El amigo imaginario a partir de la teoría de Winnicott: ¿una expresión creativa o un mecanismo de defensa?
Por Erika Escobar
“En la orilla del mar de mundos infinitos juegan los niños”.
(Tagore, R 1913, citado por Winnicott, 1951)
Donald Winnicott, en su artículo “La ubicación de la experiencia cultural”, inicia con una cita de Tagore. Este poema enuncia una metáfora sobre la capacidad del niño sano para sumergirse en su infinita imaginación creativa, un mar de posibilidades donde construye y reconstruye su mundo.
Sandra, una paciente de 10 años, presenta ansiedad escolar y dificultades ante la separación de sus padres. Tiene un amigo imaginario llamado Soli y relata que son sus amigas del salón quienes han escuchado que habla con alguien en sus recreos escolares. Le preguntan: “¿Quién es?” o “¿Con quién hablas?”, a lo que ella responde: “Con nadie”. Se avergüenza profundamente y no sabe por qué tiene un amigo imaginario. Esto plantea una serie de interrogantes: ¿qué son los amigos imaginarios? ¿Son meros productos de la fantasía infantil, compañeros de juego transitorios o cumplen funciones emocionales más profundas? ¿Podrían ser, incluso, manifestaciones de mecanismos de defensa ante situaciones difíciles?
Desde una perspectiva psicoanalítica, los amigos imaginarios no son sólo compañeros de juego, sino manifestaciones de procesos psíquicos profundos, complejos y significativos en el desarrollo infantil. A través de estos fenómenos, podemos pensar que son producto de su mundo interior, y gracias a éstos se logran expresar emociones confusas y construir un puente entre su realidad interna y el mundo exterior.
Cada amigo imaginario es único, con características y personalidad propias, cuyo significado se entenderá en la particularidad de su relación con el niño, el uso que le dé, el nombre que reciba y el momento de su aparición. Es importante diferenciar si se trata de un fenómeno normal del desarrollo o si indica alguna dificultad que aísla al niño y lo refugia en su mundo imaginario. Las razones detrás de la creación de un amigo imaginario son variadas y únicas, por lo que requieren un análisis individual y una comprensión desde varias perspectivas teóricas.
En este artículo me centraré en algunas ideas de Donald Winnicott, figura clave en el psicoanálisis infantil, que nos ofrece herramientas valiosas para comprender este fenómeno. En su artículo “Desarrollo emocional primitivo”, describe la importancia del sostén materno en el desarrollo del bebé y el arduo camino hacia la integración del self. Esto ocurre gradualmente, y el juego emerge como un área intermedia fundamental en esta construcción. Los fenómenos transicionales pueden manifestarse en experiencias que el niño realiza para obtener seguridad, como melodías, palabras o algún objeto real, entre otros, que le ayudan a lidiar con la ansiedad por la separación de la madre o con sentimientos de soledad. Esto sienta las bases para desarrollar la capacidad de estar solo, simbolizar y procesar las experiencias vitales. En este contexto, un amigo imaginario puede considerarse un ejemplo de fenómeno transicional.
Estos compañeros imaginarios podrían cumplir una función fundamental en la transición del niño del mundo interno al mundo externo, ya que les ofrece una sensación de seguridad y continuidad. Al crear un amigo imaginario, el niño explora su mundo interno y desarrolla su capacidad para crear y jugar. El amigo imaginario no proviene ni del interior ni del exterior del niño, pero tampoco es una alucinación; ocupa un espacio intermedio, un puente entre ambos mundos. Por ejemplo, puede crear un amigo imaginario muy extrovertido que le brinde compañía, consuelo y apoyo.
Sin embargo, dependiendo del caso y sus características, el amigo imaginario, desde la perspectiva del falso y verdadero self en la teoría winnicottiana, podría originarse como una estrategia defensiva ante la dificultad de ser uno mismo. La falla se origina en la falta de sostén, cuando el entorno no permite al individuo ser él mismo. En el amigo imaginario se depositan aspectos del self que no son reconocidos como propios, lo que implica una disociación y proyección. Por ejemplo, Sandra, la paciente de 10 años, vive en un ambiente familiar rígido donde siente que no puede ser ella misma. Sus padres tienen altas expectativas sobre cómo debe ser una “buena niña”, lo que genera mucha presión en ella. Es posible que Sandra le atribuya a su amigo imaginario una forma de ser más libre y de expresarse, convirtiéndolo en un medio para manifestar sus deseos más profundos. Mediante éste, puede expresar su verdadero self, incluyendo emociones y deseos.
A través del análisis psicoanalítico, podemos comprender cómo estos amigos imaginarios contribuyen a la formación de la identidad, al desarrollo de la capacidad de simbolizar y al manejo de las ansiedades de separación. Asimismo, pueden funcionar como mecanismos de defensa en los que se depositan aspectos menos reconocidos del self.
Winnicott señala que lo que puede parecer un comportamiento anormal puede ser normal en algunos niños en determinados momentos. Para él, el sello distintivo de la salud es ver que un niño está jugando, incluso si presenta algún síntoma; si es capaz de disfrutar del juego, tanto solo como con otros, significa que está haciendo uso de la tercera área, lo cual es un signo de salud y desarrollo.
Bibliografía:
Abram, J. (2007). Playing. The Language of Winnicott: A Dictionary of Winnicott’s Use of Words. Karnak.
Winnicott, D. W. (1945). Desarrollo emocional primitivo. Escritos de pediatría y psicoanálisis. Paidós.
Winnicott, D. W. (1951). Objetos transicionales y fenómenos transicionales. Realidad y juego. Gedisa.
Winnicott, D. W. (1971). El juego. Exposición teórica. El juego. Exposición teórica, Gedisa.