El cine porno y las películas románticas. ¿Dos caras de la misma moneda?
Por Raquel Vega
Probablemente el título de esta nota suene un poco atrevido o extraño, porque, cuando hablamos de cine porno y películas románticas, parece que nos referimos a dos géneros totalmente opuestos, sin embargo, ambos retratan elementos de una relación de pareja, aunque de manera distinta.
La pornografía se caracteriza por mostrar al espectador un solo aspecto: la vida sexual. Generalmente, son filmes sin una trama mediante la cual se vinculen los personajes, ni cuentan con un guion complejo o actuaciones profundas. Lo que importa es producir un estado de excitación, que se logra por medio de escenas donde las relaciones sexuales se muestran de forma gráfica, con close up a partes del cuerpo. Es común que haya una pequeña historia en la que se plasman fantasías que van desde lo más común y edípico (la colegiala, la profesora, dos mujeres) hasta contenidos más perversos (sadomasoquismo, filias).
En la mayoría de los casos, el primer contacto con la pornografía sucede en la adolescencia, etapa en la que los jóvenes están constantemente erotizados, observando los cambios en su cuerpo y con ganas de acceder a la vida sexual, aunque sea mirando. Es así como se acercan a estas películas y las consideran como una especie de guía para aprender qué es una relación sexual o “cómo se hace”. Usualmente, este tipo de filmes muestran una representación exagerada y estereotipada de la vida sexual, como relaciones sexuales excesivamente placenteras durante horas, cuerpos voluptuosos y gemidos.
Por otro lado, en las películas románticas, normalmente vemos plasmada la historia de un amor que todo lo puede. Es común que los personajes principales se enamoren inmediatamente y que, después de unos días de conocerse, estén seguros de que han encontrado a la persona indicada, al amor de su vida, el cual perdurará “para siempre”. Este género suele tener algunas variantes, a veces, después de pasar por alguna situación complicada, el amor triunfa por sobre todas las cosas y consiguen un final feliz, en otras se plasma una relación conflictiva y hasta tortuosa, con la idea de que, para que valga la pena, debe costar y hasta doler.
Las películas románticas con tintes más dramáticos nos presentan la historia de un gran amor destinado a existir, pero a expensas de pasar por eventos extremos. En estas películas el aspecto sexual de la relación de pareja pasa a segundo plano; lo importante es el romanticismo, el enamoramiento y la intensidad de un nuevo amor.
¿Cómo podrían relacionarse un género que busca excitar al espectador con escenas parciales y gráficas, sin carga emocional, y una película romántica donde los personajes comparten una historia en la que predomina el romanticismo y la búsqueda del verdadero amor?
Aunque sean perspectivas muy distintas para representar las relaciones de pareja, ambas retratan versiones distorsionadas y parciales al respecto, éstas, incluso, llegan a colarse en nuestra mente y propician que demos por hecho que esa es la manera en que funcionan las relaciones y no que, a veces, no hay finales felices para las parejas que estuvieron juntas toda una vida o que una relación sexual implica algo más allá del cuerpo, porque se trata también de un vínculo que involucra fantasías y emociones.
Por un lado, se muestra un aspecto de una relación donde lo que predominan son los genitales, la cosificación de las personas, es decir, no importa la persona y quién es ésta, sino la satisfacción que se obtiene de ella; asimismo, se considera que una relación sexual satisfactoria implica jadeos, movimientos intensos y mucho ruido. Por el otro, se juega con la idea de que una relación de pareja “ideal” es aquella en la que las personas se pertenecen una a la otra, y donde la pasión y el tormento son parte de lo que hace al amor tan valioso. Esta perspectiva está también incompleta, porque muestra un solo aspecto de la relación: el enamoramiento. El cual, si bien es un estado placentero, es únicamente una etapa dentro del complejo proceso de formar una vida en pareja. Durante éste, se idealiza al otro y se eliminan sus defectos, por lo tanto, no vemos a la persona en su totalidad.
Ambos tipos de películas omiten el hecho de que una vida sexual y una relación de pareja adulta satisfactoria implica trabajo y esfuerzo constante. No sólo se trata de buena química sexual, sino de tolerar las diferencias, saber lidiar con nuestras emociones sin dañar al otro, dejar de pensar únicamente en el bienestar propio para involucrar al otro tomando en cuenta su voluntad y sus necesidades. Por lo tanto, por más distintos que parezcan, ambos géneros muestran un solo lado de la moneda y pasan por alto el compromiso y el trabajo que implica una relación día con día.