El camino de la psicología clínica y la construcción del terapeuta

Por Raquel Vega

La imagen del psicólogo más retratada en los medios de comunicación es la del psicólogo clínico. En las películas, series y caricaturas solemos ver a esta figura sentada detrás de un diván (o frente al paciente) con cara de apatía y aburrimiento mientras pregunta: “Y, usted, ¿cómo se siente al respecto?”.

Muchas personas creen que ser psicólogo es una tarea fácil, pues, a fin de cuentas, “sólo tienes que escuchar a la gente”. Sin embargo, ¿qué es lo que realmente implica escoger el camino de la psicología clínica y formarse como terapeuta?

La psicología clínica es el área de la psicología que se encarga de la investigación, evaluación, diagnóstico y tratamiento de aquellas situaciones que afectan la salud mental. Un psicólogo clínico trabaja con personas de todas las edades que presentan desde conflictos emocionales relativamente simples (pero que generan malestar en la persona), hasta situaciones de mayor gravedad. Así, por ejemplo, puede atender desde el duelo por la pérdida de un ser querido, un trabajo o una relación, hasta depresiones mayores, psicosis y pensamientos suicidas.

Entre los posibles espacios de trabajo para un psicólogo clínico están el consultorio privado, un hospital, y diversas instituciones de salud o asociaciones civiles. En la actualidad incluso existen escuelas y empresas que, además de un psicólogo educativo o laboral, cuentan con un psicólogo clínico para poder dar cierta contención y manejar los problemas emocionales que puedan presentar sus alumnos o empleados.

Lo cierto es que, sin importar dónde se desenvuelva, el psicólogo clínico trabaja con las emociones y los conflictos de las personas y, aunque esto resulta en un trabajo sumamente interesante y enriquecedor, también implica una gran responsabilidad. En nuestras manos está la salud mental de una persona y es por eso que debemos formarnos adecuadamente para ser terapeuta y siempre proceder con el mayor profesionalismo y ética en nuestra práctica clínica.

Por lo anterior, es importante tener en cuenta que el camino del psicólogo clínico es un tanto distinto al de un psicólogo que se dedica a otras áreas de la profesión. La principal diferencia es que un psicólogo educativo o laboral que puede encontrar trabajo saliendo de la carrera y no debe de contar con un posgrado para poder ejercer; sin embargo, en el caso de la psicología clínica sí es de suma importancia haberse formado o estarse formando como terapeuta para poder atender pacientes.

Como terapeuta es importante tener un entrenamiento teórico y práctico donde contemos con una formación adecuada y rigurosa, con la supervisión de nuestros casos bajo la tutela de un terapeuta con mayor experiencia y que también contemos con un espacio de trabajo terapéutico personal. Todo esto nos brindará la posibilidad de trabajar de forma comprometida y adecuada con nuestros pacientes, pues, como dije anteriormente, esta es una disciplina que implica gran responsabilidad.

La formación del terapeuta es una actividad esforzada que requiere de mucha lectura, de mucha supervisión y también de un trabajo profundo en el aspecto personal, pues, en la medida que uno se conozca y sepa identificar sus “puntos ciegos”, podrá brindar una mejor atención a sus pacientes. El terapeuta que ha trabajado en sus emociones evitará involucrar sus conflictos personales en la sesión, no oscurecerá el trabajo terapéutico con sus propias resistencias y podrá comprender de manera más profunda la mente y las emociones de sus pacientes.

Para concluir, me gustaría que meditáramos juntos sobre el siguiente escenario: una persona pierde el trabajo o termina una relación de pareja. Ahora, esta situación puede derivar en un periodo de tristeza acorde con la pérdida o podría desencadenar un estado depresivo mayor donde incluso se presente un intento suicida, todo dependerá de los diversos factores que influyen en la constitución de un sujeto y de su forma de lidiar con el dolor emocional. Es por eso que un terapeuta debe tener claro que su labor es de una enorme responsabilidad ya que, desde el diagnóstico hasta la intervención, su trabajo tiene el potencial de cambiar de manera importante la vida de alguien… o incluso salvarla.

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