El concepto de pulsión en Freud
Por Miguel Eduardo Torres Contreras
En la definición más completa que Freud (1923) da sobre lo que es el psicoanálisis, habla de éste como un conjunto de intelecciones que van conformando una nueva disciplina científica. Más allá de la postura freudiana de que el psicoanálisis tenía que ser una ciencia parecida a la física o la química, postura que hoy día prácticamente nadie sostiene, es importante resaltar que este tercer nivel de definición se refiere al nivel teórico, conceptual, que el fundador del psicoanálisis define como metapsicología.
En efecto, en el psicoanálisis freudiano, y también en el lacaniano y el kleiniano, el concepto de pulsión es fundamental. Tan es así, que Lacan (2015) incluye este concepto en el Seminario 11 como uno de los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Aunque también es necesario reconocer que tanto Lacan como Klein hacen énfasis distintos respecto a la visión freudiana.
Para comprender lo que Freud entendía por pulsión, hay que recurrir al uso que hizo del término en su lengua materna, el alemán. El término Trieb es usado por Freud para designar la pulsión, a diferencia del término Instinkt, para denominar el instinto. Es muy clara la distinción y uso que Freud hace de ambos términos; utiliza Instinkt para referirse al comportamiento animal, el cual es fijado y predeterminado, característico de la especie a la que pertenece. En cambio, para referirse al ser humano, usa exclusivamente el término Trieb. Por lo tanto, el ser humano no tiene instinto (éste es exclusivo de los animales), sino que tiene pulsiones, éstas son propias de aquél. Esto marca una diferencia radical entre el mundo humano y el mundo animal, aunque desde lo biológico sean tan cercanos. Esta distinción entre instinto y pulsión es una afirmación fundamental y, por ello, ciertas traducciones del término alemán Trieb como instinto en español son incorrectas y distorsionan el sentido en que Freud lo utilizó.
Por otra parte, lejos de ser una mera discusión terminológica, el uso y traducción del término Trieb tiene implicaciones esenciales en la comprensión del psiquismo humano y de su comportamiento. En efecto, durante la Primera Guerra Mundial, Freud escribe una serie de textos que se conocen como escritos metapsicológicos. Uno de éstos es el texto que se titula Pulsiones y destinos de pulsión (1915/1992). Si bien había introducido el término Trieb en el texto de Tres ensayos sobre teoría sexual (1905/2003), es en el de 1915 donde elabora la definición más acabada y sistemática sobre lo que entiende por pulsión. Esto lleva a una segunda afirmación importante: el concepto de pulsión en el psicoanálisis freudiano está asociado indisolublemente a la comprensión de la psicosexualidad en el ser humano. En otras palabras, la comprensión de la sexualidad humana, tanto en lo psíquico como en lo comportamental, no es posible sin recurrir al uso del concepto de pulsión.
En el texto de Pulsiones y destinos de pulsión, Freud hace la siguiente definición de lo que entiende por Trieb, que en realidad es una triple definición: “…la <pulsión> nos aparece como un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático, como un representante [Repräsentant] psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma, como una medida de la exigencia de trabajo que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal” (Freud, 1915/1992, p. 117). Asimismo, habla de los cuatro caracteres principales de la pulsión: esfuerzo (Drang), meta (Ziel), fuente (Quelle) y objeto (Objekt).
Desde mi punto de vista, la característica más relevante de las cuatro, sin dejar de lado las otras tres, es la de objeto. Esto se debe a que el objeto, en un inicio, es variable (cambia constantemente) y contingente (azaroso), es decir, no existe un objeto predeterminado con el cual la pulsión alcanza su meta, que es la satisfacción. Ese objeto puede ser del mismo sexo, del otro sexo, ambos sexos, un animal o un objeto inanimado. Más aún, este objeto no necesariamente es un objeto ajeno, puede ser una parte del propio cuerpo. Esto explica por qué Freud sostiene que la sexualidad infantil es perversa y polimorfa. Por otra parte, es cierto que, en el proceso de la formación de su psiquismo, el ser humano hace una elección de objeto, del tipo que sea, y eso depende de muchos factores, tanto constitucionales como ambientales.
Por lo tanto, la noción de pulsión y la variabilidad y contingencia del objeto permiten explicar las distintas fantasías y comportamientos sexuales del ser humano, que están muy lejos de ser definidos, homogéneos y universales. A diferencia de lo que pretenden ciertas visiones de personas, grupos o instituciones que sostienen que la práctica heterosexual es la “normal”, la única posible y aceptable. En el fondo su visión es una visión instintivista.
Otro aspecto de la visión freudiana sobre la pulsión es que siempre la plantea desde una perspectiva dualista, pero este dualismo está en conflicto. En el segundo dualismo pulsional hay un conflicto entre las pulsiones yoicas y las pulsiones sexuales; y en el último dualismo pulsional, plantea el conflicto entre las pulsiones de vida versus las pulsiones de muerte. Este aspecto sobre la comprensión del concepto de pulsión en Freud es muy importante, porque implica que, en el psiquismo humano, hay de base un conflicto pulsional. Para ser más específico, en el último dualismo pulsional, hay un conflicto entre la construcción y ampliación de la vida (pulsiones de vida) y la destrucción de la vida hasta llegar a lo inanimado (pulsiones de muerte).
Finalmente, hay que mencionar que Freud hace una definición de la pulsión en Más allá del principio de placer (1920/1989) que resulta enigmática y es muy diferente a la que había dado previamente en Pulsiones y destinos de pulsión. En ese texto sostiene que una pulsión es un esfuerzo inherente a lo orgánico vivo de reproducción de un estado anterior, lo cual es lo inanimado, la no vida. En otras palabras, la meta de las pulsiones es un estado antiguo e inicial que lo vivo dejó alguna vez, y al que aspira a regresar. En este sentido, la meta de las pulsiones no es la satisfacción libidinal, sino volver a lo inanimado, a lo no vivo; es decir, la muerte. Así, la vida no es sino un rodeo, una serie de vicisitudes para llegar a la muerte. Esta afirmación es bastante polémica y enigmática, pero la realidad muestra que posiblemente sea cierta.
Referencias:
Freud, S. (1989). Más allá del principio de placer. Obras completas. (vol. 18, pp. 1-62). Amorrortu editores. (Obra original publicada en 1920).
Freud, S. (1992). Pulsiones y destinos de pulsión. Obras Completas (vol. 14, pp. 105-134). Amorrortu. (Obra original publicada en 1915).
Freud, S. (2003). Tres ensayos de teoría sexual. Obras completas (Vol. 7, pp. 109–224). Amorrortu. (Obra original publicada en 1905).
Lacan, J. (2015). Seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Paidós.
Laplanche, J. y Pontalis, J. B. (1996). Diccionario de psicoanálisis. Paidós.