El complejo de Edipo y la estructura psíquica

Por J. Cristóbal Barud Medrano

 

Es interesante que Freud no dedicó un artículo específico para hablar acerca del complejo de Edipo de manera abierta y formal, sino que su desarrollo y acepción se fueron construyendo a medida que los cimientos de la teoría psicoanalítica se hacían más profundos. Gradualmente, la idea de una relación de amor y hostilidad profunda con los padres fue ganando terreno en la clínica psicoanalítica y en el conocimiento cotidiano. Actualmente, a nadie sorprende que los padres sean los modelos de identificación que perseveran a través de la vida. Tampoco es extraño escuchar, en conversaciones de café, que alguien tiene “mamitis” o “daddy issues, expresiones que dan a entender que resulta natural pensar en las implicaciones de este intenso vínculo para la vida posterior.

 

Dado que el complejo de Edipo es una noción tan vasta y, a la vez, fundante en el   psicoanálisis, a menudo sus ramificaciones se tienden a confundir, traslapar o aplanar en aras de explicarlo con mayor sencillez. Además, con los años, la elegancia de las aportaciones iniciales de Freud se ha nutrido de innumerables desarrollos posteriores. Estos pusieron de manifiesto las sutilezas de esta trama de afectos infantiles y resaltaron las formas en que el Edipo es una estructura que contiene elementos de la subjetividad, organiza la fantasía inconsciente, comanda el armado de los ideales e influye en la elección de objeto.

 

Esquemáticamente, se conceptualiza al Edipo como una trama afectiva que ocurre en la primera infancia. En ella, se juegan afectos tiernos y hostiles respecto de los padres, a quienes se les considera objetos de amor, con quienes también se rivaliza a causa de la búsqueda de afecto. Freud propuso que, una vez que los niños advertían y asumían la imposibilidad de que su padre o su madre accedieran a todos sus deseos, los conflictos centrales del Edipo se sepultaban o dejaban de tener efecto, con lo cual el psiquismo quedaba estructurado y armado para las búsquedas amorosas del futuro. Tras el derrumbe del complejo de Edipo, existiría la posibilidad de forjar una elección de objeto amoroso completamente desligada de los rasgos e ideales familiares introyectados.

 

Pronto, el trabajo psicoanalítico centrado en el carácter y la clínica con niños de corta edad fueron mostrando que uno realmente no abandona el complejo y que su ocurrencia no representa una etapa dentro de un esquema de evolución del psiquismo. El Edipo trasciende estos campos y se inscribe como un entramado de fantasías referido a la posición del niño en la vida de sus padres, y sostenido, por un lado, en las propias emociones y conflictos del niño frente a la exclusión, y por el otro, en el papel que los padres le asignan inconscientemente al pequeño.

 

Este terreno, en el cual se juegan las fantasías en torno al paradero de mamá, al lugar del padre y a la imposibilidad de participar en su vida todo el tiempo, es el lugar idóneo para despertar preguntas sumamente relevantes para el enriquecimiento de la vida mental. ¿Qué se hace frente a la frustración? Si existe un tercero, como el padre, ¿significa que no hay cariño ni interés de mamá? ¿Habrá que ser como uno de los padres para ganarse un lugar? ¿Será en verdad tan interesante aquello por lo cual uno es excluido, o en realidad no era tan maravilloso?

 

Así, la escena primaria —el Edipo y su mancuerna— es una de las fantasías centrales del psiquismo que prevalece durante toda la vida; sus influjos pueden advertirse al ocupar una posición de subordinación y obediencia, al pretender ser un personaje envidiable o una persona que permanece dependiente bajo la promesa de no ser jamás excluida. Incluso el cínico, desilusionado del mundo y eternamente contestatario, convive con una fantasía de escena primaria en la cual la exclusión quizá se resiente y, a la vez, se desvaloriza.

 

De esta forma, el complejo de Edipo, con sus enredos, pasiones y preguntas, no solo abona al enigma de la elección de objeto —siempre reminiscente de la vida familiar—, sino que constituye el hilo que une a las identificaciones con al armado de los ideales, la sexualidad e incluso con una posición frente al saber y el aprendizaje. A su vez, la cualidad afectiva de dicha fantasía es la amalgama que une todos estos puntos esenciales, la cual dotará de un carácter único a cada escena primaria que se despliega en la clínica.

 

Si no se toleran los sentimientos de exclusión, desplazamiento y abandono, se puede fantasear que la escena primaria es un encuentro violento, forzado y triste, sobre el cual mejor conviene no saber. Es decir, la combinatoria de afectos y posiciones en esta escena marca el pulso de cada análisis. Sumadas a través del tiempo, estas posiciones permiten observar el desdoblamiento de una estructura psíquica particular, con formas determinadas de hacer frente a las angustias que despierta el ser el tercero en la escena primaria.

 

En el entrenamiento psicoanalítico, es esencial desarrollar una profunda comprensión de la fantasía de la escena primaria, ya que permite aprehender la posición con la cual un paciente se presenta ante el mundo, descubrir el entramado de la fantasía inconsciente y captar sus matices afectivos.

 

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