: ¿Qué es el encuadre dentro de un tratamiento psicoanalítico? ¿Cómo encuadramos en la actualidad?

Podemos definir el encuadre como “las constantes dentro de cuyo marco se da el proceso [psicoanalítico]” (Bleger, 1999, p. 21). Es el campo desde el cual nosotros, como analistas, podemos poner en marcha el tratamiento psicoanalítico en toda su complejidad. El proceso psicoanalítico sólo puede tener lugar (y sólo puede ser comprendido) si se mantienen las mismas constantes, entre ellas: “el papel del analista, el conjunto de factores espacio (ambiente) temporales y parte de la técnica” (Bleger, 1999, p. 21). En este último rubro se incluyen elementos como la duración y frecuencia de las sesiones, los honorarios del analista, las posiciones respectivas del diván y del sillón y la limitación de la comunicación a la verbalización (Green, 2011), entre otros aspectos. Al igual que Freud (1913/1993), podemos hacer una comparación entre el tratamiento psicoanalítico y el ajedrez: ambos requieren de reglas preestablecidas y de un marco previamente delimitado para que el interjuego entre los dos participantes se pueda llevar a cabo, siempre bajo ciertas pautas de interacción. Una vez que ambos participantes están familiarizados con las “reglas de juego”, la partida (ya sea de ajedrez o analítica) puede iniciar.

No obstante, en la actualidad nos encontramos con diversas situaciones a nivel social, cultural, económico e incluso sanitario que ponen en riesgo el adecuado mantenimiento de los elementos clásicos del encuadre. En un contexto actual post-pandemia, las nuevas tecnologías pueden tener implicaciones importantes para nuestra práctica clínica, ya que forman parte de la vida cotidiana de todos nosotros. Bleger (1999) argumentó que lo que altera la posibilidad de un tratamiento profundo es la ruptura que el analista introduce o admite en el encuadre. Además, señala que sólo se pueden analizar estas rupturas desde dentro del encuadre, el cual es un marco de referencia imprescindible para que el trabajo analítico sea posible y no debe estar sujeto a ambigüedades o decisiones arbitrarias por parte del analista. Esto nos permite abordar un tema frecuente hoy en día, que es el de las comunicaciones por mensaje de texto, ya sea para cancelar o para tratar algún otro tipo de tema con el analista fuera del espacio de la sesión analítica. Podemos pensar, junto con Bleger (1999), que toda modificación del encuadre debe hacer referencia directa al mismo, por lo que, si el analista recibe un mensaje o se comunica con el paciente fuera del horario de trabajo (considerando que no se trate de una situación de emergencia o excepcional), es necesario cuestionar si eso responde a una modificación elaborada sobre el encuadre (con una razón de ser) o si, más bien, responde a una actitud caprichosa o arbitraria del analista (o del paciente).

En este sentido, valdrá la pena incluir dentro de las indicaciones sobre el encuadre los tipos de comunicación admitidos dentro del marco analítico. Esto implica aclararle al paciente cómo puede comunicarse con su psicoterapeuta en caso necesario: por llamadas, mensajes de texto, mensaje de voz o videollamada. Sólo de esta manera es posible referir estas situaciones de vuelta al encuadre, pues, como planteó Etchegoyen (2014), uno sólo puede hacer referencia al encuadre psicoanalítico cuando se le han explicado al paciente las características y condiciones de éste. Actualmente, el envío de mensajes de texto es el pan de cada día para tratar cualquier asunto relacionado con los tratamientos psicoterapéuticos. Sin embargo, no conviene dejarlos pasar por alto, ya que, al formar parte del encuadre, es imprescindible analizar su motivación inconsciente. Hoy en día, es más común enviar un mensaje escrito que llamar por teléfono al analista.

Les comparto dos breves ejemplos para ilustrar cómo se pueden abordar estas situaciones en el trabajo clínico cotidiano. Las siguientes viñetas clínicas me fueron proporcionadas de manera personal por una de mis maestras del Doctorado para incluirlas en el presente escrito. A la primera paciente la llamaremos Emilia, y a la segunda, Renata:

  • Emilia escribe un mensaje a su analista en el que le avisa que va a llegar tarde. Al llegar al consultorio y una vez que empieza la sesión, la analista le pregunta: “¿Me puedes comentar por qué me enviaste el mensaje? ¿Cuál habrá sido la idea detrás de enviarlo?” Emilia, al reflexionar al respecto, admite que optó por enviar un mensaje en vez de llamar por teléfono, ya que suponía que su analista estaría enojada por su tardanza. Al enviar el mensaje, evade el supuesto enojo de la analista. De ahí se desprenden varias interrogantes para analizar con ella: ¿por qué piensa que su analista estará enojada?, ¿a quién representa de su mundo interno?, ¿qué conflicto emocional se despliega en la relación que establece con su psicoanalista?
  • Renata envía un mensaje para preguntar si es posible reagendar una de sus sesiones. Al llegar a su siguiente sesión, la analista le pregunta por el motivo detrás de ese mensaje de texto. Renata inicialmente no le atribuye un motivo particular a su mensaje, más allá de expresar que “así se manejan las cosas hoy en día”. Conforme avanza la sesión, Renata cae en cuenta de que prefirió enviar un mensaje porque temía llamar por teléfono a la analista y arriesgarse a que no le contestara. Al analizar sus fantasías, se pudo entender que, si no le contestaba la llamada telefónica, podría significar que ella no es importante para su psicoanalista, que la analista no está disponible cuando la paciente la necesita, o que está ocupada con alguien más.

Podemos observar, entonces, que detrás de estos sucesos cotidianos, el analista puede indagar y conocer muchos detalles sobre la vida mental de cada paciente, así como sobre la relación transferencia-contratransferencia conforme se expresa sesión tras sesión. Es importante no dejar que estos cambios al encuadre pasen desapercibidos, sino abordarlos como cualquier otro hecho clínico. Lo que nos permite hacer frente a los retos del encuadre psicoanalítico en la actualidad es considerar los posibles ajustes comunes en nuestra época (la comunicación vía mensajes de texto, la facilidad y comodidad de tomar las consultas en línea, el pago “por transferencia”, entre otros) y abordarlos dentro del marco del encuadre propuesto a cada paciente, de manera que no haya espacio para omisiones o malentendidos. La clave radica, entonces, en no desestimar estos cambios o modificaciones como simples “preferencias” o “porque así se manejan las cosas hoy en día”, sino en conceptualizarlos e incluirlos como elementos del encuadre para ser analizados en profundidad. Nuestras consideraciones y ajustes al encuadre pueden variar en función de la singularidad de cada caso, pero la posibilidad de llevar a cabo un proceso psicoanalítico dependerá de no subestimar estas variables al verlas como parte de la norma de nuestro contexto actual.

 

 

 

 

Referencias:

 

Bleger, J. (1999). Psicoanálisis del encuadre psicoanalítico. Revista de Psicoanálisis de la Asoc. Psic. de Madrid, 31, pp. 21-35.

 

Etchegoyen, H. (2014). Los fundamentos de la técnica psicoanalítica. Amorrortu.

 

Freud, S. (1993). Sobre la iniciación del tratamiento (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, I). En J. Strachey (Ed.), Obras Completas (vol. XII, pp. 121-144). Amorrortu. (Obra original publicada en 1913)

 

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